Este artículo se publicó hace 2 años.
Bolsonaro versus Lula: Brasil se juega su democracia
El mandatario ultraderechista quiere que las Fuerzas Armadas fiscalicen las elecciones de octubre. La violencia irrumpe en la campaña tras el asesinato de un dirigente local del PT a manos de un simpatizante bolsonarista, mientras el expresidente progresi
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El próximo 2 de octubre es una fecha señalada en América Latina. Brasil se debatirá ese día entre el retorno al poder del líder progresista y expresidente Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010) y la permanencia en el Palacio del Planalto del mandatario ultraderechista Jair Bolsonaro. Se trata de algo más que una elección presidencial. El país más grande y poblado de la región se juega su democracia. Para revertir un previsible triunfo de Lula, tal y como auguran las encuestas, el excapitán del Ejército se guarda un as bajo la manga: la fiscalización paralela del proceso electoral por parte de las Fuerzas Armadas y una posible impugnación del resultado en caso de derrota. El discurso belicista y mesiánico de Bolsonaro abona una violencia que ya ha irrumpido en la campaña con el asesinato de un dirigente local del Partido de los Trabajadores (PT) de Lula a manos de un simpatizante bolsonarista.
El plan que traman Bolsonaro y su ministro de Defensa, el general Paulo Sergio Nogueira, revelado hace unos días por el periódico O Estado de S. Paulo, supondría la primera participación de los militares en el proceso electoral (más allá de la logística, con tareas de fiscalización de los votos) por primera vez desde el retorno de la democracia a Brasil en 1985. Para el diario conservador, los planes de Bolsonaro serían "de enorme gravedad" si llegan a concretarse: "Al involucrarse en asuntos electorales, el Ministerio de Defensa transmite la idea de que las Fuerzas Armadas tienen la pretensión de interferir en las elecciones (...) Un mensaje peligrosísimo que despierta preocupación en todos".
En una intervención en el Senado el jueves pasado, el general Nogueira dijo que las Fuerzas Armadas "no serán revisores electorales", pero admitió que han presentado varias "recomendaciones" al Tribunal Superior Electoral (TSE) de cara a los comicios. En concreto, los militares reclaman la participación de "entidades fiscalizadoras" en todas las fases del proceso electoral, así como una votación paralela con papeletas con objeto de comprobar la "fiabilidad" del sistema electrónico de votación utilizado habitualmente en Brasil y del que Bolsonaro desconfía, pese a que nunca se han probado fallos en el mismo. El representante de Transparencia Internacional en Brasil, Michael Mohallem, recordó en esa misma audiencia en el Senado que el sistema electrónico brasileño es seguro y se mostró muy crítico con las pretensiones de los militares: "Entre las competencias de las Fuerzas Armadas no figura la de ser protagonistas de reformas electorales. Si pretendieran convertirse en un actor institucional con el rol de revisor del proceso electoral, estaríamos ante una iniciativa claramente inconstitucional".
La justicia ha rechazado todas las pruebas presentadas por Bolsonaro sobre un posible fraude electoral
Al mismo tiempo, Bolsonaro y los jefes militares llevan tiempo presionando al TSE para que les entregue informes de las elecciones presidenciales celebradas en 2014 y 2018. El dirigente ultraderechista ha denunciado en repetidas ocasiones que él obtuvo más votos de los registrados en los últimos comicios, en los que derrotó en segunda vuelta al candidato del PT, Fernando Haddad. La Justicia ha rechazado todas las pruebas presentadas por Bolsonaro sobre un posible fraude. La cruzada del mandatario contra el sistema de votación electrónica le habría llevado ahora a involucrar a la cúpula militar en el proceso electoral. La oposición teme que el objetivo último de estas maniobras sea rechazar el resultado de los comicios en caso de una derrota frente a un Lula que encabeza todas las encuestas desde hace varios meses. Para frenar el ímpetu antidemocrático del mandatario brasileño, el presidente del TSE, Edson Fachin, se reunió a primeros de junio con varios embajadores, a los que pidió que sus gobiernos reconozcan el resultado de las urnas tan pronto como sea anunciado por las autoridades electorales.
La estrategia de Bolsonaro y los militares para tratar de controlar el proceso electoral coincide con la irrupción de la violencia en la larga campaña electoral brasileña, que acaba de arrancar. El domingo pasado fue asesinado en Foz de Iguaçu un tesorero local del PT a manos de un simpatizante ultraderechista. Bolsonaro ha minimizado lo ocurrido, presentando el asesinato como "una pelea entre dos personas". Las incitaciones a la violencia se han repetido durante el mandato de Bolsonaro, fiel defensor de la proliferación de armas entre los brasileños, con el ejemplo siempre presente de Donald Trump en Estados Unidos.
Las elecciones brasileñas serán un duelo entre Bolsonaro y Lula
El nerviosismo del candidato a la reelección por el ultraderechista Partido Liberal se acrecienta a medida que se acerca la fecha del 2 de octubre (primera vuelta de las elecciones). El rival a batir, Lula da Silva, no pierde fuelle en las encuestas. El último sondeo de la consultora Datafolha arroja una diferencia de casi 20 puntos a favor del expresidente progresista de 76 años (47% frente al 28%). Si se excluye el 7% de los votos en blanco y nulos apuntados por Datafolha y que la justicia electoral no tiene en cuenta para el resultado final, el margen se ampliaría (53% frente al 32%), por lo que Lula ganaría en primera vuelta (al obtener más del 50%). Otras encuestas otorgan una ventaja similar para el candidato de izquierdas. Las elecciones brasileñas serán un duelo entre Bolsonaro y Lula. Lejos de ellos se sitúan otros candidatos como Ciro Gomes, del centroizquierda (con alrededor del 8%), y varios dirigentes de centroderecha con respaldos inferiores al 2%.
Lula no pudo presentarse a las elecciones en 2018 al ser condenado y encarcelado por corrupción. El Tribunal Supremo consideró nula la condena el año pasado y el expresidente salió al rescate de una izquierda que no había encontrado reemplazo todavía a su carismática figura. De gira por todo el país, Lula ha retomado viejos eslóganes relacionados con la paz y el amor para atraerse a millones de desencantados. Su alianza con el dirigente centroderechista Geraldo Alckmin, exgobernador de São Paulo, le asegura apoyos en caladeros ajenos a la izquierda y refuerza el sentido del lema de campaña: "Vamos juntos por Brasil". Pero, ante todo, Lula está transmitiendo a sus seguidores que no caigan en provocaciones, consciente de que ese marco es el que quiere instalar el mandatario para justificar posibles alteraciones del orden conforme se acerque la fecha de la votación.
Bolsonaro, por su parte, no se arredra. No está en campaña, sino en guerra, "la guerra del bien contra el mal", según sus propias palabras, para impedir que Brasil vuelva a estar "pintado de rojo". En sus mítines, sus seguidores suelen arrodillarse mientras escuchan a su mesías proclamar que hay final feliz, es decir, que el bien vencerá al mal. Con esa narrativa tan simple como efectista, el líder ultraderechista ha generado en los últimos cuatro años un fuerte vínculo emocional con sus seguidores, entre los que existe un núcleo duro dispuesto a todo, incluso a involucrarse en una alteración del orden constitucional.
El mandato de la "destrucción"
El mandato de Bolsonaro se ha caracterizado por esa retórica incendiaria
El mandato de Bolsonaro se ha caracterizado por esa retórica incendiaria, según pone de manifiesto un reciente informe del International Crisis Group sobre Brasil. En estos casi cuatro años de gobierno, el gobernante de 67 años ha nombrado a cerca de 6.000 militares en puestos de la Administración. A Bolsonaro se le recordará por su nefasta gestión de la pandemia (con más de 660.000 muertos) y por un desprecio de las políticas ambientalistas, lo que ha provocado una deforestación de la Amazonía sin precedentes. "Los esfuerzos del presidente en 2021 por cambiar el sistema de votación, sus ataques a otras instituciones estatales, incluidos los tribunales, y sus recurrentes advertencias sobre una amenaza amorfa del comunismo avivan la preocupación de que pueda cuestionar los resultados de las elecciones si no gana. Se podrían generar disturbios si sus partidarios salen en su defensa", advierte el informe.
El daño que Bolsonaro le ha infligido a la democracia brasileña tardará tiempo en cicatrizar. Como asegura el filósofo y politólogo Marcos Nobre en la revista Carta Capital, el excapitán, que cuenta con una sólida base de apoyo de alrededor del 30%, no dejará de ser una amenaza para la democracia brasileña aunque no obtenga la reelección en octubre: "Puede ser derrotado electoralemente, pero no será derrotado políticamente. Se presesentará en 2026 para recoger lo que sembró durante estos años: destrucción".
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