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Alfonso Rueda: 106 días a la sombra de Feijóo y sin proyecto para Galicia

El nuevo presidente de la Xunta gobierna la comunidad con mayor porcentaje de voto al PP, pero su inacción y el seguidismo de la estrategia estatal del partido están borrando su escaso perfil político.

2/9/22 De izquierda a derecha, los presidentes de la Xunta de Galicia, Alfonso Rueda; de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco; el PP, Alberto Núñez Feijóo, y la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, el pasado 27 de agosto en un acto en
De izquierda a derecha, los presidentes de la Xunta de Galicia, Alfonso Rueda; de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco; el PP, Alberto Núñez Feijóo, y la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, el pasado 27 de agosto en un acto en Cotobade (Pontevedra). César Arxina / Europa Press

Cuando Alberto Núñez Feijóo dejó Galicia para liderar el PP, su sustituto prometió que las cosas no iban a cambiar. Y si de algo no se le puede acusar a Alfonso Rueda es de haber mentido en eso. Tal es el grado de continuismo en la Xunta de Galicia en los 106 días que han transcurrido desde el cese de Feijóo que incluso da la impresión de que su sucesor sigue siendo vicepresidente, y no presidente del Ejecutivo gallego.

Alfonso Rueda siempre ha mantenido un perfil muy bajo. Concejal en Pontevedra, su ciudad natal, desde los 27 años, y mano derecha de Feijóo desde 2003, ha ocupado plaza ininterrumpidamente desde 2009 en todos los gobiernos de la Xunta, a la que se aupó como segundo al mando a partir de 2013. Pero en las encuestas siempre ha aparecido como un perfecto desconocido para los gallegos. En febrero de este mismo año, poco antes de la caída de Pablo Casado y el ascenso de Feijóo, apenas un 50% de la población le identificaba como su vicepresidente y conselleiro.

Amable, pulcro y hasta fotogénico, con el punto justo de timidez y muy poca capacidad para la impostura y para salirse de la cortesía en el debate público con sus opositores, el problema de Rueda es que, pese a todo eso, no encanta. Y no sólo por falta de carisma, que también, sino porque esa estrategia seguidista a la que se ha abrazado está sembrando la idea de que no tiene más proyecto para Galicia que seguir el rastro de Feijóo. 

Ha mantenido íntegro con los mismos conselleiros y conselleiras al último Gobierno del expresidente, con la sola incorporación a la Vicepresidencia Segunda de Diego Calvo, el hombre de confianza del líder en la provincia de A Coruña, y el ascenso a la Vicepresidencia Primera de Francisco Conde, asesor de cabecera de Feijóo en materia económica y quien ya ocupaba la Consellería de Economía.

Los cambios de Rueda tan sólo han consistido en sustituir a las personas más próximas a Feijóo e que trabajaban para éste en los segundos y terceros peldaños de la estructura autonómica y que se han ido a Génova con él.

"Es un presidente accidental que va camino de convertirse en presidente insustancial", afirma Ana Pontón, portavoz nacional del Bloque Nacionalista Galego (BNG) y líder de la oposición. "Y el problema es que con todo lo que está pasando, Galicia no puede permitirse una legislatura de transición", añade.

Galicia es la segunda comunidad con las pensiones y salarios más bajos y con las peores cifras demográficas, la primera en datos relativos de jóvenes que la abandonan y la sexta en la que más ha crecido el paro. La sanidad está colapsada con médicos en huelga denunciando una situación insostenible; el curso va arrancar otra vez con menos profesores y más colegios cerrados y con las familias sin saber aún a estas alturas qué libros deben comprar para sus hijos. Y los ayuntamientos que no son del PP siguen denunciando que la Xunta les obliga a prestar servicios sociales que no son de su competencia sin facilitarles el dinero necesario para financiarlos.

Cuando Rueda cumplió cien días al frente de la Xunta, el PP lo celebró asegurando que había liderado una "transición modélica", en palabras de Paula Prado, secretaria xeral del partido en Galicia, recogidas por Europa Pres. Prado tiene toda la razón porque la salida de Feijóo apenas provocó movimientos ni debates internos, aunque parece algo lógico dado que aquella salida repentina no fue un batacazo, sino, al contrario, un ascenso. ¿Alguien osaría cuestionar la sucesión designada por quien más manda ahora en el partido?

Frente a la potencia de los perfiles propios que muestran los líderes autonómicos de las comunidades gobernadas por el PP, como Isabel Díaz Ayuso (Madrid), Alfonso Fernández Mañueco (Castilla y León), Juan Ramón Moreno Bonilla (Andalucía) e incluso Aurelio López Miras (Murcia), Rueda, sin embargo, y pese a que gobierna con el mayor porcentaje de votos de todos parece haber renunciado a la idea de ganarse el título de barón.

2/9/22 Alfonso Rueda, en una rueda de prensa el pasado mes de julio.
Alfonso Rueda, en una rueda de prensa el pasado mes de julio. Gustavo de la Paz / Europa Press

Durante este verano se ha prodigado en actos compartidos con Feijóo, desde la Festa do Albariño a las romerías populares del PP, apoyando el discurso estatal del líder frente a las políticas del Gobierno de Pedro Sánchez y Yolanda Díaz pero sin ofrecer alternativas tangibles para la comunidad que preside. El Diario Oficial de Galicia de los últimos dos meses, en plena crisis inflacionaria y de la energía, parece obra de un Gobierno en funciones más dedicado a solventar los asuntos corrientes que a proponer, legislar y ejecutar estrategias e ideas propias.

La oposición, claro, aprovecha el hueco que deja la inacción de Rueda. El BNG de Pontón ha presentado un plan para invertir 1.000 millones de euros de partidas no utilizadas de los presupuestos de la Xunta para apoyar a las familias y empresas a superar la crisis con ayudas directas, subidas de pensiones y gratuidad en los servicios públicos de transporte. El PSdeG, que lidera Valentín González Formoso, ha reclamado recuperar la gratuidad de los libros de texto con la que acabó Feijóo y ha afeadoa Rueda su inanidad frente a los incendios de este verano y el colapso de la sanidad.

La única respuesta del presidente gallego ha sido seguir el discurso estatal de Feijóo y culpar de todo al Gobierno y a Pedro Sánchez, incluso en cuestiones que son de exclusiva competencia de la Xunta: si no hay suficientes médicos no es porque la Xunta lleve trece años recortando el presupuesto sanitario, sino porque Moncloa convoca pocas oposiciones para cubrir plazas de médicos internos y residentes (MIR). Si los escolares gallegos no saben qué y con qué van a estudiar este curso, la responsabilidad es del Ministerio de Educación. Si los gallegos se ven obligados a sufragar en su factura de la luz el coste de transportar fuera de Galicia la electricidad que se produce en Galicia, la culpa también es de Madrid. En el discurso de Rueda da igual que la Xunta tenga transferidas desde hace años todas las competencias en materia de industria, también energética.

El último debate se ha producido en torno a la decisión del Gobierno de promocionar la gratuidad en el transporte público, ya esté en manos del Estado, las autonomías o los ayuntamientos. La medida está funcionando, parece que goza de aceptación ciudadana y el decreto que lo recoge permite que las comunidades participen en ella cofinanciando el 20%. En Galicia, Rueda se ha negado a aplicarla alegando que la norma es "confusa", y sólo se ha prestado a financiarla en aquellas ciudades donde el transporte público depende de la Xunta y no de los ayuntamientos que, curiosamente, no están en manos del PP.

Tal vez sea casualidad. O no. Porque precisamente la primera meta volante que tendrá que superar Rueda si quiere mantenerse al frente de la Xunta son las elecciones locales previstas para dentro de ocho meses. Feijóo se fue de Galicia sin un sólo alcalde del PP en las siete grandes ciudades de la comunidad. Vigo, A Coruña, Ferrol, Santiago y Lugo están en manos del PSOE, Pontevedra es del BNG y Ourense, del indepenfiente sui generis Gonzalo Pérez Jácome. El municipio más grande gobernado por el PP no pasa de 30.000 habitantes, y de las cuatro diputaciones provinciales sólo tiene una, la de Ourense, del también sui generis Manuel Baltar

Parecería que Rueda lo tiene fácil para mejorar ese pobre rendimiento. Pero en el partido empieza a cundir cierta alarma. Más allá de la promoción personal del presidente en los medios públicos, sometidos a una manipulación descarada en su favor, y en los medios privados untados con dinero público, no existe una estrategia que distinga a Rueda con un perfil, proyecto y políticas propias.

"Las municipales de 2023 van a ser el termómetro para medir de verdad cómo estamos", asegura una fuente del PP gallego, que da por descartado que Rueda adelantará las elecciones generales previstas para 2024 para hacerlas coincidir con las generales. "Él mismo es consciente, como todo el partido, de que sin el tirón de Feijóo no va a revalidar la mayoría absoluta", concluye.

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