Este artículo se publicó hace 4 años.
Pisos turísticos durante el coronavirusEl virus pone en jaque a los pisos turísticos, que buscan sobrevivir con alquileres de temporada
La patronal del negocio estima en 448 millones de euros el mazazo del confinamiento y prevé 2.900 millones de pérdidas hasta final de año, aunque huyen de la idea de una trasvase de vivienda al mercado de alquiler residencial. Los activistas consideran qu
Madrid-
Hace ya dos meses que Celia Blanco aplaude desde su balcón a las ocho de la tarde prácticamente sola. Suelen acompañarla otros 14 vecinos, aunque siempre falla alguno, dice esta periodista. El quorum parecería apropiado para cualquier comunidad de vecinos si no fuera porque viven en la Plaza Mayor de Madrid. En la multitud de pisos que coronan los sus emblemáticos soportales tan solo hay empadronadas 35 personas, puntualiza.
Hace ya años que son casas para turistas más que para residentes, por eso, dice Blanco, su silencio y su vacío, junto con la desértica estampa de la plaza, se convierten en una de las imágenes más contundentes sobre las consecuencias económicas y sociales de la pandemia. "Me encanta, pero es una plaza al servicio de los turistas con 35 supervivientes que queremos mantener el aspecto de vecindario", resume. "Estoy encantada", reconoce, "por primera vez veo la Plaza Mayor como la plaza del pueblo. Antes se venía aquí a pegar gritos y hacerse fotos, no a habitarla. Pero ahora, a la hora del paseo, se llena de gente del barrio que antes no tenía sitio aquí. Se ha recuperado para los que viven en Madrid, aunque sea por un tiempo. Debería ser aleccionador para el futuro", describe.
"Por primera vez veo la Plaza Mayor como la plaza del pueblo"
Pero la alegría de Blanco contrasta con el temor y la incertidumbre de quienes viven de ese otro Madrid fugaz. El turismo representa alrededor de un 7% del Producto Interior Bruto (PIB) de la Comunidad, según datos del Gobierno madrileño, y un 12% a nivel nacional. Las medidas actuales de confinamiento han dejado irreconocible a una ciudad y a un país cada vez más pensados como parque temático para visitantes y con una acuciante falta de industria.
Sin duda, uno de los negocios que más está sintiendo el frezado económico es el de los pisos de alquiler turístico, que en zonas como Madrid, Barcelona y otras muchas ciudades se han comido en pocos años una parte cada vez más grande del mercado del alquiler convencional.
Ahora, la pandemia ha puesto contra las cuerdas, al menos temporalmente, este modelo de negocio que ha ido encareciendo los precios de la renta, restando oferta al alquiler tradicional, expulsando a inquilinos del centro urbano hacia la periferia y reorientando los negocios del barrio hacia la industria turística.
De Airbnb a Idealista
La Federación Española de Asociaciones de Viviendas y Apartamentos Turísticos (Fevitur) ya cifra en 448 millones de euros el mazazo del confinamiento y prevé 2.900 millones de pérdidas hasta final de año, aunque advierte de que es imposible mirar al futuro sin saber cuánto tiempo estará paralizado el sector.
Confían en que en 2021 vuelva a comenzar el despegue y reconocen que ha habido cierto trasvase del alquiler turístico hacia el alquiler residencial. Poca, porque los propietarios confían en la recuperación, y no tiene dudas de que este cambio de negocio es solamente coyuntural.
Mientras tanto, explican, sobre todo ha habido un salto hacia el alquiler de temporada como medida de supervivencia, una modalidad recogida en la Ley de Arrendamientos Urbanos, sin duración determinada y pensado no para necesidades permanentes de vivienda del arrendatario, sino para estancias concretas por trabajo, vacaciones o estudios, entre otros. Es decir, que muchas de las viviendas ofertadas por días o semanas en plataformas como Airbnb ya empiezan a aparecer en otras de estancia más prolongada como Idealista.
Las cifras de este trasvase escasean, aunque podría tomarse Barcelona como referencia, donde aproximadamente un 40% de sus viviendas turísticas se han reconvertido en alquileres de temporada, unos 3.900 apartamentos de los alrededor de 9.600 registrados en la ciudad, según la Asociación de Apartamentos Turísticos de Barcelona (APARTUR).
En Madrid hay más de 11.000 viviendas que se ofertan en Airbnb como alquileres turísticos, aunque una gran parte sin licencia para ello. Más de 7.000 se encuentran en el distrito Centro, según el portal Inside Airbnb. La asociación de particulares, gestores y pequeños propietarios de alquiler vacacional de la Comunidad, Madrid Aloja, engloba a unos 400 miembros con más de 4.000 apartamentos en total, y su presidente, Adolfo Merás, es claro al respecto. "El cambio del turismo al alquiler convencional es muy escaso de momento. Aún no es clara la tendencia, pero todo apunta a que la alternativa para obtener algún ingreso será el alquiler de temporada", explica, aunque no puede ofrecer cifras hasta ahora.
Para los activistas por el derecho a la vivienda y colectivos críticos frente a fenómenos como la gentrificación y la turistificación de los barrios asisten a una realidad inimaginable hasta hace muy poco: calles sin turistas, vecinos aprovechando la aún exigua libertad de movimiento para llenar lugares de culto del visitante o conocidos pisos turísticos que ahora se anuncian en Idealista a precios incluso por debajo del que fijaba la burbuja del alquiler.
"Los pisos turísticos son como un producto bursátil de alto riesgo"
"Lo que no hemos conseguido con protestas, acciones y denuncia lo ha conseguido este virus. Nosotros solo podemos mirar expectantes hacia dónde avanza todo", apunta Fernando Bardera, miembro del colectivo contra la turistificación Lavapiés ¿dónde vas? y del Sindicato de Inquilinas de Madrid.
"El turismo es ahora mismo cero y seguirá así durante un tiempo. Esto ha sacado a flote la debilidad del sistema de vivienda de uso turístico. Vemos ahora más que nunca que estos pisos son como un producto bursátil de alto riesgo. Dan muchos beneficios a corto plazo pero son muy inestables", explica.
Según apunta, su organización está recibiendo algunos casos de anfitriones, propietarios que complementaban su renta o, incluso, vivían de alquilar por días pisos en el centro de Madrid a los turistas. "Ahora hay muchos que están desesperados porque han perdido todos sus ingresos. Que incluso se hipotecaron para comprar dos pisos y vivir de ellos y ahora tienen el agua al cuello. Nos cuesta empatizar con ellos, pero es un drama, otra consecuencia más de jugar a ser especulador", sostiene.
Bardera distingue entre los grandes inversores, "que durante años han adquirido mucha vivienda o hasta varios edificios enteros en el centro", y los pequeños propietarios que, simplemente, se subieron al carro de un negocio en auge. "Los primeros tienen reservas para aguantar esta crisis y seguramente tengan una estrategia para salir incluso beneficiados. Pero los segundos también han contribuido al deterioro de los barrios y al encarecimiento, y ahora también sufren las consecuencias", apunta.
María no tiene ingresos
Es el caso de María (nombre ficticio), madrileña de 47 años que llegó al negocio del alquiler turístico buscando un "salvavidas" laboral. Cuando fue despedida de su empresa ya superaba la cuarentena. "Una mujer con esa edad tiene muy difícil volver a encontrar un empleo", afirma por teléfono, así que invirtió su indemnización en la entrada para un piso de una habitación en el centro de Madrid y se adhirió a Madrid Aloja.
"Necesito este piso para comer y no puedo arriesgarme a que no me paguen unos inquilinos durante meses"
"Lo alquilo por Airbnb y lo gestiono yo todo. Es lo que me ha dado de comer durante los últimos años, ha pagado mi hipoteca y cubierto los gastos", asegura. No tiene otra fuente de ingresos y todas las reservas que tenía previstas se fueron cancelando —"gratuitamente", puntualiza— durante las primeras semanas de la crisis sanitaria.
Lleva dos meses sin ingresos, "tirando de ahorros y con ayuda de familiares". Tampoco puede acogerse a ninguna de las medidas del llamado "escudo social" del Gobierno, ya que ni si siquiera es autónoma. "Declaro los ingresos como rendimiento de capital inmobiliario y pago el IRPF", explica.
Sin embargo, a pesar de su delicada situación económica, de momento no tiene pensado pasarse al alquiler residencial. "No opté por el alquiler turístico simplemente por rentabilidad, porque no hay tanta diferencia", arguye, "sino por seguridad ante impagos de los inquilinos. Necesito este piso para comer y no puedo arriesgarme a que no me paguen durante el tiempo que tarden en ser desalojados", explica.
La idea de que se protege más al inquilino moroso que al propietario es "una realidad", según ella, que resta más vivienda del mercado de alquiler que el fenómeno de los pisos turísticos, aunque también es muy crítica con los grandes fondos de inversión que han comprado bloques enteros en el centro y expulsado a sus inquilinos. "Los pequeños propietarios no hacemos eso y somos demonizados por su culpa, se nos mete en el mismo saco", sentencia.
¿Posible retorno al centro de la ciudad?
Bardera, por su parte, cree que dentro de poco "muchos inquilinos que fueron expulsados del centro de la ciudad" por las subidas de precios o porque no se les renovó el contrato "van a poder volver y quizás a precios más bajos". "Hay propietarios que necesitan con urgencia ingresos y algo de estabilidad, una parte de los que alquilaban por días ahora lo harán por años porque no tendrán otro remedio", sentencia.
Aunque cree que sería una gran oportunidad para que la Administración obligara a movilizar tanta vivienda vacía, tiene nula confianza en el Gobierno madrileño, que tiene las competencias en materia de vivienda y, en este caso, de la de uso turístico. "En lugar de rescatar a las personas apostará por rescatar al turismo, aunque ahora hayamos visto el peligro real de depender de este modelo exclusivamente", añade. Aunque sí confía en que muchos pequeños propietarios hayan "aprendido la lección". "Quizás cale ahora el mensaje de que la vivienda no pude ser un negocio y busquen inquilinos estables", concluye Bardera.
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