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Ramón Haro, el jornalero detenido por el franquismo que participó en la mayor fuga de presos de la Guerra Civil
El Instituto Navarro de la Memoria ha entregado este mes los restos de Ramón Haro a su familia, detenido en 1936 y asesinado el 28 de mayo de 1938. Se fugó del Fuerte de San Cristóbal y nadie supo de él hasta hoy. Esta es su historia.
Jose Carmona
Madrid-Actualizado a
"Todos tuvimos el mismo sentimiento de alegría y de tristeza. La alegría de saber que ya lo tenemos con nosotros, que ya está con mi abuela. Nos acordamos mucho de ella y de mi madre, que ya no están aquí. Lo hemos conseguido, esta descendencia no ha dejado de luchar", dice Mercedes para explicar cómo es la mescolanza de sentimientos de encontrar los restos de su abuelo después de estar 80 años desaparecido.
Ramón Haro, detenido en 1936 y del que la familia no ha tenido noticias en ochenta años, ya descansa junto a su mujer Encarnación en el pueblo donde vivían cuando este jornalero fue detenido y llevado por la Guardia Civil. Primero la hija y luego las nietas han sido las propulsoras de que la familia obtuviera alguna respuesta sobre el paradero de su abuelo, que gracias al Instituto Navarro de la Memoria ya descansa en el mismo nicho que su esposa, fallecida en 2003 con 92 años.
Era una noche de 1936 y Encarnación veía cómo Ramón, de 23 años, salía de casa junto a una brigada de guardias civiles que minutos antes aporreaban la puerta de su hogar. Era una noche cualquiera en Encinas de Abajo, Salamanca, y Encarnación estaba embarazada de tres meses. No se volvieron a ver. Tampoco quedó ninguna foto de él, del que solo había un retrato familiar.
Los testimonios orales y los recuerdos familiares no aclaran qué llevó a que Ramón fuera detenido por las autoridades durante la Guerra Civil. "Era republicano, se acabó", evoca Mercedes, su nieta de 52 años. No se le conoce militancia política o agitación sindicalista. Era un jornalero que trabajaba la tierra. "Tenemos varias versiones de por qué se lo llevaron. O porque insultó a alguien o porque tiró una piedra a un coche de la Guardia Civil. No sabemos más", dice su nieta.
Después de pasar más de 80 años desaparecido, su hijo Ramón, al que nunca conoció, fue el acicate final para que la familia se reencontrase. Este hombre afincado en Catalunya prestó una muestra de su ADN al Campus Vall d'Hebron por si en algún momento se encontraba parentesco con los huesos de alguna de las fosas exhumadas.
Ramón fue uno de los 795 presos del franquismo que intentó fugarse del Fuerte de San Cristóbal el 22 de mayo de 1938
Así supieron que los restos encontrados en una fosa de tres personas en 2016 en el monte Ezcaba, en Navarra, eran de Ramón Haro. Tenía un tiro en la cabeza y la fosa estaba enterrada a apenas diez centímetros de profundidad. "Conocer la localización de la fosa se debe a las investigaciones que ha hecho Fermín Ezkieta", dice José Miguel Gastón, director del Instituto Navarro de la Memoria. "En Usetxi había testimonios orales que decían que se habían enterrado por allí a tres personas. Al final resultó estar a 500 metros del pueblo. Es un territorio común, la mayor parte de las localizaciones que se consiguen es fruto de testimonios orales. En este caso no hay una persona concreta. Se transmitió de generación en generación porque las propias personas del pueblo fueron obligados a enterrar a estos tres detenidos", asegura.
Ramón fue uno de los 795 presos del franquismo que intentó fugarse del Fuerte de San Cristóbal el 22 de mayo de 1938. La fuga del Fuerte de San Cristóbal, la historia de una evasión de presos franquistas más importante de la que haya testimonio, tuvo lugar durante la Guerra Civil y provocó que casi la mitad de los encarcelados salieran del recinto tras una estrategia silente y escurridiza, que logró burlar la seguridad del lugar. Lo que podría haber sido una historia de película terminó en tragedia. Solo tres de los 795 terminaron con final feliz y llegaron a Francia. 206 fueron fusilados al momento y el resto fue devuelto a la prisión o sentenciado posteriormente. Ese fue el caso de Ramón, que terminó con un tiro en la cabeza.
Tras la fuga, pasaron los días y las autoridades descubrieron a Ramón y a sus dos compañeros deambulando por el monte. Fueron llevados ante las autoridades municipales de la zona y se decidió su ejecución. La gente del pueblo fue obligada a enterrar sus cadáveres. Obligar a los vecinos a esconder los cuerpos es lo que ha servido para que posteriormente sus restos sean encontrados. Los testimonios anónimos y orales de la época sirvieron para desenterrar en 2016 los huesos de estos tres seres humanos, además de algunos restos personales como un pequeño lápiz y una cremallera, que seguramente pertenecían a Ramón. "Son simbólicos más que otra cosa, pero permiten construir historias en torno a estas personas. Humanizan el cuerpo", dice Gastón.
La lucha por el reencuentro
Desde que murió Franco, la familia de Ramón inició una búsqueda que se ha demorado más de 40 años. "Se habló con abogados laboralistas y la investigación les llevó a Pamplona. Estuvo en la prisión de Salamanca, luego le llevaron al Fuerte de San Cristóbal y se perdía la pista. Ni rastro de Ramón, del que su mujer siempre guardó algo de optimismo. "Mi abuela tenía la esperanza de que un día abriría la puerta y él iba a aparecer", sostiene su nieta.
"Mi abuela tenía la esperanza de que un día abriría la puerta y él iba a aparecer"
Lejos de aparecer, la vida siguió su curso y por el camino, el testigo de su búsqueda fue traspasado de generación en generación. Camelia, hija de Ramón y espuela de esta búsqueda, fallecía prematuramente en 1987 y transfería a sus descendientes la tarea. "En el lecho de muerte de mi madre le prometimos que le íbamos a encontrar", dice Mercedes.
Las hijas de Camelia se quedaron con la tarea, que apenas tenía una idea: en algún momento, Ramón estuvo preso en el Fuerte de San Cristóbal. No fue hasta el año 2000 cuando tuvieron nuevos elementos a los que agarrarse, nuevos hilos de los que tirar.
"A través de la Fundación Txinparta empieza a haber exposiciones y cosas sobre el Fuerte de San Cristóbal. Es entonces cuando en 2008 vemos que se presenta un libro, Los fugados del fuerte de Ezkaba, y nos ponemos en contacto con el autor, Fermín Ezkieta. Creíamos que nuestro abuelo podría haberse ido a Francia, quedaba un poquito de esperanza", se consuela Mercedes.
El reencuentro
Fue el pasado 2 de noviembre cuando la familia supo que los restos de Ramón habían sido encontrados. Cuando se cruzaron datos de ADN y las piezas encajaron. El coronavirus demoró el reencuentro, que pudo darse el pasado 3 de junio.
Así, el Instituto Navarro de la Memoria entregó a la familia salmantina los restos de Ramón, asesinado en Usetxi tras una detención de la que nadie entiende los motivos. El nicho donde Encarnación fue colocada una vez falleció estaba un poco hundido, justo para que, como por una conjugación cósmica de amor, encajaran a la perfección los restos de Ramón, que ya reposan junto a su esposa.
Antes de colgar la llamada telefónica en la que Mercedes ha relatado toda la travesía familiar, hace hincapié en una cuestión nada trivial: "Que quede claro, por favor. No tenemos odio hacia nada y hacia nadie. Nadie ha hablado de odio nunca jamás. Es una palabra que en nuestra casa nos han enseñado nunca. Ni odio ni rendición. Eso va en vena".
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