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El miedo, ese partido político invisible de la derecha griega

Es difícil entender por qué los votantes de Amanecer Dorado responsabilizan de las consecuencias del desastre financiero al eslabón más frágil y no a quienes desde los despachos han decidido que sus máximos beneficios pueden ser compatibles con el extremo empobrecimiento de millones de personas 

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Un perro en la plaza Syntagma de Atenas.

Actualizado:

Una persona con una jeringuilla en el barrio ateniense de Exarchia. - CLEMENTE BERNAD

Un grafiti en la antigua Universidad Politécnica.

Una imagen del centro de Atenas.

Otra pintada en la capital griega.

Un hombre hurga en la basura frente al Parlamento heleno.

Cuando las cuatro personas están sentadas en el taxi y tratan de pronunciar tres veces, en griego, el nombre de la calle a la que van, el conductor responde bruscamente que mejor se bajen y busquen otro. En ese momento, uno de ellos llama por teléfono a la persona a la que van a visitar y le pasan el móvil al taxista que finalmente accede a llevarlos. Tras unos minutos de conversación alguien le pregunta al hombre que está al volante de la situación por el partido al que va a votar. La respuesta es: "Si os digo a quien voto igual os enfadáis". Y finalmente reconoce que es votante de Amanecer Dorado.

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Un perro en la plaza Syntagma de Atenas.

El resentimiento social del taxista es evidente en su tono de voz, en sus ademanes, incluso en la forma en la que conduce con cierta brusquedad. Lo difícil es entender por qué responsabiliza de las consecuencias del desastre financiero al eslabón más frágil y no a quienes desde los despachos de las grandes corporaciones o los gobiernos complacientes han decidido que sus máximos beneficios pueden ser compatibles con el extremo empobrecimiento de millones de personas. Quizá el uso de la identidad nacional le permite conservar una situación social de superioridad ante los inmigrantes y eso haga que ese pasado de éxito económico y social no se haya evaporado del todo. ¿Es el fascismo un complejo de inferioridad colectivo disfrazado de complejo de superioridad?

"Los troikanos"

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Miembros de una asociación reparten comida en la calle.

Sobre la mesa, una factura de luz de más de cuatrocientos euros en dos meses, la carta de un banco con el interés que cobran las tarjetas que utilizan para deslizar su economía hasta el fin del mes y el café servido en una vajilla de buena porcelana que parece salvada de un naufragio. "Ves ese teléfono"-dice Nora- "hace diez años sonaba varias veces cada semana porque no paraban de llamarnos los bancos para ofrecernos créditos para una segunda vivienda, para un viaje, para un coche nuevo… Y mucha gente que entonces dijo sí ahora si le preguntas si tiene dinero para subsistir te dice que no".

Demis ha estado intentando convencer a su madre de que cambie su voto, de que no puede ser que apoye a los mismos que le han partido la pensión por la mitad, que le han quitado las pagas extras, que le han subido el IVA al 23% y el IBI un 300%. Ella se queda dubitativa cuando escucha esos contundentes argumentos, pero el miedo vence ese racionamiento y se resiste a aceptar que la victoria de Syriza puede mejorar su situación. Y lo explica: "Si gobernara Tsipras y dejara de pagar la deuda yo me moriría de vergüenza por pertenecer a este país".

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La Policía atiende a una persona en la calle.

Y su hijo responde: "Vergüenza es lo que estamos viviendo ahora, con una sanidad de mierda, con gente que no tiene que comer a partir del día quince del mes, con tus dos hijos que han tenido que irse a vivir al extranjero, eso sí que es vergüenza". Entonces ella asiente, por un momento, le da la razón, recuerda las visitas de los hombres de negro de la Unión Europea a los que llama "los troikanos" pero de nuevo el miedo hace su trabajo y repite que no quiere cambiar su voto.

Clases de Arquitectura en la antigua Universidad Politécnica.

Está lloviendo y los estudiantes aceleran el paso al entrar a la Universidad Politécnica de Atenas. Aunque es sábado, las aulas de arquitectura están repletas. En ese lugar, el 14 de noviembre de 1973, un grupo de jóvenes inició una protesta, se encerraron en el campus y pusieron en marcha una emisora de radio a través de la que pedían el fin de la dictadura. Durante tres días permanecieron allí, vigilados por tres tanques que trataban de disuadirlos. A la tercera jornada, viendo que no desistían de su empeño y se iban a casa, los tanques recibieron la orden de entrar y uno de ellos tumbó la puerta de acceso. Esa fue la señal que inició un ataque armado del ejército que causó 30 muertos y decenas de heridos.

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Bar en la plaza del Museo Arqueológico.

Cerca de allí está el Museo Arqueológico. En un bar tres hombres hablan. Sin entender lo que dicen es evidente que la política es su tema de conversación. Alguien les pregunta por los sucesos de la Politécnica y casualmente dos de los interlocutores eran estudiantes allí en el año de las protestas. Uno de ellos cursaba electrónica y tras el asalto del ejército tuvo que dejar a su novia, gravemente herida, en las urgencias de un hospital, y esconderse para no ser detenido y torturado por la Policía. Cuando la conversación se centra en la actualidad política sentencia duramente: "Lo que están haciendo con Grecia no es cuestión de una situación difícil; lo que están haciendo con Grecia es un crimen".

Urnas llenas de realidad y deseo

Camina por una calle que parece un zoco árabe hasta que tuerce por un callejón y por un extraño pasillo accede a un bar, sin un solo turista, desde el que se contempla maravillosamente el Partenón. Durante meses,  su blog ha sido una interesante referencia para conocer y entender lo que estaba ocurriendo en Grecia. "Creo que lo más urgente en este momento es desalojar del poder a Nueva Democracia porque su política está siendo nefasta para la sociedad griega. El deterioro que se ha producido en los últimos años hay que detenerlo inmediatamente".

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Pedro Olalla lleva 20 años viviendo en Grecia.

Pedro acaba de escribir el libro Grecia en el aire, donde hace una lectura de la Grecia actual desde la Grecia clásica. Su compromiso con la mejora de las condiciones sociales del pueblo heleno es patente. Mientras los intelectuales españoles progres apuntalan el mito de la transición para salvar el recuerdo de su buena convivencia con gobiernos socialistas y populares "porque la cultura es otra cosa", en esta Grecia que se asoma al abismo de la pobreza pasa algo parecido, pero con otros comportamientos. "Aquí no hay una fuerza política emergente que denuncie un régimen como el del 78 español -explica Pedro-. Aquí los intelectuales tienen vínculos con partidos tradicionales, aunque hoy se reúnan con otras siglas, y eso elimina una buena parte de sus conflictos. Se echa de menos una postura más activa, crítica y vigilante, porque el reto de Syriza comienza al día después de que gane las elecciones".

*Emilio Silva es sociólogo y periodista.
Fotografías de Clemente Bernad: visite su web

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