Este artículo se publicó hace 3 años.
La otra cara de la transición ecológica: pueblos que buscan sobrevivir sin su central térmica
La falta de planificaciòn en la estrategia contra el cambio climático complica el futuro de los municipios que albergaban grandes instalaciones emisoras de CO2.
A Coruña-
Los municipios que contaban con centrales térmicas en España están sufriendo un apagón a ritmo de vértigo con el cierre de instalaciones obligado por los compromisos del país con la lucha contra el cambio climático. Una abrupta transición ecológica que les está obligando a asumir consecuencias socioeconómicas a una velocidad que no esperaban.
Galicia contaba con tres centrales térmicas ubicadas en tres municipios de la provincia de A Coruña, situados en un radio de apenas cien kilómetros en torno a las minas de carbón y los puertos que las nutrían de combustible. Ninguna de ellas sigue ya en funcionamiento. Daban empleo directo e indirecto, pagaban un dineral en impuestos a ayuntamientos modestos con poblaciones pequeñas y eran la referencia económica de muchos pueblos que hasta su llegada vivían del sector primario. Pero las centrales también dejaron en esos municipios una impronta de contaminación y una imagen de feísmo industrial de las que no lo tienen fácil para recuperarse.
"La transición ha sido muy disruptiva y hacen falta medidas disruptivas para enfrentarla. Es verdad que psicológicamente estamos vinculados a grandes proyectos industriales, pero tenemos que acostumbrarnos a un modelo de desarrollo con proyectos no tan enormes. Aunque aquí ya hemos diversificado y somos optimistas", señala Valentín González Formoso. Es alcalde de As Pontes de García Rodríguez y presidente de la Diputación Provincial de A Coruña por el PSOE.
En As Pontes estaba la mayor central de ciclo combinado quemaba gas natural y carbón de Endesa en España. Llegó a ser la número uno en emisiones de CO2 a nivel nacional y la decimoséptima más contaminante de la Unión Europa. Cerró definitivamente el mes pasado.
Desde principios de los años setenta, la economía de As Pontes (10.000 habitantes) se vertebró en torno a la central y a la enorme mina de lignito excavada a cielo abierto que alimentaba sus hornos. Hace diez años Endesa reconvirtió la mina en un inmensa laguna de cinco kilómetros de longitud y más de doscientos metros de profundidad que sirve hoy de atractivo turístico para un municipio que en el resto de Galicia siempre identificaron con las molestias e incomodidades de su actividad industrial. En pocos años, As Pontes pasó de tener la central térmica más contaminante de España a disfrutar del mayor lago artificial de Europa.
"El lago ha tenido un impacto positivo, también a nivel psicológico, tanto para los vecinos como para la gente de fuera. Nadie quiere veranear en Springfield", comenta el alcalde, quien reclama 'armas' para enfrentar ahora la transición de un As Pontes sin central: "Armas, y no me refiero sólo al dinero, que va a haber dinero, sino a iniciativas, a que se cuente con nosotros para diseñarlas y llevarlas a cabo, y sobre todo, a reducir la burocracia. Se ha creado un Instituto de Transición Justa, que está muy bien, pero rodeado de muchísima burocracia", alega.
González Formoso asegura que As Pontes lleva desde los años noventa desarrollando un modelo económico independiente de la central. "Tenemos 2.000 puestos de trabajo fuera del sector industrial. Y además exportamos alimentos procesados, equipos electrónicos, fabricamos molinos eólicos, hay empresas auxiliares del automóvil...".
Aunque con un modelo completamente diferente, también ha sabido diversificarse Arteixo, que albergaba la central de Sabón, en el extremo norte del polígono industrial donde se ubican también las sedes y las principales fábrica de Inditex. La central térmica fue una de sus primeras instalaciones, y quince años después llegó al polígono la compañía de Amancio Ortega. Desde entonces Arteixo se ha convertido en uno de los concellos más dinámicos de Galicia.
Lo cierto es que, como recuerda el presidente de la Diputación Provincial de A Coruña, la falta de previsión frente a las medidas contra el cambio climático han sido un obstáculo para los municipios con centrales a la hora de diseñar una adecuada estrategia post-carbón. Pero resulta difícil que un Ayuntamiento pueda hacerlo en solitario si el propio Gobierno y su presidente ponen en duda que el cambio climático sea "un problema mundial". Lo hizo Mariano Rajoy, quien se amparaba entre chanzas en lo que le decía en la intimidad un primo suyo negacionista: si es imposible saber con exactitud qué tiempo hará mañana en Sevilla, ¿cómo aventurar la temperatura que tendrá el Planeta dentro de 300 años?
"Con lo del cambio climático hubo dos etapas", señala González Formoso. "El Protocolo de Kioto estableció la estrategia era pagar por contaminar, y lo cierto es que nadie se lo acabó creyendo del todo. Pero luego llegó el Acuerdo de París, y ahí es cuando debía haber empezado la transición energética. Rajoy estuvo en el Gobierno ocho años dando señales de que los cierres de centrales se iban a aplazar hasta el 2050".
Finalmente no ha sido así y los cierres se han producido un cuarto de siglo antes. En España quedan cuatro centrales en funcionamiento de las veintiuna que había en el 2011. En los últimos dos años han cerrado una docena. Una de ellas la de Meirama, en Cerceda, a treinta y ochenta kilómetros, respectivamente, al sur de la de Sabón y de la de As Pontes.
"De la transición energética se sabía desde hace décadas. Cuando yo era niño, en el colegio ya nos hablaban de ella cuando nos decían que la central tenía fecha de caducidad", dice Juan Manuel Rodríguez. Es licenciado en Sociología y con apenas 30 años cumplidos, alcalde de Cerceda (5.000 habitantes), también por el PSOE.
Su municipio es el que menos desempleo tiene de la comarca -por debajo del 8% en plena crisis del covid-19 y se ha caracterizado desde hace décadas por esos grandes proyectos vinculados a la mina de carbón, que también ha sido reconvertida en lago, y a la central térmica a la que abastecía, y que cerró el año pasado. Entre el Impuesto sobre la Actividad Económica y el Impuesto sobre los Bienes Inmuebles de Especiales Características, la central representaba alrededor de 1,3 millones de euros para el presupuesto municipal. En torno al 15%.
"Desde los años noventa hemos ido consiguiendo que la actividad de la central revirtiera en servicios públicos e infraestructuras", relata el alcalde, quien sostiene que el cierre de la planta debe ser compensado por los fondos de transición justa, diseñados por la UE para asistir a los territorios que asumen en primera persona los costes de desarrollar una economía de cero emisiones.
"Reclamamos tres cosas: ingresos públicos, sostenibilidad y que se salde la deuda histórica contraída con Cerceda por los fondos Miner", pide Rodríguez, en referencia a las ayudas públicas que en su día beneficiaron a las zonas mineras. También reclama que cualquier estrategia sobre el tema tenga en cuenta la opinión del Ayuntamiento: "Que cuenten con nosotros. Hay que respetar el territorio".
Desde los noventa, Cerceda también acoge otro proyecto industrial de grandes dimensiones: la planta de incineración y reciclaje de basuras que la Sociedade Galega de Medio Ambiente (Sogama), propiedad de la Xunta, tiene en la localidad, y que recibe cada año 800.000 toneladas de basura de toda Galicia. También cuenta con varios parques eólicos, y existen varios proyectos para instalar más molinos. Algo sobre lo que el regidor advierte que no puede suponer la única alternativa al desarrollo de la localidad.
"No se nos pueden vender los proyectos eólicos como proyectos de reindustrialización, porque sólo generan empleo de manera residual en el ámbito local. Además el plan sectorial eólico gallego está obsoleto. Hay que reconsiderar la distancia a las casas y las particularidades de cada espacio. Con respecto a la energía eólica, no se puede permitir que el interés público esté sometido a intereses particulares que sólo ven en el territorio una oportunidad de beneficio", dice. "Por encima de eso tiene que estar el bienestar de los vecinos, la sostenibilidad y la responsabilidad social.
No es nada revolucionario, sin ir más lejos los países nórdicos han sido ejemplo al vincular de un modo muy especial la política económica y la social. Esa es la altura de miras que esperamos. Entendemos el trascendente papel de la energía eólica, pero tiene que tener un orden y una concepción organizada del territorio". "Nosotros somos el epicentro del cuidado del medio ambiente en Galicia", concluye el alcalde. "Contribuimos a cuidar de Galicia, así que Galicia también debe contribuir a cuidarnos a nosotros".
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