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Sanna Marin: sí, las mujeres podemos divertirnos y liderar un país

A la primera ministra finlandesa, le han llovido las críticas por la filtración de un vídeo en el que aparece cantando y bailando con unos amigos en una fiesta en un domicilio privado. El caso ha abierto un debate sobre cuál es el comportamiento apropiado para un responsable público y por qué se cuestiona más a Marin por el hecho de ser mujer.

Raquel Sáez

Bailar y pasarlo bien no es pecado, al menos hasta ahora. Eso es aplicable a casi todo el mundo: al presidente de la escalera, al responsable de una asociación, al director de un centro educativo, al empresario de turno (independientemente del tipo de empresa) y al primer ministro de cualquier país. El debate cambia si modificamos el género del sustantivo de la lista anterior y hablamos en femenino.

A la primera ministra finlandesa (poco conocida hasta hace unos meses), Sanna Marin, le han llovido las críticas por la filtración de un vídeo en el que aparece cantando y bailando con unos amigos en una fiesta en un domicilio privado. En el clip, publicado por el tabloide sensacionalista Iltalehti, se oye a los asistentes a la fiesta cantar a coro una canción en la que se menciona la palabra «jauhojengi» (literalmente, la pandilla de la harina).

Algo indigno para sus detractores, que han encontrado un filón para atacarla como si no hubiera mañana. En su cruzada, medios y oposición han utilizado dos argumentos: 1.- desplegar una red de rumores sobre la sospecha de que Marin consumió cocaína y 2.- defender su desapego por los asuntos del país. 

El baile del escarnio público

Desde entonces, la primera ministra Sanna Marin (36 años; este dato es relevante) ha sido sometida a un escrutinio público sin precedentes en la historia de Finlandia. Y ha abierto un debate en el tranquilo país nórdico: cuál es el comportamiento apropiado para una primera ministra, hasta el punto de que Marin se ha convertido en una figura polarizadora.

“Es el cóctel perfecto: perspectiva de género, porque si fuese un hombre, no estaría pasando lo mismo; si no fuera joven, ese cuestionamiento no se haría de manera tan feroz; y los cánones de belleza que ella a priori cumple, que también juegan en su contra. Aunque lo realmente excepcional es su juventud”, explica Mercè Alaball, consultora en gestión de conflictos, mediadora y socia fundadora de Khimera.

La polémica ha llegado hasta tal nivel, que Marin accedió a realizarse un test de drogas. Y justificó esa decisión: «Nunca en mi vida, ni siquiera en mi juventud, he consumido drogas. Ojalá viviéramos en una sociedad en la que se pudiera confiar en mi palabra. Pero como ahora quieren levantar esas sospechas, me hice la prueba». 

Marin buscaba la redención pública para poder seguir con su trabajo. Se cuestionaban las explicaciones, la vida privada y la palabra de una mujer y política joven. Y el resultado de la prueba fue negativo. Sus problemas no terminaron ahí. La prensa publicó una foto de dos amigas de Marin besándose con el torso casi desnudo en una fiesta celebrada a principios de julio en la residencia oficial de la primera ministra, al día siguiente de asistir a un festival de rock. No pilló a nadie por sorpresa, porque antes ya se había criticado su vestimenta en otro evento. La gente no está muy acostumbrada a ver a una primera ministra en festivales y con una chaqueta de cuero. 

 

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Ser joven es un problema

En Finlandia y más allá, el debate estaba servido: ¿Marin, por ser una mujer joven que lidera su país, está sujeta a un estándar diferente al de los líderes masculinos de mayor edad?

Sanna Marin es una anomalía dentro del sistema. A los 34 años, se convirtió en la ministra más joven de la historia de Finlandia. Y los recelos no terminan ahí: representa al ala más progresista de su partido (los socialdemócratas del SDP), es una feminista convencida, defensora de los derechos de las minorías sexuales, ecologistas y se crio en una familia formada por su madre lesbiana y su pareja décadas antes de que la ley finlandesa reconociera el matrimonio homosexual.

“El tema de ser joven pesa mucho. Tenemos que revisar bastantes cosas y una tiene que ver con el adultocentrismo, que es una forma de funcionar de nuestra sociedad occidental. El sistema actual no quiere la incorporación de personas jóvenes porque eso no se vive como una incorporación de talento, energía y creatividad, sino como una pérdida de poder.  No quieren que estén en puestos estratégicos y de influencia”, sigue Alaball.

Poco ha importado su gestión al frente del gobierno nórdico. En otras palabras, no se le ha evaluado por su trabajo. La socialdemócrata Sanna Marin se convirtió en una de las figuras más valoradas del país gracias a su exitosa gestión de la pandemia de covid. Finlandia es uno de los países europeos con menor incidencia del virus y menos víctimas mortales de toda la zona euro. Los reconocimientos le han llegado de dentro y de fuera. En 2020, fue elegida por la BBC y la revista Forbes entre las cien mujeres más influyentes y poderosas del mundo. También se ha alabado su posición respecto a la invasión rusa en Ucrania. La ministra afronta y lidera la posible integración del país en la OTAN, en un clima de tensiones con su vecina Rusia, con la que comparte 1.300 kilómetros de frontera.

Visto lo visto, ¿qué le diría Marin a una mujer joven que quisiera meterse en política? “Eres capaz, eres fuerte, puedes cambiar el mundo, hazlo”, aseguró la primera ministra a los periodistas antes de una intervención en el Parlamento Europeo. 

En el punto de mira

El futuro y las encuestas no son nada esperanzadoras. Y la especialista en comunicación habla de otras estrategias para afrontar la crisis: “Se ha hecho una lectura ética y moral sobre su comportamiento. Ella ha caído en la trampa. Se ha puesto en una situación de víctima. Se victimiza y eso es lo que le lleva a justificar su comportamiento. Es lo peor que puede hacer, porque está dando alas y argumento al ataque que recibe”.

¿Qué podía haber hecho? La pregunta del millón. Para Alaball, “centrarse en lo que ella hace”. “Hacer de primera ministra, poner en valor su trabajo y luego acompañarlo de, ‘en mi tiempo libre, puedo hacer cualquier cosa que me apetezca’. Esa hubiera sido una respuesta mucho más asertiva. Para quien tiene que ser ético y moral es para ella misma. Es absurdo demonizar la diversión”, remacha.

Sanna Marin participando en una de sus reuniones de trabajo. Autor: Finnish Government.

Sororidad en las redes

La sororidad no ha tardado en llegar, vía redes sociales. Y el mensaje que lo resume todo es muy sencillo: “Sigue bailando, Sanna”. Vamos, que no se deje amedrentar por aquellos que la juzgan por su vida privada. Porque bailar, en un domicilio privado, en una celebración íntima, no es pecado capital.

Hilary Clinton también se iba de fiesta siendo secretaria de Estado de Estados Unidos. No tiene nada de malo, así que la excandidata a las presidenciales ha publicado un tuit con una foto suya bailando con el brazo levantado, tomada en abril del 2012 en el Café Habana (Cartagena, Colombia) “Aquí estoy en Cartagena cuando estuve allí para una reunión como secretaria de Estado”. Y agregó: “Sigue bailando, Sanna Marin”.

No es la única. La congresista Alexandria Ocasio-Cortez ha compartido otro baile, en apoyo de la nórdica. Su escenario: los pasillos del Capitolio, a las puertas de su oficina de trabajo.