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Biodiversidad Salvar al lince ibérico, 20 años más de cuidados para evitar su extinción

Los ejemplares de lince ibérico han pasado de los 94 que había en 2002 a los 894 en 2019. La conservación de este felino parece tener éxito, sin embargo queda mucho por hacer para conseguir que los montes de la península sean seguros para uno de los mamíferos más maltratados de nuestro tiempo.

Imagen de archivo de un lince ibérico, especie en peligro de extinción. EFE
Imagen de archivo de un lince ibérico, especie en peligro de extinción. EFE

alejandro tena

Por primera vez en mucho tiempo, los datos arrojan optimismo sobre la recuperación de las poblaciones de lince ibérico. Según el último censo elaborado por el Ministerio para la Transición Ecológica (Miteco), los ejemplares de este histórico felino se han multiplicado por diez desde principios de siglo, cuando se contaban 94 mamíferos, y han alcanzado la cifra de los 894 individuos. Sin duda, una noticia que los colectivos ecologistas celebran. No en vano, todavía queda mucho para poder afirmar que la especie se encuentra a salvo.

"Si todo va bien y seguimos está progresión en la conservación del lince, calculamos que hasta el año 2040 no estará seguro", argumenta a Público Ramón Pérez de Ayala, biólogo del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) que lleva trabajando en la recuperación de la especie desde el año 2000. Para entonces se espera que al menos se hayan alcanzado las 750 hembras y los cerca de 2.000 ejemplares. "Si llegamos a esas cifras, podremos empezar a respirar tranquilos", manifiesta. En la actualidad se cuentan 188 hembras (que son determinantes para entender el estado de conservación), una cifra que, de mantenerse estable durante los próximos cinco años, podría servir para que la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) recatalogue la situación del lince y pase de estar en "peligro de extinción" a situación "vulnerable".

"Estamos ante uno de los pocos casos mundiales en los que la UICN puede cambiar de categoría una especie para bien"

"Vamos por el buen camino. Estamos ante uno de los pocos casos mundiales en los que la UICN puede cambiar de categoría una especie para bien", apunta Pérez de Ayala. "La gestión que estamos haciendo sobre el lince demuestra que con trabajo se puede mejorar la situación de especies en peligro, sin embargo, queda mucho por hacer", asegura. La tendencia al alza de la población del felino– de nombre científico Lynx pardinus– es celebrada por Gobiernos y colectivos ecologistas, pero el horizonte de futuro no deja de estar marcada por la incertidumbre de unos ecosistemas modificados donde el animal va a tener difícil sobrevivir.

"La ecología no son sólo números. No se puede basar una gestión únicamente en la cantidad de ejemplares que hay", indica Theo Oberhuber, especialista en biodiversidad y cofundador de Ecologistas en Acción. Por el momento, según indica el activista, la mayor parte de la recuperación de la especie se debe a trabajos de cría en cautividad, de tal forma que aún se requiere de una fase adaptación de los ecosistemas para garantizar que el mamífero puede sobrevivir en libertad. "Antes de que hacer una reintroducción hay que eliminar las causas que han llevado a un animal a estar amenazado. Esto es algo que no se está haciendo, por lo que la tasa de mortalidad seguirá siendo bastante alta", denuncia. 

Tanto es así, que pese a los buenos datos, las noticias de linces muertos están a la orden del día. Según las estadísticas, en 2019 se produjeron 34 atropellos de este felino en carreteras y, en lo que va de 2020 –cifras del mes de agosto– ya se han contabilizado 32 muertes por el impacto un vehículo. Además, se han registrado episodios de caza furtiva en zonas de Andalucía y Castilla-La Mancha, lo que desequilibra cualquier indicio de mejora de la especie en el territorio peninsular. 

"La ecología no son sólo números. No se puede basar una gestión únicamente en la cantidad de ejemplares que hay"

"Cuando buscamos zonas para soltar a los linces en libertad, nos resulta difícil encontrar hábitats que estén lo suficientemente alejados de las carreteras, que están por todos los lados en España. Es evidente que el atropello es una de las grandes amenazas que tiene esta especie", argumenta el biólogo del Fondo Mundial para la Naturaleza. Una de estas zonas negras es Doñana, donde la especie tiene censados 69 ejemplares, según la Junta de Andalucía, y donde las autopistas A-4 y N-420 se han convertido en un auténtico quebradero de cabeza para los grupo conservacionistas.

Otro de los retos que el conservacionismo tiene por delante, si se quiere sacar al felino en cuestión de la lista roja, es gestionar la biodiversidad de la que depende el lince. Este mamífero se sustenta, primordialmente, a base de conejo (Oryctolagus cuniculus), una especie que se encuentra en claro declive en España. Tanto es así, que en 2019 la UICN catalogó como "en peligro" a este logomorfo cuyas poblaciones se han reducido hasta el 70%. "El conejo tiene una presión cinegética muy importante, que en parte deriva de las exigencias del sector agrícola que reclama permisos de caza con la excusa de necesidad de controlar la población", informa Oberhuber.

En cierta medida, la problemática de lince refleja a la perfección lo que supone la pérdida de biodiversidad y cómo la merma de una especie determinada puede condicionar la pervivencia de otra. Se podría decir que sin conejos no habrá linces en España. "En lo que más esfuerzo tenemos que invertir es en gestionar esta otra especie, porque sus poblaciones ibéricas van cayendo en picado", asevera Pérez de Ayala, que detalla cómo a veces resulta complicado encontrar zonas para soltar a los felinos en los que se pueda conjugar la presencia de presas para su subsistencia con la lejanía suficiente de autopistas y carreteras.

El camino de la conservación se torna complicado. Por el momento, los fondos han resultado ser indispensables para alcanzar este hito de recuperación de ejemplares. Ahora, las asociaciones que trabajan con la Administración para salvar este emblema de la fauna peninsular han recibido una ayuda europea de 18,7 millones de euros con el que se buscará alcanzar la autosostenibilidad de las poblaciones, sin crías en cautividad. Quizá, dentro de 20 años los titulares hablen por fin de su salvación definitiva.

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