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La UE llega 'in extremis' a un acuerdo para poner un tope al precio del gas

El último Consejo de Energía del año cierra el difícil límite al gas: el mecanismo de corrección de mercados se fija en 180 euros por MW/hora, muy por debajo de los 275 euros que proponía la Comisión.

La ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera, en la reunión informal que los ministros de Energía de la UE mantuvieron en Bruselas el 13 de diciembre.
La ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera, en la reunión informal que los ministros de Energía de la UE mantuvieron en Bruselas el 13 de diciembre. EFE

Tras 11 reuniones de ministros de Energía y dos días antes de la entrada del invierno, la UE cierra un acuerdo para poner un tope al precio del gas. La presión era máxima, los 27 líderes de Estado y de Gobierno dieron la directriz a sus ministros para que finalizasen un acuerdo en esta materia. El bloque comunitario no podía marcharse al parón navideño sin cerrar esta cuestión. Finalmente, el bautizado como mecanismo de corrección de mercados se ha fijado en los 180 euros/MWh. Podrá ser activado cuando se supere durante tres días consecutivos y exista una diferencia de 35 euros con lo fijado en los mercados internacionales.

Era la medida energética más potente y también la más divisiva. Y el camino para llegar hasta ella no ha sido fácil. La Comisión Europea pasó de una resistencia clara a poner, hace unas semanas, una propuesta sobre la mesa que fijaba el umbral en 275 euros por MW/hora. La medida despertó críticas en países como España, Francia o Polonia que abogan por un tope mucho más bajo. "Es una broma de mal gusto" o "de facto es un no límite" fueron algunas de las reacciones.

De facto, la fórmula cocinada por los de von der Leyen hacía casi imposible su puesta marcha. La sensación en muchas capitales es que estaba pensada para no ponerse en marcha, ya que su activación solo se produciría cuando se diesen dos condiciones estrictas: el precio del gas debía superar los 275 euros/MWh durante dos semanas y un diferencial de 58 euros entre el el Title Transfer Facility (TTF) holandés y el mercado global de Gas Natural Licuado (GNL) durante diez días.

La decisión se había postergado sine die por las divisiones en el seno europeo, donde había dos bloques antagónicos. En el primero, presionando, se encuentran España, Francia, Italia y otros 13 países. El segundo está liderado por Países Bajos, Alemania y Dinamarca y es el que venía pisando el freno. Estas capitales, conocidas por promover las políticas de austeridad, se oponían a imponer un tope alegando que los productores de países terceros buscarían otros mercados sin esta medida, como el asiático. Y temían en consecuencia un desabastecimiento energético durante los próximos inviernos.

"Hemos aprendido de anteriores intervenciones en el mercado que tenemos que tener mucho cuidado de no querer lo bueno y desencadenar lo malo", aseguraba a su llegada a la cita el ministro de Economía germano, Robert Habeck. Más rotunda ha sido la Hungría de Víktor Orbán, que en los márgenes del encuentro calificaba la medida como "dañina, peligrosa y completamente innecesaria". Los países que se oponen alegan que los precios se están estabilizando y están muy por debajo del récord de 349 euros el MWh registrado en agosto. Finalmente, Países Bajos y Austria se han abstenido y Hungría ha votado en contra. El resto se ha mostrado favorable.

El mecanismo prevé estar en marcha a partir del 15 de febrero. Y serán la Autoridad Europea de Valores y Mercados (ESMA, por sus siglas en inglés) y la Agencia de Cooperación de los Reguladores Energéticos (ACER) las encargadas de presentar informes sobre el impacto de la medida. Alemania ha pedido más salvaguardas para frenar el tope en caso de que se demuestre que tiene un impacto negativo en la estabilidad financiera o en un escenario de que genera distorsiones o no es suficientemente efectivo. "La decisión demuestra que somos capaces de actuar de forma unida para garantizar la seguridad energética. Mandamos el mensaje de que no estamos dispuestos a pagar cualquier precio por el gas", ha celebrado en rueda de prensa Kadri Simson, comisaria de Energía.

España, por su parte, entona de la cita el Misión cumplida, aunque el equipo que lidera la vicepresidenta Teresa Ribera siempre había preferido la opción de imponer un umbral dinámico que fluctuase en consonancia con la curva de los mercados internacionales. En cualquier caso, la sensación general es que se ha logrado llegar a un punto medio que busca acomodar tanto la petición de los países que buscan pagar menos como el temor de aquellos que temen ahuyentar a mercados como Estados Unidos o Noruega. La UE busca así mandar una señal a los mercados de que no está dispuesta a pagar cualquier precio mientras mantiene se mantiene como un mercado atractivo.

El 'Catargate' como telón de fondo

Todo ello llega en medio del escándalo del Catargate. El mayor caso de corrupción en la historia del Parlamento Europeo amenaza ya con dañar las relaciones entre Bruselas y Doha. La Eurocámara ya ha tomado algunas acciones como congelar las resoluciones y votaciones relacionadas con el país del Golfo o prohibir la entrada de la institución a sus diplomáticos. Pero el gran caballo de Troya es el gas. Y Doha ya amenaza con responder de vuelta. La agencia Reuters recoge testimonios de diplomáticos cataríes advirtiendo de que las acciones de los europeos pueden tener consecuencias en materia energética. "Estas restricciones discriminatorias afectarás de forma negativa a la cooperación regional y global de seguridad y a las discusiones en marcha sobre la pobreza energética en el mundo", recoge la agencia.

Catar es uno de los mayores productores de Gas Natural Licuado del mundo. Desde el inicio de la invasión rusa a Ucrania, el GNL es uno de los grandes recursos que está adquiriendo la UE para desvincularse de la energía rusa. Y los petroEstados del Golfo son una de sus alternativas favoritas. En Bruselas y en Doha ya hay voces que apuntan que la trama de presuntos sobornos podría tener un efecto sobre este intercambio.

Este conato de chantaje, pone a Bruselas contra su espejo. La UE, y particularmente Alemania, han asumido con el tiempo que se pegaron un tiro en el pie desarrollando una gran dependencia energética con Rusia. Pero para deshacer este lazo y reemplazar a los hidrocarburos rusos, los europeos están virando hacia mercados con problemáticos historiales de derechos humanos como Azerbaiyán o Catar, lo que podría provocar que la historia se repita y el bloque quede atrapado a merced de estos intereses.

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