Este artículo se publicó hace 4 años.
Trasvases del EbroDos décadas de lucha por mantener vivo el río Ebro
Desde el rechazo al Plan Hidrológico de Aznar que cumple veinte años, la Plataforma en Defensa de l’Ebre ha unido fuerzas para evitar la pérdida de un "río vivo" que está constantemente amenazado por nuevas propuestas de trasvase
Jordi Sans
Barcelona-
"El riu és vida" [El río es vida]. Este clamor hace 20 años empezó a estar en boca de todos en la parte catalana del río Ebro y con un importante eco también en la parte aragonesa. El 15 de septiembre del año 2000, el auditorio de Tortosa Felip Pedrell estaba abarrotado en la que sería la asamblea fundacional de la Plataforma en Defensa de l'Ebre (PDE).
El intento de aprobación del plan de un macroproyecto caracterizado por los grandes trasvases de agua del río a otras zonas del Estado pero también dentro de la propia Catalunya -2.000 hm3 hacia el norte y 1.500 hacia el sur- hizo saltar todas las alarmas y puso en marcha la maquinaria reivindicativa. Dos décadas más tarde, el Plan Hidrológico Nacional (PHN) de José María Aznar ya no está sobre la mesa, pero el río, y de rebote el territorio, continúa en una situación complicada: la falta de sedimentos y nutrientes en la cuenca del río está dejando el Delta del Ebro en situación de riesgo, y la aparición de nuevos trasvases de dimensiones más reducidas que las previstas a principios de siglo ha cambiado la posición de las fichas en el tablero de juego y ha puesto en peligro un espacio declarado protegido en 1983 y con una extensión de 7.736 hectáreas.
A pesar de que la creación de la PDE supusiera la suma a la causa de miles de personas de toda Catalunya y otros territorios catalanoparlantes, la historia del movimiento comenzó años atrás a través de la Plataforma antitrasvase, fundada cuando se terminó ejecutando el conocido como "minitrasvase de agua" al área de Tarragona durante la década de los años 80. Manolo Tomàs, portavoz de la PDE, recuerda que con el cambio de siglo vieron que podían "vencer al PHN de Aznar", pero que para ello necesitaban "convencer a la población ".
Esta determinación los llevó a trabajar en dos direcciones: por una parte, "crear argumentos sólidos y contrastados explicando por qué se defendían el Delta y el río", y pusieron de manifiesto que otro sistema de gestión del agua era posible. Asimismo, esbozaron "un movimiento social robusto, transversal y con un ambiente lúdico y familiar para poder apoyar estos argumentos".
La eclosión de este movimiento llevó la plataforma fuera de su zona 0 -a Barcelona, Palma, Valencia, Madrid y Bruselas-, ya que consideraban que formaban parte de un "terreno muy pequeño y con muy pocos medios" y debían "generar la visión de que si se dañaba Delta se dañaba también un gran valor medioambiental". Esta ruta llevó algunos miembros a reunirse con representantes de la Comisión Europea y generó momentos de complicidad: "Nos dijeron que éramos el primer movimiento social que iba a manifestarse a Bruselas y les pedíamos que no pagaran nada", recuerda Tomàs sobre el momento en que plantearon a los políticos europeos que "no destinaran un euro al PHN porque no tenía en cuenta normativas europeas y la única finalidad era la de eliminar el río Ebro".
Finalmente, las instancias europeas desestimaron la propuesta del Gobierno central y el proyecto quedó desactivado. Este, sin embargo, no sería el último escollo, ya que, como señala Susanna Abella, también portavoz de la entidad, "cada seis u ocho años ha habido propuestas de trasvases".
Administraciones de perfil bajo
El cambio de color en la Moncloa con José Luis Rodríguez Zapatero debía suponer un cambio de tendencia, ya que se había comprometido a derogar el proyecto del PP. Sin embargo, el entonces jefe del Ejecutivo español declaró de interés nacional una parte del Plan Hidrológico -el anexo II de obras-, donde había 860 proyectos de infraestructuras por toda la Península donde se preveía hacer llegar 120 hm3 de agua provenientes del Ebro. "Era el plan B que el PP había colocado dentro del PHN, por si fallaba el plan grande, hacerlo más pequeño", constata Tomás y recalca que, si bien quedaron descartados los grandes trasvases, entró en vigor una política de minitrasvases.
"Se sigue actuando como si no existiera el cambio climático"
En este punto hay que añadir a la Generalitat. El Govern Pujol, por sus vínculos con el PP en Madrid, pedía a la gente del Ebro que aceptaran la compensación económica que llegaría con la puesta en marcha de un proyecto que coincidía con las postrimerías de su mandato. CiU, de hecho, había pactado el PHN con Aznar y la acción había supuesto más de un abucheo para Jordi Pujol durante sus visitas al territorio. En este sentido, el ecólogo Narcís Prat, profesor emérito de la Universidad de Barcelona, apunta que en 2003 se puso en marcha la directiva marco del agua y pasó un periodo de impasse hasta 2010, cuando "había esperanza de que realmente las cosas cambiarían, que el ministerio reaccionaría y que se harían unos planes razonables" para el Ebro, dice. En contra de las expectativas, sin embargo, explica que "el plan de gestión del Ebro en ese momento es un desastre porque disminuye la importancia de los caudales ecológicos" y la política ha continuado hasta ahora. El científico pone el foco en la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) y la acusa de no querer cambiar el modelo de gestión "porque tiene intereses agrarios e hidroeléctricos". Además, asegura que "sigue actuando como si hubiera muchos recursos, como si hubiera agua para todos y prácticamente no existiera el cambio climático".
El problema de los sedimentos
En la misma dirección se expresa Abella cuando afirma que "las confederaciones se crearon en 1926 para convertir en regadío muchas zonas de secano, y la mentalidad, un siglo después, sigue siendo la misma a pesar de haber cambiado el contexto". Es aquí donde Prat concluye que "en el ámbito científico y técnico se ha hecho casi todo: sabemos cómo se deben sacar los sedimentos y lo que puede costar, pero la CHE no quiere, y Madrid parece que también apuesta por ello". Tanto Prat como Abella coinciden en que esta medida sería clave para devolver la vida al río, y lamentan que se mire hacia otro lado. "Hay una compensación de la subsidencia, porque está subiendo el nivel del mar y sólo se puede conseguir haciendo bajar más sedimentos: hay que cogerlos de los embalses y transportarlos hacia abajo", explica el profesor. Sus argumentos, sin embargo, no acaban aquí, y reitera: "Hace 23 años que lo dijimos -en un estudio exhaustivo publicado en 1997-, y por lo tanto ya se sabía. Si se hubieran aprovechado estas dos décadas, quizás el Trabucador [franja de tierra rodeada de mar y de gran valor mediambiental, en el Delta] no estaría como está".
Mirando al futuro, la llegada de una nueva propuesta de PHN 2021-2027, que se quiere aprobar a finales de año, ha vuelto a poner en alerta a los agentes sociales del territorio: implicaría trasvases en la zona de Santander, aprobados por el Consejo de Ministros en agosto. Esto se añade al trasvase aprobado por la Generalitat y que expande la red del Consorcio de Aguas de Tarragona a las comarcas catalanas interiores de la Conca de Barberà y la Baixa Segarra. En una asamblea el fin de semana pasado, la plataforma se conjuró para liderar un Pacto del Ebro desde el territorio que aporte soluciones "duraderas y sostenibles". Mientras recuerda las grandes mareas azules, Josep Sabaté (Diáspora Ebrenca) dice: "Quizá los adolescentes no lo han vivido tanto como nuestra generación, pero los próximos años lo vivirán" porque "la lucha en defensa del Ebro ha sido y es un vertebrador de la identidad del territorio".
Un trasvase humano: irse fuera a estudiar y no volver
Por otra parte, las consecuencias de unas políticas de trasvases recurrentes afectan al territorio más allá de las cuestiones ambientales. Las Terres de l'Ebre son uno de los territorios más afectados por el despoblamiento, y año tras año ven como mucha de su población más joven deja sus pueblos y ciudades para ir a estudiar o vivir en ciudades grandes como Barcelona o Tarragona. "En paralelo a la tubería del trasvase del Ebro a Tarragona, por la autopista o en tren se han marchado muchos jóvenes que no han vuelto al territorio", explica Josep Sabaté, miembro de la asociación Diáspora Ebrenca.
La organización está formada por personas que viven fuera de las comarcas del sur de Catalunya y, precisamente, una de sus líneas de trabajo es la búsqueda de mecanismos para que la gente del Ebro que lo desee pueda volver a casa una vez terminados los estudios: "Estamos trabajando para reconectarnos con el territorio y buscar fórmulas como el teletrabajo con oportunidades de trabajo en el territorio, pero de una manera generalizada", comenta.
Los últimos datos de despoblación en la geografía catalana evidencian esta sensación. Según las cifras del Instituto Cartográfico de la Generalitat de Catalunya (ICGC), el año 2019 la preocupación por el despoblamiento se valoraba con un 9 sobre 10 en las comarcas, entre otras, del Montsià, Baix Ebre -que en términos absolutos también son las comarcas que pierden más población- y la Terra Alta, tres de las cuatro comarcas del Ebro. La Ribera d'Ebre, por su parte, obtenía una puntuación de entre 5 y 6 puntos. Todo ello lleva Sabaté a reconocer: "Todos tenemos el pesar de que crecimos gritando que el río es vida y que queríamos un futuro para las Terres de l'Ebre, pero nos hemos encontrado que nuestro futuro no está en las Terres de l'Ebre".
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