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China, en la mirilla de la nueva estrategia militar de la OTAN
Está previsto que en Madrid se adopte el "nuevo concepto estratégico", marcado por los efectos de la guerra en Ucrania y por el desafío de China, aliada de Moscú, a la hegemonía global de Estados Unidos.
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La cumbre de Madrid de la OTAN, que se celebrará los próximos 29 y 30 de junio, redefinirá la "hoja de ruta" geoestratégica de la Alianza Atlántica para los próximos años, con Rusia como una amenaza real a corto plazo para la seguridad europea y con China como un riesgo, si cabe, de mayor importancia a medio y largo plazo, dado el vuelco que la economía mundial ha dado hacia Asia y el Pacífico, y el creciente predominio chino en la región.
En Madrid, está previsto que se adopte el "nuevo concepto estratégico" de la Alianza Atlántica, piedra angular del propio Tratado del Atlántico Norte que rige la política de defensa de los treinta miembros de la OTAN. Este nuevo concepto estratégico, que sustituirá al adoptado hace doce años en la cumbre de Lisboa, está marcado por los efectos políticos y económicos de la invasión rusa de Ucrania y por el desafío de China, aliada de Moscú, a la hegemonía global de Estados Unidos apoyada en sus socios de la Alianza Atlántica y Asia.
La OTAN que saldrá reforzada de Madrid tiende una mano a países como Japón, Australia, Nueva Zelanda o Corea del Sur para ampliar su radio de acción hacia el Pacífico y afrontar, con Estados Unidos a las riendas, esa entente de superpotencias hostiles conformada por China y Rusia.
De momento, al presidente de Estados Unidos, Joe Biden, no se le ha ocurrido referirse al contubernio sino-ruso como un nuevo eje del mal, similar al que uno de sus antecesores en la Casa Blanca, George W. Bush, utilizó para responsabilizar del terrorismo internacional a países tan dispares como Irak, Irán, Corea del Norte, Libia, Siria o Cuba.
En aquella ocasión fueron los ataques del 11S en Nueva York y la posterior guerra de Afganistán (lanzada por Estados Unidos y la OTAN) los detonantes de esa categorización de los enemigos jurados de Occidente. Ahora la invasión de Ucrania por Rusia y la oposición de China a las sanciones lanzadas por Occidente contra Moscú están entre los principales argumentos que llevan a Washington y Bruselas a cambiar el paradigma global de seguridad y enemistad.
Los representantes de los países miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte acuden a la cita de Madrid con su cooperación militar reforzada a raíz de la invasión rusa de Ucrania y con un gran alborozo ante la posible incorporación a sus filas de Suecia y Finlandia, países que abandonan en desbandada su tradicional neutralidad por el temor a las imprevisibles reacciones del Kremlin.
Conocida ya la condena que se hará en Madrid a Moscú por la guerra, es, sin embargo, el mensaje que se lanzará a China el que capta una mayor atención, pues, aunque nadie quiere decirlo en alto, tal posicionamiento corre el riesgo de acercar más a Pekín y Moscú en un momento muy crítico para la estabilidad y la economía del planeta.
El contexto del nuevo concepto estratégico de la OTAN viene apuntalado por el anuncio realizado en marzo por Estados Unidos de que dedicará 27.000 millones de dólares a reforzar su capacidad armamentística en la región del Pacífico. Este derroche de fondos para armas se une al que está realizando Washington en Ucrania.
El 23 de junio, la Casa Blanca hizo su último anuncio de asistencia militar a Kiev, con otros 450 millones dedicados a ese propósito. Con este monto, las ayudas armamentísticas estadounidenses a Ucrania, desde que el 24 de febrero pasado Rusia invadiera ese país, ascienden a más de 6.000 millones de dólares. El objetivo de ambos gastos es el mismo: China. El sangrado militar y económico del principal socio de Pekín en Europa, Moscú, es el paso previo e indispensable para doblegar al gigante oriental en la región del Índico y el Pacífico.
Cuando en 2019 la OTAN celebró su septuagésimo aniversario con una cumbre en Londres, los aliados firmaron una declaración conjunta en la que se recogía por vez primera el desafío que suponía la creciente influencia política y militar de China en el mundo, no solo en Asia. Entonces, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, ya justificaba lo que habría de venir: "No se trata de que la OTAN vaya al Océano Pacífico sino de que China se está acercando a nosotros".
Tres años después, la cumbre de Madrid muestra, ya sin tapujos ni eufemismos, las pretensiones globales de esta organización, nacida en 1949 con un objetivo estrictamente regional que se centraba en la defensa de Europa occidental ante la amenaza de la Unión Soviética.
A partir de la cumbre de Madrid de la OTAN y del nuevo concepto estratégico que se apruebe, cualquier conflicto en la zona del Indo-Pacífico, ya sea una agresión china sobre Taiwán, un enfrentamiento de la pro-China Corea del Norte con alguno de sus vecinos, o cualquier extraña disputa entre Tokio y Pekín en torno a los islotes del mar del Japón, podrá convertirse en un eventual teatro de operaciones (militares o de inteligencia) de la Alianza Atlántica.
También entrarán en los nuevos análisis geoestratégicos de la OTAN los movimientos de China hacia los pequeños Estados del Pacífico, a los que Pekín anda ofreciendo inversiones en infraestructuras a cambio del permiso para desplegar sus propias fuerzas de seguridad con el pretexto de proteger a las empresas chinas que operan en esos territorios. Así ha ocurrido ya con las islas Salomón, consideradas por Estados Unidos como un archipiélago clave para la estabilidad del Pacífico Sur.
En comparecencia de prensa en la Casa Blanca el pasado 23 de junio, el coordinador para Situaciones Estratégicas del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, John Kirby, insistió en esa necesidad de que la OTAN centre su atención en las acciones de Pekín y de que China forme parte del nuevo concepto estratégico de la Alianza Atlántica.
El CSN asesora al presidente Biden sobre asuntos estratégicos en materia de relaciones exteriores y de defensa.
"Por primera vez, la cumbre incluirá a líderes de la región del Índico y el Pacífico, como Australia, Japón, Nueva Zelanda y la República de Corea, y dejará así claro que, ya sea en Europa o en esa región del Indo-Pacífico, los Estados Unidos y nuestros aliados y socios defenderán los principios de la soberanía y la integridad territorial", aseveró el político, contralmirante retirado de la Marina de Estados Unidos y exportavoz del Pentágono con Biden, y del Departamento de Estado con el presidente Barack Obama.
Según Kirby, el mundo ha cambiado mucho, y también los intereses de la Alianza, desde que, en 2010, se definiera por última vez la hoja de ruta estratégica de la OTAN. Hace doce años, la OTAN estaba muy implicada en Afganistán. Ahora, "no solo ha cambiado el paisaje, en especial tras la guerra de Putin en Ucrania. Las capacidades militares y los conceptos organizativos y operacionales se han transformado también. Es hora de que la Alianza se ponga a la altura de esos nuevos acontecimientos", agregó.
La cuestión de China, explicó el antiguo marino, "es un reflejo de preocupaciones semejantes que tienen nuestros aliados sobre el efecto de las prácticas económicas chinas, del uso del trabajo forzado, del robo [de propiedad] intelectual y del comportamiento coercitivo y agresivo no solo en la región, sino en otras partes del mundo, y así ellos consideran también que es importante incluir a China en el nuevo concepto estratégico" de la OTAN.
Kirby explicó que durante meses se ha estudiado la forma de incluir a Pekín en un memorándum semejante, basado en análisis sobre "la amenaza que China supone para la seguridad internacional, más allá de la región del Indo-Pacífico", agregó. Entre las propuestas que ha ido sacando la OTAN como cuentagotas (por ejemplo, desde la división de investigación del NATO Defense College) para compensar el peso chino en esa región, se ha incluido la realización de maniobras militares (navales y aéreas) en el Pacífico y de operaciones de seguridad marítima en el mar de China meridional.
Este avance sin ambages de la OTAN hacia Oriente y el Pacífico, y la promesa de reflejarlo en el documento que salga de la cumbre de Madrid, ha sido respondido ya por Pekín.
El portavoz de Asuntos Exteriores de China, Wang Wenbin, calificó de "altamente peligroso" que la Alianza Atlántica, "un instrumento de Estados Unidos para preservar su hegemonía y controlar la seguridad europea", pretenda ahora mostrar sus dientes en el Asia-Pacífico y "causar el caos en la región", como "ya ha hecho en Europa".
En referencia a la participación de Australia, Nueva Zelanda, Japón y Corea del Sur en la cumbre de Madrid, Wang fue tajante: "Pedimos a la OTAN que deje de trazar líneas ideológicas que puedan llevar a la confrontación, que deje de difundir desinformación sobre China y que no busque comenzar una nueva Guerra Fría".
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