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CUP elecciones Mireia Vehí: "El Estado español no será gobernable hasta que se resuelva el derecho a la autodeterminación de Catalunya"

Entrevista a la cabeza de lista de la CUP para las elecciones españolas del 10 de noviembre, las primeras de este tipo en las que se presenta la formación de la izquierda independentista. Exdiputada en el Parlament, Vehí destaca el "potencial transformador" de las movilizaciones que se viven estos días en Catalunya y asegura que esto "da pánico" al poder.

Mireia Vehí, cabeza de lista de la CUP para las elecciones del 10 de noviembre. CUP / LLUÍS BRUNET.

La CUP se estrena en unas elecciones generales españolas y, según todas las encuestas, lo tiene todo de cara para irrumpir en el Congreso. La candidatura por Barcelona la encabeza Mireia Vehí (Vilafant, 1985), diputada en el Parlament entre los años 2016 y 2017 y actual miembro del Secretariado Nacional de la organización. Antes de implicarse en la política institucional, esta licenciada en Ciencias Políticas y socióloga de formación estuvo implicada en numerosos movimientos sociales, como la lucha estudiantil contra el Plan Bolonia, el 15-M o la campaña Tancarem els CIE. Convencida de que los dos grandes partidos estatales -PSOE y PP- no se sentarán voluntariamente a negociar la autodeterminación de Catalunya, apuesta por generar un "desbordamiento" que los fuerce a hacerlo. Y eso pasaría por mantener un ejercicio de desobediencia civil masivo "constante y alargado en el tiempo". Recibe a Público en la sede nacional de la formación, horas antes de que arranque oficialmente la campaña electoral.

En abril decidieron no concurrir a las elecciones españolas. ¿Qué ha cambiado desde entonces? ¿Por qué ahora se presentan?

Hay dos argumentos fundamentales. El primero es que identificamos que la situación de excepcionalidad es muy grande. Hay una excepcionalidad democrática, de persecución de derechos y libertades, pero también analizamos la excepcionalidad en clave económica, de política migratoria y, en definitiva, en clave de vida. Seguramente todo esto no ha cambiado tanto desde abril, pero son cuestiones centrales que en los dos casos nos hacen valorar si tiene sentido que vayamos.

El segundo argumento, y aquí sí que ha habido cambios, es el papel de los partidos independentistas en Madrid, sobre todo en la investidura de Pedro Sánchez. Tenemos a una ERC regalando la investidura a cambio de nada, dicen que es para que no suba el trifachito, pero para nosotros es a cambio de nada, en tanto que identificamos que el PSOE no es parte de la solución, sino del problema. Con él ha habido más presos, más hostias y la guinda ha sido el funeral de Estado a Franco. Además, en Catalunya, ERC hace una retórica de hablar mucho de soberanías, pero luego la política del Govern de la Generalitat, encabezada por la ley Aragonés, es venderse el país en pedazos. ERC hace el análisis de que esto se resolverá con un pacto con el Estado, pero nosotros no compartimos que el Estado se sentará a negociar. La única manera con la que lo hará será a través del desbordamiento.

Junts per Catalunya ha tenido una retórica mucho más beligerante y republicana, pero en la práctica ha hecho una gestión en la Conselleria de Interior en total connivencia con el señor Marlaska y la señora Teresa Cunillera [la delegada del Gobierno español]. Y esto nos evidencia que su práctica política dista bastante del ejercicio del derecho de autodeterminación y la construcción de soberanías. Y, por último, están los comuns, que en el Estado han hecho un papel totalmente supeditado a las necesidades del PSOE y en Catalunya plantean una idea que supone volver a una especie de pantalla de diez años atrás, en un cierto retorno a lo que hicimos con el Estatut. Hacen una defensa del derecho a la autodeterminación en la teoría, pero no en la práctica.

Nos encontramos con tres partidos catalanes que podían hacer pinza en el Congreso en clave de autodeterminación y amnistía que están defendiendo propuestas políticas que no existen. Por lo tanto, hacemos el análisis de que hace falta alguien que vaya al Congreso a hackear, porque en el marco del Estado no cabe el derecho a la autodeterminación. Sólo nos queda tener una voz independentista, anticapitalista y rupturista, que levante alfombras de la corrupción, que le diga al rey que haga el favor de irse y que genere alianzas por abajo y hacia la izquierda para contribuir a extender la rebeldía. El Estado español no será gobernable hasta que Catalunya resuelva el derecho a la autodeterminación, pero para generar un desbordamiento que sea ingestionable también se necesita que jueguen el resto de pueblos del Estado.

Más allá de todo este análisis, ¿no existía un riesgo de invisibilización de la CUP si optaba, nuevamente, por no presentarse?

En las anteriores elecciones españolas, cuando después estaban las municipales, no tomamos la decisión en clave electoral, sino que hicimos un análisis político y decidimos que no era pertinente presentarnos. ¿Qué cambia ahora? Lo dicho, el papel de los partidos independentistas, etc. Lo que sí hay es la idea de usar el Congreso como altavoz. Y esto conecta con la idea de intentar ocupar todos los espacios institucionales para hacer política. Hay tanta gente ocupando espacios haciendo política en tantos lugares -en la calle, en los ateneos, en las universidades...- que nosotros también queremos ocupar todos los espacios posibles porque la excepcionalidad y el momento político lo requieren.

¿Tienen como referente lo que hicieron en 2012, cuando se presentaron al Parlament por primera vez y con tres diputados hicieron de altavoz de muchas luchas externas y, de algún modo, contribuyeron a cambiar un cierto sentido común?

Cuando entramos en el 2012, con la idea del caballo de Troya, lo hacíamos entendiendo que queremos que el Parlament sea soberano. La diferencia con el Congreso es que nosotros no iremos allí entendiéndolo como un espacio referencial de soberanía; entendemos que la soberanía debe estar aquí y es aquí donde está la resolución del conflicto. Decíamos que éramos un caballo de Troya porque queríamos hacer acción política parlamentaria; en el Congreso no es ese el objetivo. Allí el altavoz es en clave de poner sobre la mesa las contradicciones, llegar a todos los rincones del Estado, extender la rebeldía. No nos presentamos al Congreso para legitimarlo como espacio para resolver las cosas, sino para contribuir a que el aparato del Estado se desborde y se deslegitime.

Han defendido que el ejercicio de la autodeterminación sólo vendrá por un desbordamiento del Estado o porque la comunidad internacional fuerce un referéndum. ¿Cómo se desborda al Estado?

"Identificamos que el PSOE no es parte de la solución, sino del problema; con él ha habido más presos, más hostias y la guinda ha sido el funeral de Estado a Franco"

Analizamos el aparato del Estado con la idea del régimen del 78, es decir, la monarquía, la corrupción, el blindaje de las élites y un Estado surgido de una Transición que tiene un cordón umbilical con la dictadura ... el derecho de autodeterminación es un torpedo a la línea de flotación del aparato del Estado, porque cuestiona la unidad del Estado. Por eso decimos que es imposible que PP y PSOE se sienten a negociar, porque son dos partidos de Estado, son dos partidos que son régimen. Para nosotros, lo que está pasando los últimos tiempos en Catalunya es un buen ejemplo de cómo desbordar al Estado, que es la desobediencia civil masiva. La que se está dando los últimos días y que, como dice Jordi Cuixart, será constante y no permanente, pensamos que es una vía muy potente para desbordar al Estado, sobre todo si se extiende también al resto del Estado.

Cuando hacemos el enlace con la comunidad internacional decimos que la independencia es una propuesta política imprescindible para la salud democrática no sólo del pueblo de Catalunya, sino de España. Y como el Estado es incapaz de asumir una propuesta autodeterminista porque va en contra de su línea de flotación, para nosotros no es un interlocutor válido. No hay forma posible de resolver el conflicto democrático con él y entonces buscamos a otro actor, que es la comunidad internacional. No hablamos de la Unión Europea, no es "el mundo nos mira". Para nosotros se dibuja a partir de organismos de defensa de los derechos humanos, de todo el entramado vinculado a las Naciones Unidas, o del entramado de actores democráticos que entienden que es necesaria una salida democrática. Podemos hablar de partidos, sindicatos u otras organizaciones. La única respuesta que tiene el Estado para el pueblo de Catalunya es la represión. Por lo tanto, es una pared y queremos pasar de pantalla.

Mireia Vehí encapçala la candidatura de la CUP en el seu debut en unes eleccions al Congrés. CUP / LLUÍS BRUNET

Dice que no apela a una comunidad internacional que sea la Unión Europea, sino a organizaciones de derechos humanos, partidos, sindicatos... ¿Este tipo de comunidad internacional tiene capacidad de forzar al Estado a negociar?

No hacemos un análisis naíf. No decimos "el mundo nos mira y alguien vendrá". Somos muy conscientes de que la UE por voluntad propia no le dará un toque a un Estado español que con el Brexit y el ascenso de la extrema derecha es fundamental para su sostenimiento. Además, la UE, como España, es una trituradora de derechos y soberanías. Cuando hablamos de organizaciones de derechos humanos y comunidad internacional tampoco nos imaginamos que porque las Naciones Unidas digan que el Estado lo está haciendo muy mal, este se sentará a negociar la autodeterminación. Pero analizamos que si hay un ejercicio de desobediencia civil masivo constante y alargado en el tiempo, que afecte a los intereses económicos del Estado y de la UE, que afecte a la imagen pública del Estado, pues entonces, sí puede ser que las organizaciones de la comunidad internacional planteen una vía para que haya una solución democrática.

Sí, esto es política ficción. Pero nosotros analizamos qué debilidades y qué potencialidades tenemos. No tenemos poder, empresas, Estado, ejército, servicios secretos ni unos recursos infinitos. Nosotros tenemos a la gente, mucha, muy convencida y con una disposición increíble para hacer política. Por lo tanto, vamos a jugar con la desobediencia civil masiva, organizada y desbordadora. Vamos a hacer que esto sea ingobernable. Lo único que está pidiendo la gente es autodeterminación y amnistía, poder decidir. Si la respuesta es la represión, llega un punto donde esto ya no se aguanta por ninguna parte y la unidad de España como capricho de las élites y como principio inmutable tampoco tiene sentido, tiene un recorrido limitado.

A pesar de la repercusión mediática, los disturbios de las últimas semanas son incomparables con los que se han vivido en Francia con los chalecos amarillas, por ejemplo, sin que se generara un debate similar sobre una determinada violencia. ¿Tiene la sensación de que aquí hay un rechazo claro a la cultura de la protesta?

Lo que hay también son determinados intereses políticos. ¿Por qué se criminaliza de una manera casi absurda lo que ha pasado los últimos días en Catalunya? Porque determinados sectores no tienen una cultura de la protesta, porque no lo han necesitado y tienen las leyes a su servicio. Pero también está el elemento que la potencialidad que tiene lo que está pasando es muy alta en términos de transformación. El derecho a la autodeterminación es un torpedo a la línea de flotación del Estado y la reacción a esto debe ser muy desproporcionada porque es un peligro. Y, por otro lado, aquí en Catalunya la situación de excepcionalidad es tan grande que hay un consenso bastante amplio que si las leyes son injustas deben desobedecer. Y que si no existe la posibilidad de ejercer un derecho democrático y legítimo en un marco legislativo, lo que haremos es la desobediencia civil masiva.

Y esto desde la perspectiva del orden, y orden hay en Madrid, Barcelona y Figueres. Es un drama, porque desborda las lógicas clásicas de representación institucional y de hacer política en el marco de Catalunya y también en el marco del pacto surgido de la Transición. Tiene tanta potencialidad, enmienda tantas cosas y ancla tanto a la izquierda la práctica política que da miedo. Y da miedo en España y en los partidos de orden independentistas. Si no, no se entiende la criminalización que ha hecho ERC de lo ocurrido en Barcelona, ni la respuesta que ha dado JxCat a través de la Consejería de Interior. ¿Tienes a toda la chavalada una semana entera en la calle y lo único que sabes hacer es golpear? Son gente muy joven que lo único que está diciendo es que si no hay futuro no habrá un presente en paz. Y eso les da mucho miedo.

¿La movilización ha superado sus previsiones?

"No nos presentamos al Congreso para legitimarlo como espacio para resolver las cosas, sino para contribuir a que el aparato del Estado se desborde y se deslegitime"

Yo creo que sí. Estamos orgullosísimos de lo que está pasando en este país. Lo que está pasando nos desborda a todos. Tener todos los días, mañana, mediodía y tarde, a miles de personas en la calle, de diferentes edades, de formas diversas, en muchos puntos del país y con una clara conciencia de que el movimiento es todo el mundo, es muy potente. Y quien criminaliza son los gobiernos, el español y el catalán, en la calle no he oído a nadie criminalizando ninguna de las acciones. Esto es muy potente, aquí hay un clic y hay una ruptura emocional con las instituciones del Estado e, incluso, con las de la Generalitat en clave represiva. Esto es muy fuerte. Todos los chicos y chicas que han protagonizado las movilizaciones más nocturnas han sido la punta de lanza de todo esto. Este no tenemos nada, pero tampoco tenemos miedo tiene una capacidad de irradiar cosas con mucha capacidad transformadora y esto da pánico al poder.

¿La sentencia ha sido una chispa que ha hecho emerger malestares latentes que van mucho más allá de la cuestión nacional y que muestran el hartazgo de una generación también con el modelo económico?

Estos días creo que ha pasado algo que ha sido increíble y es que las movilizaciones a raíz de la sentencia han dejado atrás la grieta identitaria y la grieta indepe-no indepe y han cogido un componente de clase y de enmienda a la totalidad, no sólo del Estado en clave nacional, sino también del Ibex, del mercado laboral, de la patronal, del sindicalismo amarillo... Y eso para nosotros es un paso de gigante, porque es otra pantalla. Tienes a buena parte de un pueblo en la calle, evidentemente no a todo porque es diverso, durante muchos días seguidos, diciéndole al poder, en todas sus formas, que si no cabemos, no habrá paz. Y esto en clave de transformación desde la izquierda es potentísimo.

Defendemos con uñas y dientes que haya gente tan joven que haya sido la punta de lanza de esto, de decir "hasta aquí hemos llegado": "Tendré 21 años, no tendré curro y seré un nini porque no puedo ir a la universidad porque no me la podré pagar". Pero aquí, como decía el comandante Chávez, "hay un pueblo digno" y no pasaréis. Esto es muy potente. Tiene una proyección de construcción política, se dice que se quiere construir un país y que su mierda no nos va y llevamos un mundo nuevo. No queremos ni más maderos, ni más precariedad, ni más contratos basura, ni más desahucios ... el sentido común de este país dice que queremos vivir tranquilos, que no queremos una ocupación militar, que queremos tener casa, que queremos que nuestros hijos estudien en la universidad y que queremos techo, pan y trabajo. Y cuando el sentido común de este país dice esto, quiere decir que la capacidad de transformación es enorme.

¿Contempla un escenario de ilegalización de partidos o entidades independentistas?

Nuestro análisis es que no estamos en una fase resolutiva del conflicto, estamos haciendo un pulso al Estado. Y su respuesta es la represión. Ahora bien, creo que no haremos ningún favor engordando a los partidos de la derecha y contribuyendo a su delirio y que crean que son omnipotentes. No es positivo. Lo que tenemos que hacer es llevarlo al sentido común y decir: "¿Ustedes ilegalizarán a un partido político porque defiende que el futuro de un pueblo debe decidirse en un referéndum?". ¿Puede pasar de todo? Sí, pero no contribuimos a inflar el globo de la represión desatada. Evidentemente, en esta casa hay miedo y nervios, pero también la convicción de que toca estar donde hay que estar y ya lo gestionaremos. Y que tenemos un pueblo en la calle.

Esta semana se ha constituido, finalmente, la Asamblea de Cargos Electos impulsada por el Consell per la República y con la participación de JxCat, ERC y la CUP. Llega después de que la semana pasada la CUP convocara una Trobada de Càrrecs Electes.

Hicimos la Trobada de Càrrecs Electes porque dijimos que ni el Gobierno español ni el de la Generalitat están trabajando para resolver el conflicto. Y optamos por hacer jugar a una institucionalidad que ya existe, que son los cargos electos. Y que estos sean el actor que pueda contribuir a resolver el conflicto apelando a la comunidad internacional. Sacudimos y esto es potentísimo. Que después haya una convocatoria de la Asamblea de Cargos Electos está muy bien, pero lo que pasó es que había en ella dos intereses diferentes. Estaban los de los cargos electos, sobre todo de la CUP, que decían que debía servir para la desobediencia institucional y esto colisionaba con otra retórica muy republicana y muy histórica, pero que en la práctica no aportaba nada. El papel que jugó la Esquerra Independentista es muy potente, porque hizo presión y llevó el discurso de la desobediencia. A partir de aquí seguiremos trabajando.

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