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El profesor que prometió el mar a sus alumnos y que el franquismo fusiló antes de poder cumplirlo

Los dramaturgos Alberto Conejero y Xavier Bobés llevan la figura del maestro Antoni Benaiges al teatro con 'El mar. visión de unos niños que no lo han visto nunca', la historia de una promesa que la guerra dejó por cumplir. 

Montaje de un escena de la obra de Alberto Conejero y Xavier Bobés, el cartel del Teatro la Abadía y una imagen de Antoni Benaiges
Montaje de un escena de la obra de Alberto Conejero y Xavier Bobés, el cartel del Teatro la Abadía y una imagen de Antoni Benaiges. Chema Molina / Público

El Gobierno de la II República movilizó a cientos de profesores de las ciudades al campo para que todos los niños españoles pudieran aprender. Así llegó el maestro catalán Antoni Benaiges a la pequeña localidad burgalesa de Bañuelos de Bureba en 1934. Benaiges prometió a sus alumnos llevarlos a conocer el mar a su Tarragona natal con la intención de ensanchar las fronteras de su mundo. Pero el golpe de Estado truncó toda ilusión. Un día más tarde los militares fueron a buscar al maestro. Fue torturado y fusilado. Su delito, confiar en otro mundo posible. Benaiges formaría parte de una larga lista de profesores asesinados por el bando sublevado. 

La figura de Benaiges quedó recluida en la intimidad del recuerdo de sus alumnos hasta que en 2010 comenzaron los procesos de exhumación de la fosa La Predaja  (Villafranca Montes de Onca Burgos), donde se esperaba encontrar el cuerpo del maestro. Por el momento no se han hallado sus restos pero sí que se ha recuperado su memoria. 

Benaiges y sus alumnos dejaron un peculiar legado documental. El maestro catalán seguía los métodos de la pedagogía Freinet, una corriente educativa que defendía dar la palabra a los niños para aprender. A su llegada a este pueblo de 200 habitantes (38 censados a día de hoy), Benaiges adquirió una modesta imprenta con la que fue publicando pequeños libretos en los que sus alumnos contaban su día a día. 

Cada libreto narraba un tema diferente, como las vacaciones o el paisaje. Pero entre todos ellos hay uno especial. En 1936 publicaban El mar. visión de unos niños que no lo han visto nunca. Estas pocas páginas guardan como un tesoro los testimonios de unos alumnos que solo podían imaginar algo que no habían visto nunca. 

"El mar será muy grande. Yo no lo sé porque no he estado. También será muy ancho y tampoco sé si es ancho o no lo es", decía Natividad. "El mar será ancho, largo y hondo. Muy grande. El mar es donde cogen las merluzas. Y es por donde andan los barcos", sentenciaba otro de los alumnos. 

"La memoria tiene una tarea de justicia y vigilancia"

Los dramaturgos Alberto ConejeroXavier Bobés han querido dar voz y cuerpo a esta historia. Del 15  al 26 de febrero Antoni Benaiges volverá a la vida en el Teatro La Abadía de Madrid con la obra El mar. visión de unos niños que no lo han visto nunca. En su primera producción conjunta, Conejero y Bobés brindan el privilegio de poder volver a imaginar el mar por primera vez. 

El teatro de Alberto Conejero se caracteriza por atender a la memoria de personajes que han sido desdibujados por la historia. A lo largo de los años, Conejero ha acudido en sus obras a figuras en "los márgenes de la fotografía oficial", como Rafael Rodríguez Rapún, último compañero de Federico García Lorca, Montgomery Cliff, figura LGTBI del Hollywood dorado o Josefina Manresa, esposa de Miguel Hernández. 

Conejero llegó al maestro catalán gracias al libro Desenterrando el silencio: Antoni Benaiges, el maestro que prometió el mar. "La historia de Benaiges me interpela porque es una cuestión de memoria histórica, pero también por su condición de maestro. Yo soy quien soy porque tuve la suerte de acudir a escuelas públicas que depositaron en mí una muestra de confianza en que podía tener horizontes más amplios de vida", ha declarado el dramaturgo en una entrevista para Público. 

Alberto Conejero: "La memoria tiene una tarea de recuerdo y de justicia, pero también de vigilancia"

Con su teatro, Conejero pretende mirar al presente a través de lo que el pasado nos ha cedido como experiencia y memoria. "A veces me preguntan por qué me voy al pasado y no me ocupo del presente. Estoy totalmente en contra de esta afirmación. Yo creo que el pasado es lo que tenemos delante, aquello que podemos mirar. El futuro todavía no existe, nos sorprende por la espalda. La memoria tiene una tarea, primero de recuerdo y de justicia, pero también de vigilancia", ha asegurado. 

La elección de este tipo de personajes no es fortuita. Todo lo contrario, tiene un cariz claramente social y político. "Mi propia condición sexoafectiva y mi forma de situarme en el sistema me ha impulsado a recoger a estas figuras porque me reconozco en ellas. Intento extraer de ellos una enseñanza sobre mi propia condición o modo de estar en la vida".

"Tenemos que cultivar el asombro"

Conejero es un férreo defensor de la educación y la sanidad pública. Considera que son "los pilares básicos del estado de bienestar". "Si dejamos la sanidad y la educación en manos de lo privado perdemos ciudadanía. Sería una pena que desde niños se nos tratase como clientes", ha argumentado a este medio. 

Frente al ya más que largo periodo de crisis que está atravesando la escuela pública, Conejero sigue "confiando" en la figura de los maestros. Define la labor del profesorado como  "el acto de transmitir un legado de saberes que consideramos valioso y también de la posibilidad de ensanchar futuros". Para poder llevar a cabo esta tarea tan importante asegura que es preciso "estar abierto a la duda y al proceso de aprendizaje. No es un 'hazlo' así sino más bien, 'vamos a hacerlo juntos'. Que haya una posibilidad de encuentro"

Marina Garcés: "La muerte no culmina el proceso de aprendizaje, lo interrumpe"

A lo largo de la conversación, Conejero cita en varias ocasiones a la filósofa Marina Garcés, quien ha participado en la elaboración del texto de la obra El Mar: "Como dice Marina, lo que nos hace humanos es que no sabemos cómo vivir y la muerte no culmina el proceso de aprendizaje, lo interrumpe". 

Para el dramaturgo, nunca se deja de necesitar de la compañía de un maestro. "Mientras estamos vivos, estamos aprendiendo ¡Lo admirable que es mantener el asombro, estar atento a la eterna novedad del mundo! ¿Por qué hay una edad para aprender? Lo valioso que sería transmitir los saberes que vamos acumulando y a su vez, seguir recibiendo nuevos ". 

Para Conejero lo que se puede extraer de la figura de Benaiges es lo mucho que enseña y aprende de sus alumnos. "Las barreras generacionales en este tema yo creo que son muy infértiles porque cuánto tenemos que aprender de la generación anterior y de la siguiente". Ante la pregunta de qué es para él aprender, Conejero responde seguro: "Es un acto siempre incómodo y maravilloso".

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