Este artículo se publicó hace 16 años.
España, el convidado de piedra en Kosovo
En el camino a la independencia de Kosovo, España ha tenido poco que decir. Y ello a pesar de que nuestro país mantiene desde 1999 un contingente nada desdeñable –más de 700 soldados– en Kosovo. Esta irrelevancia de la postura española en la antigua provincia de Serbia es tributaria de su ausencia del Grupo de Contacto de los Balcanes, el gran foro diplomático del conflicto.
Ha sido ahí donde se ha debatido en los últimos años la situación de Kosovo y donde se apoyó (con el rechazo ruso) su autodeterminación a través del plan presentado por el ex primer ministro finlandés Martti Ahtisaari.
Este foro multilateral nació a principios de los noventa como un grupo de reflexión sobre la guerra en la ex Yugoslavia impulsado por Alemania, país que quería evitar perder su influencia en Europa central.
Acogió en principio a cuatro de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la Naciones Unidas: Rusia, Francia, Estados Unidos y el Reino Unido, además de la propia Alemania.
A medida que se hacía evidente que el grupo iba a tener voz y voto en la resolución de las sucesivas guerras balcánicas, España empezó a acariciar la idea de ingresar en él.
Los Gobiernos españoles eran conscientes de su interés en propugnar fórmulas de pluralismo territorial y cultural como alternativa a la desmembración de los estados.
Pero el proyecto español no prosperó. Tras la llegada al poder del Partido Popular en 1996, el entonces ministro de Exteriores, Abel Matutes, planteó, al igual que Italia, la candidatura de España como miembro del grupo. En vano.
Italia sí fue admitida. La excusa oficial fue que los italianos tenían más tropas en las antiguas repúblicas yugoslavas. Además, Italia contaba ya con una importantísima comunidad de inmigrantes albaneses y un justificado temor, como se terminó por demostrar años más tarde, de que una extensión del conflicto a Kosovo generara un éxodo de refugiados albanokosovares hacia sus fronteras.
El estallido de la crisis de Kosovo fue un motivo más para formar parte del grupo. Aznar nunca pudo convencer a Washington de que abriera la puerta a España.
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