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Guerra Rusia - Ucrania Una semana que cambió a Europa: ¿y ahora qué?

Los críticos apuntan a que el envío de armas solo servirá para aumentar la agonía en el frente unas semanas más. Y para empujar a Putin a un callejón que dificulte todavía más su retorno a la mesa de negociación.

La plaza central de la segunda ciudad de Ucrania, Járkov, tras el bombardeo perpetrado por fuerzas rusas, a 1 de marzo de 2022.
La plaza central de la segunda ciudad de Ucrania, Járkov, tras el bombardeo perpetrado por fuerzas rusas, a 1 de marzo de 2022. Serguéi Bobok / AFP

Han sido días frenéticos en la capital comunitaria. De decisiones en tiempos récord. De medidas sin precedentes. De sanciones masivas. Y de muchas emociones, que llevaron al ministro de Asuntos Exteriores de Luxemburgo a afirmar que la guerra en Ucrania solo terminará cuando Vladimir Putin sea "eliminado físicamente". Poco después se fue forzado a matizar sus palabras.

Durante los diez días de invasión rusa en su país vecino, la UE ha aparcado su engorroso proceso burocrático y sus continuas divisiones para desempolvar Directivas históricas o acordar sanciones de alcance nunca visto y en récord. Cuatro patas vertebran la respuesta comunitaria para castigar a Putin por dar un paso que aquí definen como "bárbaro, injustificado, cruel e inhumano".

La primera son las medidas restrictivas a bancos, oligarcas, al Gobierno ruso, a periodistas, a medios de comunicación, a deportistas, a miembros del Gobierno incluido el propio presidente a los sectores estratégicos como el tecnológico, la aviación o el financiero. El objetivo es destrozar la economía rusa y fortalecer la posición ucraniana de cara a futuras negociaciones con Moscú.

La segunda es el envío de armas. Por primera vez y bajo el paradójico nombre de Instrumento Europeo para la Paz, la UE costeará y coordinará el suministro de material bélico letal a un país en guerra. España, tras muchos vaivenes, se ha sumado a la mayoría de Estados miembros que proporcionará armamento al Ejército ucraniano para que continúe resistiendo el embate ruso.

Un aciano camina delante de una bloque de viviendas destruido en un bombardeo ruso Vasylkiv, cerca de Kiev, Ucrania, el 27 de febrero.
Un aciano camina delante de una bloque de viviendas destruido en un bombardeo ruso Vasylkiv, cerca de Kiev, Ucrania, el 27 de febrero. Dimitar Dilkoff / AFP

En tercer lugar, Bruselas ha acordado dar protección inmediata a los millones de ucranianos que se prevé que abandonen el país a causa de la guerra. Ya son más de un millón y el Viejo Continente avista un éxodo de refugiados de dimensiones históricas. Eso sí, la presión de Visegrado (Polonia, Hungría, Eslovaquia y Chequia) ha propiciado que la medida no se aplique de forma directa a nacionales de países terceros. Los que habitaban en Ucrania durante mucho tiempo quedan a la discreción de lo que decida cada Gobierno nacional. Y los que trabajaban o estudiaban desde hacía poco tiempo serán retornados a sus países de origen.

La magnitud de los acontecimientos es tal que han impulsado el camino de las repúblicas ex soviéticas hacia la UE. El cuarto elemento catalizador de estos días es que Ucrania, Georgia y Moldavia han formalizado su solicitud para formar parte de la Unión Europea. Un proceso que suele prolongarse durante años y que, en cualquier caso, no se avista en el corto plazo.

Los Veintisiete han llegado a posturas comunes en temas complejos y tradicionalmente divisorios por lo mucho que hay en juego: no solo el futuro de Ucrania, sino del orden global tal y como se estructura hoy. Bruselas teme que si cae Ucrania, los próximos pasos de Putin pasen por Georgia, Moldavia o Bosnia-Herzegovina. La situación del terreno continúa deteriorándose y los ataques cada vez son más feroces. El propio Emmanuel Macron, presidente francés, y Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, han advertido de que los
próximos días serán peores.

Estados Unidos y la UE han señalado que mantendrán toda la presión posible "hasta que la guerra termine"

Con este escenario de fondo, la gran incógnita es qué ocurrirá ahora. La UE ha sacado buena parte de su artillería. Y ya prepara un cuarto paquete de sanciones destinado a aumentar la presión sobre los sistemas financieros rusos para aislarlo de la comunidad internacional e incluir a los sectores del gas y de la energía.

Los países que más pujan por incrementar la respuesta piden, además, un aumento de la ayuda militar a Ucrania. Tras nutrir al Ejército de Kiev con misiles anti-aéreos o munición, la pregunta que surge ya es, ¿y después qué? Estados Unidos y la UE han señalado que mantendrán toda la presión posible "hasta que la guerra termine". Parece poco probable que la ayuda aliada pueda terminar revertiendo la balanza de poder sobre el terreno. Y es que Rusia todavía no está sacando todo su arsenal.

En Bruselas, y probablemente, en Moscú, ha sorprendido la resistencia y capacidad de reacción de los ucranianos a nivel militar, civil y de liderazgo. Y todo ello ha animado a Occidente a armar a los ucranianos para que continúan plantando cara mientras las sanciones económicas hacen su efecto en territorio ruso.

Los críticos apuntan a que el envío de armas solo servirá para aumentar la agonía en el frente unas semanas más. Y para empujar a Putin a un callejón de salida que dificulte todavía más su retorno a la mesa de negociación. Alegan además que el destino posterior de las armas puede acabar en manos de terroristas o insurgentes, como ocurrió en Libia. Mientras que las voces favorables a esta medida estiman que la decisión de resistir la han tomado los ucranianos y conviene apoyarles para que Moscú no les termine arrasando.

Los acontecimientos de las últimas horas se han disparado con los ataques cerca de la central nuclear de Zaporizhzhia, la más grande de Europa. La Agencia Internacional de la Energía Atómica ha confirmado que no se ha vertido ninguna radicación. Pero un mal cálculo en un escenario tan volátil hace que la tensión sea máxima. Putin tiene en alerta a su arsenal ruso.

Josep Borell: "No le vamos a pedir a Zelensky que se rinda. Ni que abandone Kiev.

En un primer momento, los europeos reaccionaron con bastante escepticismo a que fuese capaz de ir tan lejos. Pero en las últimas horas, algunas voces, tal y como recoge Europa Press, señalan que podría hacer un uso "táctico" de algunas capacidades nucleares para provocar la rendición y capitulación de Volodimir Zelensky. En Bruselas estiman que la intención final de Putin es derrocar al Gobierno de Kiev para imponer uno pro-ruso y "títere", como ya ocurre en
Bielorrusia. "No le vamos a pedir a Zelensky que se rinda. Ni que abandone Kiev. Ni que deje de luchar", ha señalado Josep Borrell, Alto Representante de Asuntos Exteriores de la UE, en rueda de prensa.

Evitar una guerra abierta

El objetivo es evitar de cualquiera de las formas un conflicto de guerra global. Por ello, la OTAN continúa asegurando que no "es parte" del conflicto bélico. La Alianza pide a Putin que ponga fin "de inmediato" a la guerra, que deposite las armas y regrese a "su casa sin ninguna condición". Pero es un alegato un tanto ingenuo. Las guerras son fáciles de empezar, pero difíciles de concluir. Y el presidente ruso tiene que justificar su invasión, tanto a nivel interno como externo, con alguna victoria. Entretanto, una Ucrania desesperada pide a los aliados occidentales que intervengan con más fuerza para evitar que "Putin convierta a Ucrania en una Siria".

Pero la Alianza Atlántica no está dispuesta a asumir pasos que puedan dar lugar a "malentendidos" o "fallos de cálculos". Por ello, descarta por completo enviar soldados, aviones de combate o decretar una zona de exclusión aérea. Ello supondría un avión derribado o un militar caído aumentaría el riesgo de una guerra total en Europa, que es el escenario que todos quieren evitar porque sus consecuencias humanas y destructivas serían incalculables. "Esto no va de Este contra Oeste. No es un 'remake' de la Guerra Fría. Lo que nosotros estamos defendiendo en la integridad territorial de todos los estados. No somos enemigos del pueblo ruso (…) Esta es la guerra de Putin. Y solo él puede ponerle fin", asegura el jefe de la diplomacia europea.

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