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Las turbulencias palestinas en Cisjordania auguran problemas para Israel

Una serie de protestas espontáneas contra la ocupación se están desarrollando en la Cisjordania ocupada desde hace meses y siguen creciendo. El apartheid del que se sirve Israel en su expolio a los palestinos concita movimientos de resistencia que se organizan popularmente al margen de la Autoridad Palestina y que de algún modo interfieren con la brutal ocupación israelí.

11/01/2022 Israel
Tropas israelíes contra los manifestantes palestinos durante una protesta contra Israel en la ciudad cisjordana de Ramallah. APA Images via ZUMA Press Wire / DPA / Europa Press

Desde hace meses se observa en la Cisjordania ocupada un auge significativo de la resistencia contra la presencia de los militares y los colonos israelíes, dándose situaciones de mayor o menor violencia que hace años que no existían y que están incomodando a Israel, que sigue empeñada en aplicar sus políticas de apartheid.

En especial la situación es más sensible en Jerusalén oriental, donde prosigue el expolio de las residencias de los palestinos, una desposesión que está perfectamente sincronizada entre el gobierno, las fuerzas de seguridad, los colonos radicales y los tribunales. Esta operación conduce a un cambio de fisonomía en la ciudad santa y confirma el permanente proceso de sustitución de la población palestina con población extremista judía.

En los últimos meses en Cisjordania se han registrado protestas inusuales en las que están participando un número muy relevante de palestinos, una circunstancia que es novedosa y que no se veía desde hace años. Israel, por su parte, ha incrementado el número de efectivos militares y policiales con el fin de reprimir movilizaciones cuyo origen está en la desesperación local y en la pasividad de la comunidad internacional.

El epicentro de las movilizaciones se encuentra en el barrio de Sheij Yarrah, un enclave de Jerusalén situado justo del otro lado de la línea verde y que históricamente ha sido palestino pero que día a día sufre embestidas de colonos judíos fuertemente protegidos por la policía. Aquí los incidentes se producen sin pausa y la resistencia está condenada al fracaso si la comunidad internacional continúa inactiva.

Los altercados se están produciendo simultáneamente en un elevado número de localidades del norte y el sur de Cisjordania, como Burqa o Beita, en el área de Nablús, donde hay enfrentamientos entre jóvenes palestinos y soldados que calientan la tensa atmósfera y tienen réplicas en todos los territorios ocupados donde el apartheid es notorio.

Aunque el apartheid es denunciado por numerosas ONGs internacionales desde hace años, los mandatarios occidentales permanecen con los brazos cruzados. Esta actitud quizás explique el estallido de las protestas de los palestinos que ven cómo van siendo arrinconados por todas partes sin que las potencias occidentales armen el ruido mediático que arman con las injusticias en otras latitudes.

Los choques que se han iniciado en Burqa estallaron después de que un grupo de colonos emprendiera una marcha hacia una colina del pueblo que es propiedad de palestinos. Los vecinos lograron contener la movilización de los colonos antes de que se produjera la ocupación de la colina, y también consiguieron que jóvenes palestinos de otras localidades vecinas se sumaran a la acción de resistencia.

En esta acción, que recordó a las protestas de la primera intifada de los años ochenta, los palestinos utilizaron antiguas técnicas, como el lanzamiento de piedras, la quema de neumáticos y cócteles molotov, mientras los altavoces de las mezquitas jaleaban a los manifestantes. En Israel temen un "contagio" y que protestas de este tipo proliferen por toda Cisjordania, donde el expolio sigue su marcha a buen ritmo.

En Cisjordania hay más de 200 colonias que son ilegales según el derecho internacional pero ante las que las potencias occidentales hacen la vista gorda. Al menos 650.000 colonos residen en esas colonias que se expanden continuamente y reducen el espacio vital de los palestinos. Las autoridades israelíes reiteraron la semana pasada que no contemplan ningún tipo de negociación con los palestinos.

Por su parte, la Autoridad Palestina del presidente Mahmud Abbás permanece tan paralizada como la comunidad internacional. El presidente de Ramala ha perdido 16 años cruciales haciendo el juego a Israel y sin obtener a cambio nada más que una situación cada año más comprometida y más difícil de revertir.

A estas alturas la población palestina sabe que no puede contar Abás para nada, de ahí que las protestas sean del todo populares y espontáneas, y no tengan nada que ver con la actitud de su presidente, cuyos servicios de seguridad colaboran estrechamente con el ejército israelí en la represión de cualquier tipo de resistencia.

Por el contrario, la población de Cisjordania siente una creciente simpatía hacia Hamás, la organización que gobierna la Franja de Gaza desde 2007, y que muchos animan a se ponga en campaña en Cisjordania, algo que no es fácil debido a la alianza entre el ejército israelí y la Autoridad Palestina. El sentido de unidad que impulsa Hamás entre los palestinos es sin duda mucho mayor que el que impulsa Abás.

Es difícil saber si los recientes conatos de resistencia van a seguir creciendo, aunque esto es probable debido a la escasa popularidad del presidente Abás, que el año pasado aplazó las elecciones anunciadas cuando vio que no tenía ninguna posibilidad de ganarlas. La reputación de Abás se erosiona a diario y la resistencia espontánea es lo que más preocupa a Israel en estos momentos.

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