Este artículo se publicó hace 2 años.
El 'boom' de las comunidades energéticas irrumpe en la España rural: "El 10% del pueblo ya se ha unido al autoconsumo"
Al menos 70 comunidades energéticas han cogido impulso en el último año gracias a los fondos del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia otorgados por el Gobierno, lo que involucra a más de 90.000 ciudadanos que buscan un nuevo modelo energético más limpio e independiente del oligopolio.
Alejandro Tena
Madrid-Actualizado a
"La gente quiere darle vida. En el pueblo, te preguntan y hay mucho interés porque al final esto va a suponer mucho ahorro. Estimamos que de primeras podemos recortar hasta un 40% del gasto y, más adelante, cuando perfilemos hábitos de consumo, podríamos llegar hasta el 70%". Carlos Aríñez, vecino de Luco de Jiloca, en Teruel, habla como uno de los portavoces de la comunidad energética Luco Energía que, en los últimos meses, ha puesto patas arriba esta pequeña localidad aragonesa. El objetivo, generar energía de proximidad y crear comunidad. De los 74 habitantes que tiene el municipio, 25 ya se han sumado a esta cooperativa, además del propio Ayuntamiento y una empresa local.
La comunidad energética de Luco es una de tantas que, en los últimos meses, han proliferado en la llamada España vacía. Los fondos europeos del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, conocidos como Next Generation, se han convertido en un elemento de atracción importante y el tejido social rural se está movilizando hacia un nuevo modelo de autoconsumo que, en un clima de crisis, es más atractivo que nunca.
"Los beneficios ambientales son importantes, con una disminución de la energía consumida o una reducción de los combustibles fósiles utilizados"
Según fuentes del Gobierno, hasta la fecha se han movilizado 40 millones de euros de los fondos de recuperación con 70 comunidades energéticas beneficiándose de ellos. Esto se traduce en más de 90.000 ciudadanos inmersos en procesos cooperativos y más de 700 actuaciones destinadas a la creación de huertos solares, la instalación de puntos de recarga para vehículos eléctricos o la construcción de infraestructura para almacenar energía. "Los beneficios ambientales son importantes, con una disminución de la energía consumida o una reducción de los combustibles fósiles utilizados. Pero, sobre todo, las comunidades energéticas destacan por sus beneficios sociales: empoderamiento ciudadano, creación de empleo local o reinvertir los beneficios en infraestructuras o instalaciones para la comunidad", dicen desde el Ejecutivo.
"Nosotros no sabíamos que iban a dar subvenciones directas de este tipo. En 2021, cuando formamos la cooperativa, intuíamos que podría haber ayudas del Govern catalán y del propio IDAE, pero no sabíamos que se iban a desplegar estos fondos", cuenta Gil Salvans, vecino de Olost i Santa Creu que ejerce de portavoz de otra comunidad energética que se ha beneficiado de esta partida de recuperación. "De un proyecto de 280.000 euros nos otorgaron una ayuda del 70% para poder poner tres puntos de autoconsumo en tejados solares, dos postes de recarga de vehículos eléctricos y desarrollar un software libre para que los usuarios puedan ver y entender cuánta energía consumen", desarrolla.
Este es un primer punto de partida para la expansión de un nuevo sistema energético rural. A las placas solares en los tejados de edificios municipales y los paneles asentados en forma de huerto les seguirán otros planes futuros destinados a la descarbonización de los sistemas de calefacción. Geotermia, aerotermia, biomasa..., la lista de oportunidades es tan larga como esperanzadora.
Más gobernanza y ahorro para las familias
Estos proyectos –que según cuentan los propios involucrados fomentan una mayor gobernanza e independencia energética– están atrayendo cada vez más atención ciudadana y las cooperativas, en el último año, han visto cómo sus socios se duplicaban. Es el caso de la comunidad energética de Olost, que arrancó en verano de 2021 con sólo diez socios y, un año después, ya cuenta con 105 personas adscritas. Todo ello, en un pueblo de poco más de mil habitantes. "Casi el 10% de la población del pueblo se ha sumado y seguramente esa cifra vaya creciendo en cuanto nos conectemos a la red", agrega Salvans.
"Las ayudas nos permiten tener continuidad en los proyectos y lanzan un mensaje positivo"
Para Aríñez, las subvenciones no sólo son determinantes a nivel económico, también a la hora de generar confianza en los vecinos. "Las ayudas nos permiten tener continuidad en los proyectos y lanzan un mensaje positivo", cuenta. "Si ves que hay una cobertura económica que viene de arriba es más fácil que te puedas plantear dar un paso adelante".
Ramon Roig, portavoz y cofundador de la cooperativa Bàlenya Sostenible, afincada en el municipio homónimo de la comarca de Osona, apunta en la misma línea. "Al principio éramos diez personas contando al pueblo el proyecto, pero tampoco había nada sobre la mesa; éramos como vendedores de humo", ironiza. "Explicas que hay subvenciones y el interés cambia. Ahora, estamos a la espera de instalar las primeras placas solares y creemos que va a venir una nueva oleada de entrada de gente en la cooperativa; por el cambio de modelo, por tener energía de proximidad y por el tema del precio", pronostica.
El papel de las cooperativas no se limita a instalar tejados solares. Los vecinos tienen el poder de elegir los precios que pagarán para ir amortizando poco a poco las instalaciones. En el caso de Bàlenya, se ha decidido marcar un coste de 0,15 euros el kilovatio/hora (kw/h). "Quizá es algo más alto de lo necesario, pero la idea es bajarlo más adelante a los diez céntimos. Aún así, está por debajo de mercado, si tenemos en cuenta que la energía ahora está aproximadamente en los 0,30 euros kw/h y que históricamente, en esta zona, se venía pagando unos 0,18 euros kw/h. El autoconsumo supone un ahorro importante", añade Roig.
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