La magistral forma de empezar la clase de una profesora de lengua para combatir el machismo

Publicado el 21 de junio del 2023

Un buen profesor a tiempo (profesora en el caso que nos ocupa) te puede marcar de por vida. Su empatía, su capacidad para transmitir pasión por el conocimiento o su mero ejemplo son, en esencia, lo que les hace únicos.

Porque uno puede esgrimir junto al encerado decenas de argumentos bien armados o cumplir con solvencia el programa reglado pero si es incapaz de llegar dentro, de marcar para siempre a sus pupilos, de dejar huella, poco habrá conseguido.

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A modo de homenaje, el hijo de una maestra de escuela ya retirada evoca el modo en que su madre inculcaba la igualdad entre hombres y mujeres en los más pequeños.

Consciente de que el machismo es un "marco social arraigado durante años", la profesora no dudaba en confesarse machista ante sus alumnos. De este forma, como explica su hijo, conseguía que estos entendieran "que todo el mundo tiene, en mayor o menor medida, actitudes y comportamientos machistas".

Mediante esta suerte de confidencia hecha por la máxima autoridad en el aula, la maestra confería a su lección una mayor credibilidad si cabe, al ser ella la primera en asumir su falta.

"Es un peso civilizatorio histórico que les carga la conciencia", comenta su hijo en referencia a esa losa atávica que todos, absolutamente todos, arrastramos. Qué mejor que asumirlo para acabar con ello, qué mejor que enseñar desde la conciencia de que somos seres imperfectos para cambiar el futuro.

El testimonio de Francisco Jurado, como se llama el usuario que ha compartido este recuerdo, nos sirve para entender la importancia de una pedagogía hecha desde la empatía, una pedagogía que se sale del carril y que, sin desmerecer la necesaria memorización, interpela al alumno desde la propia experiencia.

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