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La Alianza Sahra Wagenknecht transforma el sistema de partidos alemán

Las encuestas de intención de voto pronostican buenos resultados para la nueva formación en el inminente ciclo electoral en varios 'lander', lo que obligará al resto de partidos a replantear sus alianzas.

La líder del partido Alianza Sahra Wagenknecht, Sahra Wagenknecht, habla durante una sesión de la cámara baja del parlamento, Bundestag, en Berlín, Alemania.
La líder del partido Alianza Sahra Wagenknecht, Sahra Wagenknecht, habla durante una sesión de la cámara baja del parlamento, Bundestag, en Berlín, Alemania. Liesa Johannssen / REUTERS

La fragmentación parlamentaria es uno de los espectros de la República de Weimar que recurrentemente produce escalofríos en Alemania a políticos y analistas por igual. De acuerdo a quienes viven atemorizados por su retorno, la multiplicación de partidos políticos haría a Alemania ingobernable y la hundiría en una nueva crisis de resultados impredecibles. Aunque otro espectro de Weimar, el del ascenso de la extrema derecha, es el más temido y presente, este otro también sobrevuela últimamente el país con la aparición de la Alianza Sahra Wagenknecht (BSW).

La consolidación de esta escisión de La Izquierda, que todos las encuestas de intención de voto dan por hecha, modificaría el sistema de partidos alemán de posguerra por cuarta vez después de la entrada en el Bundestag de Los Verdes (1983), La Izquierda (2009) y Alternativa para Alemania (AfD) (2017), enterrando de manera definitiva el bipartidismo –con los liberales del FDP como partido bisagra– que había imperado en la República Federal Alemana durante la mayor parte de la guerra fría.

Los buenos resultados pronosticados en el inminente ciclo electoral (este año hay elecciones en los lander de Sajonia, Turingia y Brandeburgo, y el año que viene habrá unas disputadas elecciones federales) y su escurridiza definición ideológica (motivo de un vivo debate entre politólogos y analistas y aún más acaloradas discusiones en el espacio de la izquierda alemana y europea) son dos de las cuestiones que más espacio se llevan en los medios de comunicación, aunque a medida que se despeja la polvareda levantada por la escisión los especialistas coinciden en señalar que los signos para interpretarla estaban ya ahí.

En el momento de escribir estas líneas, BSW tiene una intención de voto del 15% en Turingia, superando al Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) (6-9%) y Los Verdes (5%) y a un punto porcentual de La Izquierda (16%); de un 11% en Sajonia, superando al SPD (6%), Los Verdes (5%), La Izquierda (5%) y el FDP (3%); de un 12% en Brandeburgo, superando a Los Verdes (8%), La Izquierda (7%) y el FDP (3%). En las elecciones europeas obtendría un 7%, superando a La Izquierda (4%), aunque por debajo del resto de partidos. En los sondeos para las elecciones federales oscila en estos momentos entre el 5% y el 7%, asegurando su entrada en el Bundestag, mientras que La Izquierda no alcanzaría el 5% necesario para mantener su representación parlamentaria. De acuerdo con el presidente de la encuestadora INSA, Hermann Binkert, BSW "ha reemplazado actualmente a La Izquierda".

El "semáforo", en rojo

"Temas importantes de la oposición, como la necesidad de iniciativas diplomáticas en el conflicto en Ucrania o una revisión crítica de las medidas adoptadas durante la pandemia, han sido ocupadas de manera abrumadora por AfD después de que La Izquierda se retirase de ellos", opina entrevistado por Público el diputado de BSW Andrej Hunko, para quien la política de la coalición semáforo –llamada así por los colores de las tres formaciones que la componen: socialdemócratas (rojo), verdes y liberales (amarillo)– es "devastadora". "Alemania se encuentra en un declive económico, posiblemente a largo plazo, endeudada, condicionada por el régimen de sanciones y el rechazo a invertir en infraestructuras", aclara Hunko.

Fabio De Masi, candidato de BSW al Parlamento Europeo, coincide en el diagnóstico. De Masi califica la política de la coalición de gobierno de "catástrofe" y "una fábrica de votos para AfD": "Con la llamada guerra económica nos perjudicamos más a nosotros mismos que a Rusia", observa al precisar que "Alemania es una bisagra entre Oeste y Este y necesita del gas ruso como tecnología puente para la transición a una economía no-fósil". Según De Masi, la política exterior y la política económica del gobierno se han fundido en un abrazo mortal. "La coalición de gobierno nos ha acercado a la crisis tras el shock de los precios de la energía, que, a su vez, lleva ahora a otra subida del IVA y los impuestos por la emisión de CO2, que apenas tienen un impacto ecológico y ni siquiera son compensados con subvenciones energéticas", explica a Público.

Así, continúa, "mientras EEUU invierte en tecnologías de futuro con su Inflation Reduction Act (IRA), nosotros arrojamos miles de millones en un complejo militar-industrial corrupto en vez de, pongamos por caso, integrar a China en una solución diplomática al conflicto de Ucrania". De Masi también considera que el gobierno alemán ha naufragado en su política para Oriente Próximo, ya que "ha guardado silencio durante meses hacia la desproporcionada campaña militar de Netanyahu y destruido de ese modo buena parte de su capital diplomático" en la región.

Efectivamente, en un país del peso político y económico y la proyección de Alemania, la política exterior ha sido uno de los factores clave en el ascenso de BSW en las encuestas de intención de voto. El impulso decisivo lo recogió en la multitudinaria manifestación convocada por la entonces diputada de La Izquierda Sahra Wagenknecht y la feminista Alice Schwarzer en febrero del año pasado en Berlín. En esta manifestación se demandó una salida diplomática al conflicto de Ucrania y en ella fueron a converger todas las discrepancias de la izquierda hasta terminar, meses después, con la escisión.

La otrora locomotora de la economía europea se ha quedado sin combustible al prescindir del gas y el petróleo rusos, dejando al desnudo todas las deficiencias de su modelo industrial. Los medios han desempolvado los titulares de Alemania como "enfermo de Europa", que presionan al ejecutivo para que adopte, una vez más, medidas de austeridad bajo la dirección de un gobierno entre socialdemócratas y verdes –y, en esta ocasión, también los liberales, que actúan como estrictos supervisores de todo el proceso– antes de ceder la Cancillería a la Unión Cristiano Demócrata (CDU) de Friedrich Merz, que lidera todas las encuestas de intención de voto.

Si el sostén de la base industrial alemana ya era un quebradero de cabeza antes de la guerra, el conflicto en Ucrania y sus consecuencias económicas lo hacen trastabillar aún más, emborronando y hasta posponiendo un debate trasparente y razonado sobre su urgente modernización y una redistribución socialmente justa de sus considerables beneficios.

El tira y afloja desde hace meses sobre el envío de misiles Taurus a Ucrania es un buen ejemplo, pues, como ha escrito Wolfgang Münchau en un artículo reciente para The New Statesman, "las encuestas muestran un debilitamiento del apoyo público en el envío de armas a Ucrania, especialmente misiles de largo alcance", una opinión "que encuentra eco en la derecha dura de Alternativa para Alemania (AfD) y en el nuevo partido de la izquierda, fundado por Sahra Wagenknecht". "Nacida en Alemania oriental, Wagenknecht fue una de las políticas más destacadas de La Izquierda antes de abandonar el partido el año pasado", escribe Münchau, además de "una de las oradoras con más talento de la política alemana".

Esta combinación permite a BSW atraer no solamente a votantes desencantados con La Izquierda, sino también del SPD, lo que explicaría su crecimiento en las encuestas de intención de voto. Münchau atribuía este resultado a una "canibalización" del voto en un análisis anterior en EuroIntelligence, no en último lugar gracias a que Wagenknecht "ha cabalgado la divisoria entre izquierda y derecha antes", lo que, encabezando un partido propio, podría conducir a captar votos tanto de la izquierda, como del centro y hasta de la derecha. "Hay votantes en Alemania que se oponen a la entrega de armas, pero que no votarían ni en sueños a un partido de extrema izquierda o de extrema derecha", reflexionaba Münchau. Así, "Wagenknecht es, en muchos sentidos, ideal para atraer a este tipo de votantes", particularmente en la antigua Alemania oriental, donde hay "una mayor tendencia a votar por la extrema izquierda y la extrema derecha que en Alemania occidental, con votantes que a menudo pasan de votar a la extrema izquierda a la extrema derecha". Aunque este analista no consideraba que el partido de Wagenknecht fuese capaz de obtener una mayoría política, sí que lograría "ejercer una mayor influencia política que AfD o La Izquierda".

La izquierda, a la búsqueda de un nuevo rumbo

Aunque el partido también ha atraído a gente sin filiación política, sindicalistas y antiguos socialdemócratas, todos los diputados de BSW, sin excepción, proceden de La Izquierda, lo que a la fuerza obliga a preguntar por los motivos de la ruptura. ¿No hubiera podido mantener La Izquierda a lo que hoy es BSW en su seno y evitar así la escisión, y, con ella, una pérdida de votos significativa y que puede incluso suponer su conversión en fuerza extraparlamentaria? ¿Cómo se llegó a una situación que todos los implicados calificaron de insostenible?

"Fue un largo proceso de distanciamiento, relacionado con la transformación de La Izquierda en a lo que se podría llamar un partido de izquierda verde", relata Hunko, para quien la gota que colmó el vaso fue "el abandono de posiciones fundamentalmente de izquierdas en política exterior y de paz, con el apoyo al régimen de sanciones occidental [a Rusia] o la entrega de armas [a Ucrania]". De Masi apunta a que "La Izquierda era, cada vez más, un partido elitista sin conexión con la gente a pie de calle".

Con todo, ninguno de los diputados excluye la posibilidad de cooperación. "No nos hemos impuesto excluir a La Izquierda", asegura Hunko, "menos con la extrema derecha, estamos dispuestos a trabajar con todos, partiendo de la base de los contenidos". A pesar de la centralidad que le otorgan los sondeos en estados federados como Brandeburgo, Hunko cree que tiene "poco sentido" hablar ahora de coaliciones, "porque tenemos unas cuantas semanas de existencia y ni siquiera sabemos quién entrará en el próximo Bundestag o en los parlamentos federales en el este alemán". De Masi tampoco considera a La Izquierda un "adversario": "Tenemos una historia común". De todos modos, a su juicio los resultados que podría obtener La Izquierda vacían de sentido la pregunta, ya que, hoy por hoy, "es prácticamente irrelevante".

¿Un partido anti-inmigración?

Con el probable trasvase de votos de La Izquierda, SPD y hasta de AfD a BSW, esta formación se sumaría, de este modo, a la lista de partidos mutantes europeos que escapan a las etiquetas ideológicas. Se lo ha intentado catalogar de partido protesta, populista, híbrido, de izquierda pragmática, autoritaria, nostálgica o nacionalista. Las dos co-presidentas de la formación, Amira Mohamed Ali y la propia Sahra Wagenknecht, se han definido en alguna ocasión como "links konservativ", lo que podría traducirse como "conservadora de izquierdas". La expresión sigue sin aclararlo todo, pues tanto puede significar una apelación a una izquierda tradicional o de "la vieja escuela" como una izquierda que se considera progresista en política económica, pero conservadora en cuestiones sociales (de manera destacada, los debates en torno a las políticas de la identidad).

Notoriamente, BSW ha sido acusada de simpatizar con la extrema derecha en materia de política migratoria y compartir propuestas políticas en este ámbito, y en algunos medios de comunicación españoles incluso se la ha llegado a tachar de "rojiparda". Curiosamente, la mayoría de los diputados de BSW en el Bundestag (siete de un total de diez) tiene orígenes familiares en la inmigración: Amira Mohamed Ali (Egipto), Andrej Hunko (Ucrania), Sevim Dağdelen (Kurdistán), Żaklin Nastić (Polonia), Ali Al-Dailami (Yemen) y Jessica Tatti (Italia). La propia Sahra Wagenknecht es hija de una alemana y un iraní.

Cuando le informo de los adjetivos con los que se acompaña a su partido en los medios españoles, Hunko responde con perplejidad. "Es tan absurdo que resulta difícil de creer", contesta. "Hay, por supuesto, actores que tienen un interés en presentarnos así", continúa, "en Alemania sobre todo los asociados a medios verdes". De acuerdo con éstos, "quien se opone a la continuación de la guerra tiene simpatías hacia Putin", por ejemplo. Pero todo esto es "propaganda". "No conozco en BSW a nadie que tenga simpatías hacia la extrema derecha o por regímenes autoritarios, o sea xenófobo", sentencia.

De Masi contesta con indignación. "Mi abuelo era partisano en Italia", señala al añadir que "nuestro partido está fundado por personas con historias familiares de inmigración". Como Hunko, cree que "todo esto son mentiras de los medios, que al mismo tiempo callan cuando en Gaza hay casi dos millones de refugiados". En cuanto a la migración, "nuestra posición es clara: la mayoría de personas huyen por las guerras y la necesidad económica y social, que es causada en su mayor parte por Occidente", causas que, añade, "han de combatirse". El partido no se opone a la acogida de refugiados, explica: "Una persona que huye de la persecución política o la guerra necesita protección".

Pero De Masi también cree que la inmigración es un fenómeno complejo que ha de estudiarse más detenidamente. "No resolveremos ni la necesidad económica ni la desigualdad global con la emigración", afirma. La pobreza, subraya, "no desaparece cuando los pobres llegan a países más ricos, incluso si algunos consiguen mejorar sus vidas" y "los más pobres en los campos de refugiados de la ONU ni siquiera llegan a nuestro país porque no pueden permitirse pagar a un traficante de personas". El aspirante a eurodiputado también cree que la Unión Europea "debe hacer mucho más para mejorar la situación en los países de origen, por ejemplo, se mantienen las sanciones económicas contra Siria", lo que repercute negativamente en las condiciones de vida de la población. Para De Masi, sin una política exterior que ataque estos problemas socioeconómicos de raíz, una inmigración regulada y acorde "a los recursos de los municipios en materia de vivienda y escuelas", "las fuerzas de derechas en Alemania serán cada vez más fuertes".

De manera similar, rechaza las críticas de "antieuropeísmo". El europeísmo, en su opinión, no debería equivaler a "una profundización" de las actuales estructuras que "significaría menos democracia y reforzaría el nacionalismo". "Si tuviésemos solamente partidos europeos", por ejemplo, "éstos necesitarían muchos más millones para las campañas electorales y la influencia del capital internacional crecería". "La riqueza de Europa es su diversidad de idiomas, culturas, historias y tradiciones democráticas", argumenta, "se necesita por supuesto una cooperación europea, cosas como mejores conexiones ferroviarias entre capitales europeas, cooperación en la investigación y el desarrollo de medidas contra el dumping fiscal de las empresas". La Unión Europea "debería concentrarse en aquellos ámbitos en los que puede mejorar la vida de las personas", para lo que "los tratados de la UE han de modificarse". En esto, resume, "menos es en muchas ocasiones más". 

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