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Estos son los últimos gestores de la fortuna que Juan Carlos I ocultaba en 'fundaciones'
Tres personas han sido clave para hacer de pantalla del enriquecimiento del rey emérito a través de la cuenta ‘Soleado’ y las ‘fundaciones’ Zagatka y Lucum, que canalizaron comisiones multimillonarias por sus gestiones internacionales como jefe del Estado
Carlos Enrique Bayo
Madrid-Actualizado a
Tres personas han sido clave para hacer de pantalla del enriquecimiento del rey emérito Juan Carlos I a través de la cuenta Soleado y las fundaciones Zagatka y Lucum, que canalizaron comisiones multimillonarias por sus gestiones internacionales como jefe del Estado.
Los Albertos: Alcocer Torra y Cortina Alcocer
Primos y nietos del que fuera alcalde de Madrid en las dictaduras de Primo de Rivera y de Franco (Alberto de Alcocer y Ribacoba), Los Albertos se casaron con las hermanas Esther y Alicia Koplowitz, herederas de Construcciones y Contratas (hoy FCC tras su fusión en 1992 con Fomento de Obras y Construcciones), empresa que gestionaron y diversificaron en los años 70 y 80 hasta convertirla en un grupo de 30 sociedades, multiplicando por diez su valor. También entraron en el negocio bancario con la adquisición del Banco Zaragozano (que luego vendieron a Barclays) y trataron de controlar Banco Central y Banesto con la operación Cartera Central, tras hacerse con las acciones que el fondo soberano kuwaití KIO tenía en el Banco Central a cambio de la constructora Urbanor, que poseía los terrenos edificables de Madrid en los que se alzaron las Torres KIO.
Esa operación de venta de los solares, en 1987, se convirtió en el caso Urbanor, uno de los mayores escándalos económicos de los años ochenta. Los Albertos fueron imputados por engañar a sus socios en el precio de las acciones, estafándoles unos 25 millones de euros, hecho por el que fueron condenados por sentencia firme del Tribunal Supremo, que revocó en 2003 la absolución previa de la Audiencia Provincial por supuesta prescripción de los delitos de falsedad y estafa. Pero el Constitucional suspendió el ingreso en prisión de Los Albertos y, en una más que polémica reinterpretación de la doctrina penal vigente sobre la prescripción del delito, revocó en 2008 el veredicto del Supremo y absolvió a Los Albertos, pese a que ya desde la primera sentencia de la Audiencia, en enero de 2001, se dictaminó "suficientemente acreditado que Alberto Cortina y Alberto Alcocer engañaron a los representantes de los accionistas minoritarios".
Mucho más conocidos por sus mediáticos divorcios de las riquísimas Koplowitz (y por unas escandalosas fotos de Marta Chávarri, con la que en 1991 se casó Cortina, por las que Interviú, que las publicó en 1989, tuvo que pagarle una indemnización de 34 millones de pesetas), Los Albertos resultaron absueltos por prescripción de un delito probado judicialmente y se libraron de la cárcel, pero quedaron inhabilitados en el ejercicio de cualquier actividad bancaria. Al final, la Sala Civil del Tribunal Supremo los condenó en 2014, tras 21 años de pleitos, a devolver lo estafado con intereses.
Sin embargo, durante todos esos años siguieron gestionando su imperio empresarial (centrado en la Corporación Financiera ALCOR), así como la fortuna del rey Juan Carlos I, del que se hicieron amigos íntimos invitándole a cazar en las enormes fincas de Toledo que se quedaron en usufructo tras sus divorcios, como El Avellanar (5.000 hectáreas), por cuya utilización litigaron Alcocer y Esther Koplowitz, propietarios de esa extensión al 50%.
Diversas fuentes coincidentes, y numerosos indicios documentales y pruebas judiciales, vinculan a Los Albertos con el bróker suizo Arturo Fasana, a quien Alcocer presentó al rey poco antes de que crease la cuenta nodriza Soleado en Credit Suisse, a través de la cual Rhône Gestion canalizó una evasión fiscal masiva de capitales durante décadas. Ambos primos también gestionaron en Bolsa los paquetes de acciones de grandes compañías privatizadas que fueron adjudicados a Juan Carlos I durante la etapa de Rodrigo Rato como ministro de Economía.
Álvaro Jaime d’Orleans-Borbón, presidente de la ‘Fundación’ Zagatka
Totalmente desconocido hasta que la examante del rey Corinna Zu Sayn Wittgeinstein (Larsen de soltera) lo destapó como "el hombre de paja" escogido por Juan Carlos I para ocultar su fortuna, Álvaro d'Orleans es residente en Mónaco (un paraíso fiscal), pero creó en Liechstenstein (otro paraíso fiscal entre Suiza y Austria) la Fundación Zagatka en la que se ocultó la comisión de 52 millones de euros que recibió el rey por su intermediación en la venta del Banco Zaragozano a Barclays. Desde esa fundación se financiaron durante años los viajes de Juan Carlos I y de Corinna en aviones privados, por un total de 8 millones de euros.
Este primo lejano del emérito ha negado, en su declaración como testigo por videoconferencia, ser el testaferro del rey (pese a la acumulación de pruebas documentales que lo demuestran) y alega que su padre le encargó seguir con la tradición familiar de ayudar a las monarquías europeas, especialmente la española, costumbre que inauguró su abuelo Alfonso de Orleans y Borbón, quien acompañó al rey Alfonso XIII en su exilio y defendió a don Juan de Borbón ante Franco. Sostiene que los fondos de Zagatka proceden de su herencia, pero la exigua cuantía de ésta no justifica las 21 sociedades off-shore y los 84 millones de euros en activos que controla, además de que esa fundación ingresó grandes cantidades de dinero más de una década después del fallecimiento de su padre. Ingresos anónimos de 5,5 o 6,5 millones de euros que no ha sido capaz de justificar ante el fiscal de Ginebra Yves Bertossa.
Tampoco ha explicado por qué, a partir de 2003, abrió sus cuentas (y lo hizo bajo la gestión de la sociedad Rhône Gestion de Arturo Fasana y Dante Canonica) en Credit Suisse, donde se aloja la cuenta especial Soleado, y en el banco Lombard Odier, cuyo propietario (Thierry Lombard) es familiar de Canonica y financiero suizo de cabecera desde hace muchos años de Los Albertos.
Tras encontrarse en el ojo del huracán del escándalo sobre la fortuna de Juan Carlos I, Álvaro de Orleans ha emprendido la retirada de las inversiones que tenía en España: dos empresas agroalimentarias, fincas en Cádiz (Sanlúcar de Barrameda, Chipiona y Rota), una bodega en Jerez y otras propiedades inmobiliarias.
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