Este artículo se publicó hace 4 años.
TrenUna segunda vida para las estaciones de tren en desuso
En ocasiones los edificios ferroviarios dejan de prestar el servicio para el que se crearon y son abandonados o demolidos, pero a menudo la gente siente apego por ellos y algunos se recuperan con nuevos usos.
Jordi Bes
Barcelona-
El ferrocarril fue clave para la Revolución Industrial y su desarrollo ha ido en paralelo a los vaivenes de la historia contemporánea. En la Península el tren empezó con la línea Barcelona-Mataró, inaugurada en 1848, y que este octubre cumplirá 172 años. Desde un principio las estaciones fueron una pieza fundamental, junto con las dependencias que las acompañan, pero los viejos edificios no siempre se han podido mantener en pie o fieles al uso para el que fueron concebidos, y eso pese a su enorme relevancia: eran el lugar en el que subir y bajar del tren, el taller para reparar la locomotora o incluso la vivienda de los ferroviarios, y sobre todo un sitio que sirvió de puerta de entrada y de salida de las nuevas ideas.
Con el tiempo algunas líneas se cancelaron y otras se soterraron, y hubo que decidir qué uso tendrían las viejas estaciones. Algunas terminaron desapareciendo y otras permanecen, a veces compartiendo su función ferroviaria con otros usos ciudadanos o directamente solo destinadas a otros fines. En Catalunya hay numerosos ejemplos. Una de las reconversiones más conocidas son las Vías Verdes, antiguos trayectos ferroviarios que quedaron en desuso: las vías dieron paso a carriles bici y de paseo, y algunas de sus estaciones ofrecen servicios turísticos o se han convertido en equipamientos, como el espacio juvenil L'Estació de Girona o la oficina de turismo de Santa Cristina d'Aro.
En Catalunya las Vías Verdes discurren por los trayectos de vía estrecha (carrilet) que se decidieron suprimir alrededor de Girona, y que llevaban hasta Olot o Sant Feliu de Guíxols, pero también las hay en el Ripollès, la Terra Alta, la Ribera d’Ebre y algunos tramos en la provincia de Barcelona. Joan Carles Salmerón, que dirige el Terminus Centre d’Estudis del Transport, ve en ellas un punto agridulce. "Han supuesto la conservación del patrimonio ferroviario y la llegada de más turistas, pero son la evidencia de que se ha perdido el tren", reflexiona.
Las estaciones eran el sitio que comunicaba con el exterior, con lo que traían la modernidad y transformaban las localidades rurales
Para Salmerón, "sin duda hay muchas estaciones que, por el servicio y el valor arquitectónico, son elementos a conservar en el catálogo patrimonial de la población", y es que han llegado a representar mucho para los vecinos: eran el sitio que comunicaba con el exterior, con lo que traían la modernidad y transformaban las localidades rurales. Además, permitían ir y volver en un día, y eran donde mandar y recibir mercancías. A principios de la historia ferroviaria su arquitectura era muy funcional, pero a partir de finales del siglo XIX y principios del XX se convirtieron en elementos importantes e incluso monumentales. Véase las estaciones de França de Barcelona o la de Portbou, así como la mítica de Canfranc del Pirineo de Huesca.
Antiguos y nuevos usos
La propia estació de França de Barcelona lleva años en el punto de mira como estación a reconvertir –se ha planteado habilitarla como biblioteca provincial–, pero tiene mucho peso en el funcionamiento ferroviario de Barcelona y por ahora es difícil que dejen de partir trenes de ella. Otra estación de la ciudad, la del Nord, pasó a ser la de autobuses, y contiene también una comisaría de la Guardia Urbana, un polideportivo y un espacio donde se organizan ferias.
A veces se producen soterramientos de vía u obras que implican crear una nueva estación y la histórica se cede para otros usos. La antigua de Sabadell también se transformó en estación de bus y alberga la sede y maquetas ferroviarias de la entidad Vallès Fer. Con la extensión de Ferrocarrils de la Generalitat (FGC) por la ciudad, también quedó sin uso la estación de Sabadell Rambla, que se ha preservado con trenes reales para convertirse en un caso excepcional: un centro de formación para empleados de la compañía y cuerpos de emergencias sobre cómo actuar en caso de atropellos, incendios, descarrilamientos o evacuación. En Terrassa, en cambio, el viejo edificio pervive como entrada a la estación soterrada.
Es habitual que las viejas estaciones se destinen a usos turísticos. Entre los más singulares está su reconversión parcial en hotel, como en el caso de la de Puigcerdà, que incluso tiene spa. En su web aseguran que "actualmente solo cinco trenes al día pasan por Puigcerdà, y en el interior del hotel ni se oyen" –en realidad son una decena entre ambos sentidos de circulación, pero, por obras, el trayecto ahora se hace en autobús–. También hay un hotel en Lleida Pirineus y un albergue en almacenes de la antigua de Sant Joan de les Abadesses.
Acuerdos con Adif
El Administrador de Infraestructuras Ferroviarias (Adif) ha alcanzado acuerdos con más de una quincena de ayuntamientos para dar uso ciudadano a edificios ferroviarios. Entre los más recientes figura el de Santa Maria de Palautordera, donde el Ayuntamiento y FGC convertirán la antigua estación en puerta de entrada al parque natural del Montseny.
En otras antiguas dependencias ahora se puede hacer un viaje al pasado del ferrocarril: en los museos de Vilanova y Móra la Nova, o en Fornells de la Selva. Incluso en el metro de Barcelona se han reutilizado espacios: la estación de Gaudí, que nunca se llegó a estrenar –forma parte de las "estaciones fantasma" en desuso–, ha albergado acciones publicitarias –la última de Nike–, y parte de la de Catalunya, una comisaría ya clausurada.
Estaciones para el recuerdo
Muchas otras estaciones no han tenido la misma suerte, como la del Poblenou de Barcelona, que desapareció con las obras olímpicas. Salmerón lamenta otras pérdidas: la del carrilet en Palamós; la de Tordera, de 1859, y derribada hace menos de una década para construir un nuevo apeadero, o la antigua de Manresa Alta de FGC. Otras tienen su futuro aún por escribir, como las del tramo ferroviario recientemente eliminado que discurría por el interior de Salou y Cambrils. Representa "una gran pérdida", en opinión de Salmerón, y considera "que no se puede perder lo poco que queda", es decir, las estaciones. En Adif aseguran que están en conversaciones con los ayuntamientos –también el de L’Hospitalet de l'Infant– para dotarlas de usos socioculturales y crear un centro de interpretación del ferrocarril. También hay otras dependencias cuya conservación aún no está garantizada, como la colonia ferroviaria de Sant Vicenç de Calders.
Presión para evitar perder el histórico edificio de Sant Feliu
Las tres estaciones más antiguas de España y que aún prestan servicio están en el área de Barcelona. Son las de Sant Feliu de Llobregat, Cornellà y Sant Andreu Comtal, esta tercera en Barcelona ciudad. Las tres fueron inauguradas en 1854, pero en el caso de Sant Feliu está proyectada su demolición por el soterramiento del tren, si bien parece que aún no está todo perdido. Las obras no han empezado, y entidades vecinales y en defensa del patrimonio ferroviario reclaman introducir cambios en el proyecto para mantener el antiguo edificio.
"Tenemos en cuenta que el edificio es muy querido, y debemos saber preservarlo a nivel de memoria", indica la alcaldesa Lídia Muñoz sobre el soterramiento de la estación de Sant Feliu de Llobregat
Jaume Solé, de la plataforma ciudadana Salvem l'Estació, defiende preservarla, y no solo por su antigüedad. "Hay muchas estaciones a las que la gente les da un significado especial y forman parte de su identidad", recalca. Solé aclara que están a favor del soterramiento, una obra largamente reivindicada –en 30 años han fallecido 29 personas en las vías–, pero lamenta que los sucesivos consistorios no presionaron para mantener la estación. "El gran error fue no confiar en que tenía un valor", reflexiona. Para Joan Carles Salmerón, de Terminus, hace su función y tiene "un gran valor" arquitectónico y emocional. Cree que "hay opciones" para conservarla, como desmontarla pieza a pieza y reconstruirla –ya se hizo con la granja de la Ricarda en el Prat, de dimensiones mucho mayores–, o bien trasladarla unos metros.
"No está tan claro que la estación vaya al suelo", dice Solé. Hay indicios que invitan a pensar así. La alcaldesa, Lídia Muñoz, subraya que el soterramiento es "un proyecto de ciudad" irrenunciable de 92 millones de euros de presupuesto, pero precisa: "Sabemos que la estación actual no puede continuar, pero a la vez tenemos en cuenta que el edificio es muy querido, y debemos saber preservarlo a nivel de memoria". Se barajan diversas opciones, como conservar los elementos más significativos y que la nueva estación tenga un espacio donde exhibirlos, o reconstruirla en otro lugar y darle un uso ciudadano.
Adif, que se limita a remitirse a una próxima reunión con el Ayuntamiento para abordar el asunto, ha enviado una comunicación por escrito a los vecinos donde se muestra dispuesto a ceder la histórica estación al Consistorio –o entidad–, siempre que este se encargue de los costes del traslado o reciclaje. Solé pide evitar a toda costa que se produzca esta escena: "A lo mejor los niños y niñas de Sant Feliu irán a Cornellà a ver la estación más antigua de España, cuando puede que tu acabes de derribar la tuya".
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