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 Las redes sociales produjeron un efecto contagio de las revueltas en el mundo árabe

MIGUEL ÁNGEL CRIADO

Ni los blogs provocaron la revuelta en Túnez, ni Facebook la dimisión de Mubarak, ni Twitter la huida de Gadafi. Pero sin las redes sociales la Primavera Árabe no habría sido igual. Un estudio cuantifica ahora el papel clave que tuvo la red en los levantamientos, permitiendo un efecto contagio en todo el mundo árabe.

Además, la caída de los dictadores vino precedida de una explosión de tuits y de posts [entradas de un blog]. La corrupción y la crisis económica ya existían antes de la tecnología, pero internet dio a los ciudadanos un espacio para la acción política abandonado por unos medios censurados y una oposición atomizada.

Cuando el tendero tunecino Mohamed Bouazizi se prendió fuego hace casi un año, sólo el 5% de los blogs de Túnez hablaban del liderazgo del presidente Ben Alí.

Un mes después, ya muerto por las quemaduras, lo hacía un 25% de los blogs. Como revela este trabajo realizado por un equipo de investigadores (varios de ellos de origen árabe) de la Universidad de Washington, las redes sociales ocuparon el hueco de denuncia dejado por los medios oficiales con su silencio. El trabajo se apoya en el análisis de tres millones de tuits, varios gigabytes de vídeos de YouTube y miles de posts en blogs y Facebook. Su ventaja es que comenzaron a recopilar datos en noviembre de 2010, mucho antes de que se iniciaran las protestas.

'Sin estas tecnologías, los levantamientos se habrían desarrollado de una manera diferente', cree el profesor de Comunicación de la Universidad de Washington y principal autor del trabajo, Philip Howard. 'Además, aunque ha habido pequeños movimientos por la democracia en cada uno de estos países, hasta hace muy poco sus movilizaciones no tuvieron mucho éxito. Gadafi gobernó durante 40 años, Mubarak, otros 30 y Ben Alí, unos 20. Y hasta el último invierno los activistas no fueron capaces de organizar un movimiento popular por la democracia', añade.

Los investigadores comprobaron que el aumento de la conversación social en la red precedió a las grandes manifestaciones en las calles. El fenómeno también fue cualitativo. Vieron, por ejemplo, que de una serie de palabras seleccionadas como Ben Alí, economía, islam; y las posteriormente añadidas Bouazizi, revolución y libertad, las tres primeras fueron dejando paso a las tres segundas desde finales de diciembre.

En Egipto, la página de Facebook que homenajeaba a un bloguero muerto a palos por la Policía superó los 200.000 amigos en los días previos al 25 de enero, fecha oficiosa de inicio de la revolución.

Esto no quiere decir que la situación económica o los abusos del Gobierno no importaran. 'Pero esta vez, los primeros días de la protesta no fueron protagonizados por la gente de los barrios pobres de El Cairo y Túnez. Eran de clase media, los hijos de los abogados y burócratas del Gobierno movilizados por las imágenes de la brutalidad policial que fueron apareciendo en Facebook y Twitter', explica Howard.

La reacción de los dictadores fue detener a ciberactivistas, bloquear páginas web o cortar directamente internet.

'Teniendo en cuenta que los países árabes carecen en gran medida de organizaciones que vertebren la sociedad civil, así como canales para la actividad política, los activistas usaron con éxito herramientas como Facebook, Twitter y YouTube principalmente en la fase inicial de los levantamientos, sobre todo para la sensibilización, difusión de información, movilización y organización', opina el director de Gobierno e Innovación de la Dubai School of Government, Fadi Salem.

De hecho, el estudio destaca que, a diferencia de lo que ocurre en Occidente, para los egipcios, por ejemplo, Facebook no es el sitio para entretenerse sino 'donde hacen política'. Pero, para el investigador árabe de la Universidad de Toronto Helmi Noman, 'las revoluciones y levantamientos no nacieron online. Las revoluciones y los actuales intentos de cambiar los regímenes son fruto de una acumulación de una larga lista de injusticias y corrupción. Los activistas y los reformistas han estado trabajando offline durante años. Internet sólo ha sido un catalizador'.

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