Este artículo se publicó hace 2 años.
Rusia se dispone a anexionarse sus conquistas militares en Ucrania y a defenderlas a toda costa
La anexión de los territorios ocupados por el ejército ruso en Ucrania, que puede ser anunciada en los próximos días, implica que Moscú podría utilizar las armas nucleares contra una eventual ofensiva que intentara recuperar esas zonas, y así garantizar l
Madrid-Actualizado a
El Kremlin ha sentenciado la partición de Ucrania y la anexión a Rusia de casi una quinta parte de ese país. Tras la invasión del país vecino, ha recurrido a unos referéndums realizados entre el 23 y el 27 de septiembre en las zonas ocupadas y sin las mínimas garantías de legalidad internacional. Las consultas a la población contemplan la secesión de Ucrania de esos territorios y su incorporación a Rusia. Si el Kremlin antes de la guerra reclamaba una Ucrania neutral que alejara las fronteras de la OTAN de Rusia, ahora Moscú las ha acercado y trata de cambiar de nuevo el mapa de Europa.
El presidente Vladímir Putin pasa así de largo sobre el supuesto descalabro militar ruso en la zona de Járkov, en el nordeste de Ucrania, y se arroga una victoria política que le despeja también el camino para desplegar en esas regiones como fuerzas de disuasión los cientos de miles de soldados que está reclutando en toda la Federación Rusa.
El eventual anuncio de la anexión rusa de parte del Donbás, en el este de Ucrania, y otras amplias zonas en el sur de este país en los próximos días intenta también aplacar los ánimos en Rusia. La leva forzosa de reclutas está causando numerosas protestas y ha abierto una profunda grieta entre el Kremlin y buena parte de la población, que veía la invasión de Ucrania como algo muy lejano. La guerra llama ahora directamente a las puertas de todos los rusos.
La doctrina nuclear rusa permitiría la defensa con armas atómicas de los territorios anexionados
Los resultados de los referéndums en los territorios de Donetsk, Lugansk, Zaporiyia y Jersón, que dan un apoyo con un 98% de los votos a la secesión e incorporación a Rusia, no serán reconocidos por la comunidad internacional, salvo por un puñado de aliados estrechos de Moscú. Eso no es óbice para que el presidente ruso, Vladímir Putin, se arrogue ahora el derecho de pregonar el triunfo de su ejército sobre el ucraniano y justifique el uso de todos los medios posibles, incluidas las armas nucleares tácticas, para defender las nuevas adquisiciones territoriales.
"Habrá cambios fundamentales en estos territorios desde el punto de vista jurídico, del derecho internacional y de todas las medidas que se adopten para garantizar la seguridad", indicó el portavoz de la Presidencia rusa, Dmitri Peskov, argumentando así ese eventual uso de armas nucleares en la defensa de esos territorios, si se consuma la anexión. La doctrina nuclear rusa contempla la utilización de armas atómicas para garantizar la supervivencia del país y su integridad territorial.
Los referéndums son rechazados por la comunidad internacional
La Administración del presidente estadounidense, Joe Biden, ya ha indicado que está preparando una respuesta para el caso de que Rusia anuncie la anexión del Donbás, Zaporiyia y Jersón como resultado de estas consultas populares, que ha calificado como "una farsa".
La web independiente rusa Meduza, opositora a Putin, ha indicado que la intención del Kremlin es incluir a los territorios anexionados en un distrito federal único dentro de la Federación Rusa, que incluya también la Crimea arrebatada a Ucrania e incorporada a Rusia en 2014 por otro referéndum "ficticio" (como denomina Meduza a estas consultas).
Con la anexión de las regiones ocupadas por sus tropas, Putin puede plantearse ahora acudir a una mesa de negociaciones de paz en condiciones ventajosas, tras conseguir, de cara a la opinión pública de su país, los principales objetivos propuestos con la invasión, es decir, la defensa de las comunidades prorrusas del este de Ucrania, su incorporación a la Gran Rusia y la "desnazificación" de esas zonas.
No importa que el Donbás, dividido en esos dos territorios de Donetsk y Lugansk, no haya sido totalmente conquistado por las fuerzas rusas o que las otras dos regiones, Zaporiyia y Jersón, donde se celebraron los pseudo referéndums también sin las mínimas condiciones democráticas, estén directamente en el punto de mira de futuras ofensivas del ejército de Ucrania.
Amnistía Internacional ha calificado los referéndums como "una flagrante violación de la ley internacional" y de la Carta de la ONU. Denis Krivosheev, director adjunto de AI para Europa Oriental y Asia Central, ha remarcado que esas consultas han sido "una treta de Rusia para anexionarse ilegalmente territorio ucraniano". Además de agravar la guerra "de agresión de Rusia contra Ucrania", según Krivosheev, los referéndums son "una nueva prueba del profundo desprecio del Kremlin por el derecho internacional y los derechos de las personas que viven en los territorios bajo su ocupación”.
El responsable de AI ha sido contundente: "El cuarto Convenio de Ginebra prohíbe expresamente la anexión de un territorio ocupado, así como otros actos de la potencia ocupante para privar a la población del territorio ocupado de la protección del Convenio".
Según declaraciones de Katya Andrusz, portavoz de la Oficina de Instituciones Democráticas y Derechos Humanos de la Orgainización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE), a la que también pertenece Rusia, "no había bases legales para estos referéndums" y Moscú no tenía "ningún poder para convocarlos".
El Kremlin informó de que un centenar de observadores de 40 países siguieron sobre el terreno los referéndums, aunque no especificó a qué organizaciones pertenecían esos monitores o si tenían algún respaldo legal internacional para efectuar ese trabajo.
Objetivo del Kremlin: amedrentar a Occidente con la baza nuclear
Nada de esto ha preocupado en ningún momento a Putin. Su jugada era otra. Reducir el margen de acción del apoyo occidental a Ucrania y poner sobre la mesa la amenaza atómica con todo su peso. El pensamiento del Kremlin es simple. Cuando Rusia se anexionó Crimea en 2014, a nadie se le pasó por la cabeza tratar de recuperar por la fuerza ese territorio ucraniano. Los misiles con cabezas nucleares tácticas apuntaban ya al corazón de Ucrania desde el propio Sebastópol, la base naval rusa en Crimea.
En realidad la amenaza nuclear rusa tiene muchos matices, y obstáculos, a la hora de ser aplicada. La guerra en Ucrania no consiste en el avance tradicional de divisiones y el enfrentamiento en el campo de batalla de cuerpos de ejército. Las fuerzas armadas de ambos países están muy desperdigadas sobre el terreno, y los combates son a nivel de batallones. El lanzamiento de misiles con cargas nucleares tácticas tendría poco sentido para eliminar agrupaciones de no más de un millar de soldados o destruir las eficaces baterías de misiles Himars suministradas por Estados Unidos. Un gesto que solo serviría para convertir Ucrania en un erial radiactivo.
No parece probable que el objetivo de las armas atómicas rusas pueda ser alguna ciudad ucraniana. Las bombas nucleares tácticas tienen un amplio rango de capacidad de destrucción, entre 10 y 100 kilotones. La bomba atómica lanzada por Estados Unidos sobre la ciudad japonesa de Hiroshima en agosto de 1945 tenía apenas 15 kilotones, pero mató en la explosión y las semanas siguientes debido a la radiación a cerca de 160.000 personas. Es posible imaginar la devastación que un arma de este tipo podría causar en una urbe ucraniana. No se puede evaluar en estos momentos qué respuesta daría la sociedad internacional a semejante masacre y menos aún la reacción de Estados Unidos y la OTAN. Nadie quiere pensar en el riesgo de aniquilación total si se recurre como respuesta a los misiles nucleares estratégicos, cargados con cabezas atómicas de entre cien kilotones y decenas de megatones de capacidad destructiva. Sería simplemente el final del planeta.
¿Está dispuesto a negociar Putin, presionado por China e India?
La apuesta de Putin al hacer estos movimientos en Ucrania no parece que vaya en esta dirección. El Gobierno turco, el más cercano al Kremlin dentro de la OTAN, aunque se ha negado a reconocer los referéndums llevados a cabo en territorio ucraniano, ha indicado que el presidente ruso está moviendo sus fichas para negociar. Para negociar "con nuevas condiciones" y desde la fuerza que le da esta expansión de sus fronteras.
Por su parte, China e India han reiterado en las últimas semanas la necesidad de que termine el conflicto y puede ser esta presión la que esté empujando con más fuerza para poner fin a la guerra. Ni chinos ni indios quieren que la contienda dure medio año más, dada la destrucción del tejido energético, industrial y comercial mundial que está suponiendo.
El problema es que el líder ruso quiere ganar la guerra sí o sí y a toda costa, sin concesiones. Pero con la certeza de que el alargamiento de la contienda traería a Rusia un coste humano y material que podría desarbolar a esta superpotencia durante muchos años, supeditándola a China económicamente y promoviendo una desestabilización interna que no podría soportar ni siquiera la autocracia implantada por Putin. Las revueltas contra la movilización son solo un pequeño ejemplo de lo que puede ocurrir en unos meses en Rusia, cuando los jóvenes ahora reclutados sean devueltos en bolsas de plástico a sus familiares y la pobreza y miseria resultantes de la guerra se extiendan sin visos de solución.
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