Este artículo se publicó hace 4 años.
Soledad¿Por qué nos sentimos tan solos? El coronavirus no tiene toda la culpa
El sentimiento de soledad se ha duplicado. Aunque afecta a mayores que viven solos, uno de cada tres jóvenes la ha sufrido, según un informe de la Universidad Pontificia Comillas, que advierte de que es un problema existencial propio del siglo XXI.
Madrid-Actualizado a
Hace casi tres años, la ex primera ministra británica Theresa May anunciaba la creación del Ministerio de la Soledad, cuya denominación podría retrotraernos a una novela distópica clásica. Muchos medios que se hicieron eco de la noticia no precisaron que, en realidad, se trataba de una Secretaría de Estado, pero era lo de menos. Los datos de un informe elaborado por una comisión parlamentaria evidenciaban un grave problema: 200.000 mayores no habían hablado con un familiar o con un amigo durante más de un mes, aunque el mal de la soledad llegaba a afectar a nueve millones de personas, un 13,7% de la población.
Otras investigaciones en países como Canadá o Estados Unidos han confirmado que nos sentimos solos, lo cual no es sinónimo de estar solos, porque uno puede sufrir la soledad rodeado de gente, tanto en el trabajo como en casa. En nuestro país, uno de cada tres jóvenes menores de treinta años la había sufrido en la última semana, según el Informe España 2020, elaborado por la Cátedra José María Martín Patino de la Cultura del Encuentro, de la Universidad Pontificia Comillas. Curiosamente, el porcentaje bajaba conforme aumentaba la edad: el 18% de los encuestados entre 30 y 60 años y el 14,7% de los mayores de 60 años se sentían solos.
Una parte del citado informe aborda La soledad del siglo XXI, obra de Fernando Vidal y Amaia Halty, quienes se han valido de un sondeo realizado a mil personas en la Comunidad de Madrid en diciembre y enero para extraer una conclusión: "El riesgo de soledad existencial que nos amenaza a cada uno de nosotros, la desconexión con el sentido de nuestro mundo y lo que somos. La soledad del siglo XXI se produce en el más profundo ámbito del ser. Es el propio siglo XXI el que siente soledad respecto a la Historia y necesita saber qué es".
Dos de cada diez personas se sentían solas a comienzos de año, una situación que se agravaría con la pandemia. Pero ya entonces las mujeres (21%) la acusaban más que los hombres (18,5%); y los separados (35%), solteros y viudos (32%), más que los casados (10,3%). Este sentimiento afectaba a más de la mitad de los parados, a uno de cada cuatro estudiantes y al 17,6% de los trabajadores. La desigualdad social y ser inmigrante doblaban la soledad, mientras que vivir en una gran ciudad pasaba factura a uno de cada cuatro habitantes. Por otra parte, el aislamiento social afligía a una de cada cinco personas (al 26% de forma leve y al 3% de modo intenso), las mismas que carecen de un grupo de amigos.
"La soledad ya estaba ahí, pero el coronavirus la ha hecho mucho más visible. De hecho, el 90% de los encuestados manifiestan que está creciendo y con la pandemia se ha disparado. El confinamiento ha provocado que las personas con lazos débiles de amistad los hayan ido perdiendo, lo que ha causado un gran impacto, sobre todo en los mayores, pues les ha impedido desarrollar una actividad social. Este problema es preocupante y debemos actuar con urgencia", afirma Agustín Blanco, director de la Cátedra Martín Patino y coordinador del Informe España 2020, quien advierte de que el 31% de los jóvenes se sienten solos pese a estar más conectados a través de internet y las redes sociales.
Lo achaca a que necesitan el contacto con los demás, empezando por sus amigos. "Comunicarse a través de una pantalla refleja que esos instrumentos no contribuyen a una mayor sociabilidad, sino que aumentan su aislamiento. Pueden estar juntos, cada uno con su móvil, pero esa actitud no se traduce en una comunicación básica. En el futuro veremos cómo les afecta psicológicamente, sobre todo a los adolescentes", cree el sociólogo de la Universidad Pontificia Comillas, quien pone como ejemplo a los hikikomori, chavales japoneses que se aíslan en sus habitaciones y dejan de relacionarse, una patología con casos en Europa y en España, aunque allí alcanza al 0,5% de la población.
La soledad no se jubila
Ana Belén Sánchez, psicóloga abulense especializada en gerontología, ha advertido un aumento de la soledad emocional de los mayores desde la aparición del coronavirus. Especifica "emocional" porque antes podían estar solos físicamente, si bien se relacionaban con amigos, por lo que no tenían por qué sentirse solos. "Acudían a actividades culturales, de ejercicio físico o de estimulación cognitiva, pero al ser grupales ahora no se pueden realizar", explica la coordinadora de un Centro Integral de Ocio para Personas Mayores, donde potenciaba el envejecimiento activo.
El parón la ha llevado, como psicóloga del Plan Municipal de Mayores del Ayuntamiento de Ávila, a establecer una estrategia para combatir la soledad en la que quiere implicar a toda la ciudadanía. Para ello, a través de una campaña harán un llamamiento a vecinos, amigos, familiares y asociaciones para detectar a las personas que viven o se sienten solas. Luego harán cuestionarios telefónicos para conocer las necesidades de cada una. Tras realizar una escala para la evaluación de la soledad emocional, llegará la fase de intervención, con actividades adaptadas y una red que las conecte entre ellas, una experiencia ya desarrollada durante el confinamiento.
"Les daba asesoramiento psicológico y luego se llamaban unas a otras, una forma de acompañamiento y ayuda. Y, cuando precisaban un apoyo más específico, yo las atendía de manera individual, aunque ahora me gustaría poner en marcha un proyecto piloto de terapia grupal", describe Sánchez, quien como miembro del Grupo de Trabajo sobre Envejecimiento del Colegio Oficial de Psicología de Castilla y León ha colaborado en la realización de un sondeo a nivel regional con la misma finalidad que el de su ciudad.
"Además, dentro del plan de prevención queremos trazar un mapa de la soledad en Ávila, no solo para calcular cuántos mayores viven solos, sino también para saber cómo la gestionan y cuáles son sus fortalezas y debilidades", explica la psicóloga abulense, quien recuerda que afecta más a las mujeres porque hay más viudas. "Aunque ellas tienen más recursos y expresan más las emociones que los hombres, se han visto perjudicadas por la pandemia porque eran las que principalmente asistían a las actividades". Al factor de su mayor esperanza de vida habría que sumar que algunas se dedican solo a las tareas domésticas, lo que ya antes aumentaba su aislamiento en el hogar.
Agustín Blanco coincide en la percepción: pese a que muchos mayores vivían solos, disponían de ámbitos de socialización a su alcance. "Por una cuestión de pura experiencia vital, buscaban formas de relacionarse, por lo que el cierre de centros debido a la pandemia ha supuesto un golpe durísimo para ellos, pues algunos ya sufrían soledad severa. Sin embargo, el porcentaje del 5% se ha duplicado si lo comparamos con el que reflejan encuestas posteriores", advierte el coordinador del Informe España 2020, pues se han intensificado los procesos de aislamiento. "Este problema no estaba presente en la discusión pública y se planteaba como algo excepcional, como cuando los medios informaban del hallazgo de un anciano fallecido hace varios días, pero había indicios que apuntaban hacia un mal más profundo".
Lola, una señora a punto de cumplir los noventa años, se lamentaba durante el confinamiento de que nunca había atravesado una situación similar. "Todo es triste y aburrido", comentaba desde la residencia donde vive. "Estamos encerrados en nuestra habitación, sin pisar el pasillo. No salimos del cuarto: ahora solo cama y comer, comer y cama. Enciendes la tele y ves: Alarma en España, Crisis en España, todo Mal en España... De vez en cuando leo, pero te cansas de todo. Al final, me quedo dormida con la radio". Otros incluso lo han pasado peor, sin inquietudes o aficiones; sin la visita de familiares, aunque fuese a través de un cristal o de una verja; o sin las llamadas de los amigos que todavía les quedan. "A veces me siento hundida, pero no les digo nada para que no se preocupen". Este verano, Lola no pudo ir una semana a su casa, que tanto añora, porque si lo hacía estaba obligada a aislarse durante dos semanas a su regreso.
Jóvenes, mujeres y mayores
El cuestionario de la Universidad Pontificia Comillas muestra otros datos cuando la pregunta no se refiere a la última semana, sino a la frecuencia con la que los entrevistados se sienten solos. "La cantidad de soledad aumenta a dos quintos. El 42% se siente solo al menos algunas veces, el 2,2% con frecuencia, el 1,3% casi siempre y el 1,7% siempre", señala el informe, que revela un 5,2% de soledad intensa y un 37% leve. La severa afecta más a jóvenes, mujeres y mayores, al tiempo que se duplica en situaciones de desempleo (11,7%). Y, a medida que se cumplen años, más se padece la absoluta falta de compañía, de modo que los mayores de 60 años (3,3%) triplican a la franja de edad entre 30 y 44. Finalmente, casi cuatro de cada diez personas no cuenta con un vecino al que pedirle un favor importante.
Estos porcentajes son anteriores al coronavirus, por lo que Fernando Vidal y Amaia Halty, autores de La soledad del siglo XXI, compararon los datos con el Estudio del impacto psicológico derivado del covid-19 en la población española, publicado en abril por la Cátedra Contra el Estigma, dirigida por Manuel Muñoz, catedrático de la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid. Las cifras cotejadas corresponden a la encuesta, en este caso de ámbito nacional, efectuada entre el 21 y el 29 de marzo, aunque hay dos oleadas posteriores: del 13 al 27 de abril y del 21 de mayo al 4 de junio. En conjunto, reflejaban un apreciable aumento en la percepción de soledad entre el primer y el segundo sondeo, así como que los más jóvenes la acusaban más que el resto.
La investigación de la Complutense reveló que un 45% de la población española sintió a veces soledad y aislamiento, mientras que un 11% sufrió soledad de un modo intenso. El 55% sintió "al menos algunas veces" la falta de compañía, el 34% algunas veces y el 11% a menudo. El 53% se sintió aislado "al menos algunas veces", el 37% algunas veces y el 16% a menudo. La incidencia es mayor en los menores de 40 años, destaca el estudio, que concluye tras comparar las tres oleadas que el porcentaje de quienes sienten soledad es el mismo, si bien el coronavirus ha duplicado la soledad severa.
Según el trabajo de la Cátedra Contra el Estigma de la universidad madrileña, no es el único mal que se ha agravado por la pandemia. Entre un 12% y 20% de los españoles sufrió un impacto psicológico severo que se ha manifestado "en forma de preocupación, angustia, depresión o abulia", de nuevo mayor entre los más jóvenes. Más de la mitad de los encuestados se han sentido "decaídos, deprimidos o desesperanzados", mientras que "casi uno de cada cuatro no puede afirmar positivamente que su vida tenga sentido".
"Lo importante es sentir que no estás solo"
El psicólogo clínico Miguel Angel Rizaldos ha percibido un aumento de pacientes en su consulta. O, más bien, al otro lado de la pantalla, pues lleva años atendiéndolos online. Antes, la mitad eran presenciales, aunque cada vez más recurrían a la atención a distancia, hasta llegar al 100% en la actualidad. Pese a que podría parecer paradójico que se combata el aislamiento desde casa, cree que ayuda igualmente. "La soledad no es estar solo, sino sentirte solo, por eso lo importante es que sientan que no están solos. Todos lo estamos pasando mal, pero hay personas más vulnerables, de ahí el repunte de los personas que acuden a terapia".
Rizaldos analiza los motivos que llevan a los jóvenes a sentirse solos: "La juventud necesita más el contacto y quizás eso repercute en la soledad. Ellos se sienten bien con gente de su edad, sobre todo los adolescentes". No se trataría, pues, de tener a otras personas alrededor, como los padres, sino de tratar con sus iguales. Del mismo modo, cree que el teletrabajo también puede influir en el sentimiento, aunque los hijos estén pululando por la casa, porque faltan los compañeros con los que uno compartía espacio. "Puedes estar rodeado de gente en tu hogar y sentirse solo o no atendido. Quizás no disfrutas o tus necesidades no se están cumpliendo, porque en el fondo no hacemos aquello que queremos".
En cuanto a los parados, considera evidente que el desempleo y la incertidumbre redunda en el estado de ánimo. Y avisa de que el aislamiento puede aumentar la soledad: "Es muy perjudicial a nivel psicológico y termina pasando factura. En la consulta estamos viendo solo la punta del iceberg, porque ahora el objetivo es sobrevivir, no encontrarte bien, dado que las condiciones de salud mental no son las idóneas", concluye Miguel Ángel Rizados, quien ilustra la situación excepcional que estamos atravesando con el ejemplo de los más pequeños, quienes ya están interiorizando ciertas actitudes: "Le pedimos a los niños que no compartan, que no abracen o que no besen, lo que no favorece a su desarrollo emocional".
Agustín Blanco coincide en que el desempleo y las rentas bajas son factores que condicionan una experiencia de soledad, puesto que el trabajo es uno de los principales espacios de relación social. Sin embargo, no piensa que todo sea una cuestión de falta de dinero. "También le está afectando a personas con altos ingresos, porque de repente no se ven reconocidos, están desorientados o no saben qué función tienen en el mundo, lo que conduce al aislamiento y a una pérdida de las relaciones tradicionales. Factores todos ellos que se retroalimentan, por lo que debe haber un proceso de aprendizaje y de resituación, algo que no es inmediato y, en algunos casos, tampoco recuperable", explica el sociólogo, quien considera que el teletrabajo crea dinámicas de aislamiento, aunque carece de una base estadística que sustente la apreciación.
Ciudades que generan soledad
El Informe España 2020 también culpa a las "ciudades diseñadas para la soledad", urbanizaciones aisladas sin barrios ni plazas, pero sí centros comerciales, lo que "hace menos probable el encuentro y no crea espacios de convivencia", escriben Fernando Vidal y Amaia Halty. "El urbanismo y las condiciones residenciales de las viviendas han seguido una lógica individualista que ha acabado produciendo, como una consecuencia no intencionada posiblemente, una producción masiva de soledad". Agustín Blanco redunda en la idea: "Son espacios donde la movilidad está basada en el coche. Estructuras que promueven la construcción de manzanas cerradas, que bunkerizan el espacio privado y que vuelven hostil el público. Las calles son viales por donde transitan los vehículos y las aceras son enemigas del paseo y la vida social. Los vecinos viven hacia adentro e incluso los bajos no son comerciales. ¿Dónde están las plazas? ¡Ahora son rotondas!".
Vidal y Halty, quienes recuerdan que los enfermos, los sanitarios y las familias de los fallecidos también la han sufrido, subrayan que el coronavirus ha sido "una gran toma de conciencia sobre la soledad", que nos amenaza a todos. "La pandemia pone al desnudo la vulnerabilidad humana, ha suscitado una preocupación profunda por lo esencial y ha hecho preguntarse por el sentido de su modo de vida, sus relaciones y lo que somos como humanidad", escriben los autores de La soledad del siglo XXI. Según ellos, también "nos ha hecho preguntarnos sobre las condiciones en las que viven las personas mayores y el valor que les reconocemos". En el informe hay centenares de cifras y porcentajes, aunque valga el siguiente a modo de conclusión: el 86,1% de los encuestados cree que la gente no se preocupa suficientemente por los demás.
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