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El ayuntamiento de Barakaldo esperó hasta las elecciones para cerrar su albergue invernal

El consistorio, gobernado hasta ahora por el PSE, deja en la calle a 24 personas sin hogar. Los “sin techo” dormían desde diciembre pasado en un gimnasio.

Protesta por el cierre del albergue de Barakaldo.

BILBAO.- Belinda camina despacio por el centro de Barakaldo (Bizkaia), mientras cuenta con angustia las horas que faltan para que anochezca. No tiene trabajo ni casa. Apenas un bastón, con el que intenta remediar su minusvalía. A partir de la noche de este domingo, la calle será su única compañía: el ayuntamiento de esta localidad vizcaína –en manos, al menos durante unos días más, del PSE- acaba de cerrar el improvisado albergue municipal que funcionaba en un polideportivo, dejando a la intemperie a 24 personas.

A finales de marzo pasado, el consistorio había anunciado que este servicio –abierto a comienzos de diciembre para paliar el frío invierno- se prolongaría durante otros dos meses, alegando entonces “las condiciones climatológicas adversas que se esperan en las próximas semanas”. Sin embargo, las predicciones climatológicas del alcalde, Alfonso García, no fueron del todo acertadas: abril fue uno de los meses más cálidos y secos en la historia de Euskadi. Aún así, el ayuntamiento baracaldés mantuvo el albergue abierto… hasta el 31 de mayo, exactamente una semana después de las elecciones municipales, en las que el PSE fue derrotado por el PNV por apenas 72 votos.

“Ya se les ha pasado el emborrachamiento de las elecciones”, afirma a Público Mariví Freire, integrante de Berri Otxoak, la Plataforma Contra la Exclusión Social de Barakaldo. A día de hoy, este municipio ostenta una de las tasas de paro más altas de Euskadi. Poco queda ya de su histórico pasado de fábricas, cuando esta zona de Bizkaia llegó a ser considerada como uno de los motores industriales del Estado español. Frente a aquellos recuerdos, la dura realidad: a día de hoy, 2.500 mujeres viudas sobreviven por debajo del umbral de pobreza, mientras que el 63% de las personas desempleadas no perciben ningún tipo de subsidio o prestación. Belinda y su bastón están entre ellas.

Durmiendo en el váter

Coincidiendo con las últimas horas de vida del albergue, integrantes de varios colectivos sociales de esta localidad realizaron una simbólica protesta fuera de un cajero automático, donde colocaron una tienda de campaña. "Hoy no debemos olvidar que lo que ha habido en el Polideportivo Lasesarre tampoco era un albergue digno", destaca Freire. En efecto, las 24 personas que hasta ahora dormían allí lo hacían sobre el suelo, en colchonetas. Belinda y otra compañera –únicas mujeres que hacían uso de este servicio- pasaban las noches en el váter del gimnasio, convertido en una improvisada habitación sin camas.

Además de dormir, los usuarios podían utilizar las duchas y recibían un bocadillo, algo que el ayuntamiento llegó a publicitar como “catering de bienvenida”. “Otras novedades son que un educador social acudirá a la hora de entrada para orientar e informar de las reglas de convivencia y comportamiento dentro de las instalaciones y un vigilante permanecerá toda la noche con el fin de reforzar la seguridad”, explicaba hace cinco meses el consistorio, que entonces se vanagloriaba de haber montado “el único servicio de este tipo que se presta en la Margen Izquierda” de Bizkaia.

Sin embargo, desde Berri Otxoak han recordado que la Ley de Servicios Sociales obliga a todos los municipios con más de 20 mil habitantes a disponer de un albergue municipal. Barakaldo, que tiene 100 mil vecinos, aún no ha cumplido con este punto. De hecho, en 2010 el ayuntamiento –entonces también en manos del PSE- se negó a construir un alojamiento de este tipo, a pesar de que un informe de la Diputación de Bizkaia advertía sobre esta necesidad y señalaba a la localidad fabril como posible emplazamiento.

En ese contexto, Berri Otxoak ha advertido sobre los “continuos recortes aplicados en las ayudas económicas municipales para hacer frente a las necesidades básicas de las familias barakaldesas como el acceso a la vivienda, alimentación, inserción laboral o atención sanitaria, unas prestaciones de las que dependen cientos de familias en la localidad”. Mientras, Belinda aguarda con angustia la llegada de la noche. No sabe dónde dormirá. “A veces tengo pensamientos negativos”, confiesa. Sólo a veces.

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