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China cimenta su estabilidad social en una férrea censura

Pekín asegura que las llamadas a una revuelta como las árabes están condenadas al fracaso

 

DAVID BRUNAT

El nuevo objetivo de China es la estabilidad social, y a ello se aplica con la misma firmeza que cuando su meta era el crecimiento económico desbocado. Pekín no está dispuesto a que el aumento del malestar popular por la inflación y la corrupción oficial ponga en peligro los éxitos forjados durante tres décadas ni, sobre todo, amenace la legitimidad del Partido Comunista. Por eso, no ha dudado en engrasar su ya bien ajustada maquinaria de censura.

Ayer, por ejemplo, logró que los periodistas extranjeros no consiguieran acudir, por tercer domingo consecutivo, al centro de Pekín, donde estaba prevista la concentración que pretendía desencadenar una revolución del jazmín en referencia a la revuelta que acabó con la dictadura en Túnez en China, convocada a través de la página web Boxun.com, censurada en el país. Después de los incidentes ocurridos el domingo anterior, cuando decenas de informadores fueron acosados y algunos hasta golpeados por los policías de paisano, el Gobierno advirtió a los corresponsales de que, si volvían a cubrir un evento similar, se arriesgaban a ser expulsados.

Cien activistas han sido detenidos para frenar la revolución del jazmín' en el país

La estrategia de amenazar a la prensa extranjera no funcionó tan bien en Shanghai, ya que varios informadores se presentaron a la hora indicada en la céntrica plaza del Pueblo. Al menos 17, entre ellos un español, fueron retenidos e interrogados. Paradójicamente, tanto en Pekín como en Shanghai no hubo noticia de manifestantes, si bien es cierto que el mensaje colgado en internet invitaba a la gente a pasear de forma silenciosa por el lugar, lo que hizo imposible distinguir a los transeúntes de los auténticos participantes. Eso sin contar que, según la organización Chinese Human Rights Defenders, más de cien activistas están bajo arresto domiciliario o en lugares desconocidos para evitar su implicación en el movimiento.

Aunque para los expertos es evidente que hoy no se dan las condiciones para que los chinos se levanten contra la dictadura, la exagerada reacción de Pekín a estas llamadas anónimas pone de manifiesto que el régimen no está tan seguro de su posición frente a sus ciudadanos, y teme que una chispa inesperada, como la que saltó en Túnez, desate un incendio de grandes proporciones. Por si acaso, el Congreso Nacional Popular (Parlamento), en su reunión anual que comenzó el sábado, aprobó un incremento del 13,8% en el presupuesto de seguridad pública nacional, que alcanzará los 68.000 millones de euros.

El presupuesto de seguridad pública crecerá hasta 68.000 millones de euros

'Aquellos que tienen la cabeza fría saben que esa gente ha escogido el lugar equivocado y que sus planes e ideas son erróneos', afirmó ayer Wang Hui, portavoz del Gobierno. 'Los que quieran encontrar en China noticias en la línea de lo que ha ocurrido en Oriente Próximo y el Norte de África se van a ver con las manos vacías. En Pekín nunca hemos sufrido ni sufriremos tales incidentes', prosiguió, antes de subrayar que los chinos 'quieren paz y estabilidad' y asegurar que las políticas del Gobierno son 'populares'.

El diario oficial Beijing Daily invitó el sábado a los ciudadanos a desoír cualquier llamada a la movilización, afirmando que las protestas prodemocráticas sólo llevan al 'caos' y amenazan el crecimiento económico. 'Las revueltas han traído calamidades a la gente de esos países', opinó el diario en referencia al mundo árabe.

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