Nos han parado los pies tantas veces en estos dos últimos años que asistimos con prudencia a este nuevo escenario. Pero algo distinto se percibe en el ambiente, como si está vez sí que sí, el viajero pudiese retomar su pasión sin ambages. Y qué mejor forma de reemprender el viaje de nuestras vidas que una escapada de fin de semana a una capital europea.
Porque Europa es mucho más que Londres, Roma, París o Berlín, ciudades todas ellas magníficas, pero que carecen del factor sorpresa debido a su enorme popularidad. En esta ocasión os planteamos opciones un poco más originales. No te pierdas esta lista de 8 capitales europeas para escaparse un fin de semana.
Capitales europeas para un fin de semana
Liubliana (Eslovenia)
Con un número de habitantes similar a Gijón, la capital eslovena es una ciudad perfecta para conocer en un fin de semana, alejándonos un poco de las rutas habituales. Ubicada a medio camino entre los Alpes Julianos y la zona del Karst esloveno, el río Ljubljanica la atraviesa por su centro creando esos famosos canales que la convierten en una suerte de pequeña Venecia.
Además de ser señalada como una de las mejores ciudades del mundo para vivir en familia, Liubliana tampoco se pierde las listas de mejores destinos low cost. Y en esta ciudad, además, no sentirás como se te hiela la sangre cada vez que un camarero te trae la cuenta, tal y como como sucede en otras capitales europeas más populares. En definitiva, una ciudad perfecta para una original escapada de fin de semana.
Atenas (Grecia)
Llevamos ya escuchando una buena temporada que Europa está en decadencia y que su papel en el futuro será de mera comparsa entre las potencias mundiales que todos conocemos. Pero si a Rick Blaine de Casablanca “siempre le quedará París”, a los europeos siempre nos quedará nuestra cultura, un tesoro de valor incalculable que nos recuerda que, con declive o sin él, Europa es conciencia.
Y qué mejor lugar para recordar nuestros orígenes —y nuestra decadencia— que Atenas. Tal vez una escapada de fin de semana sea algo corta para conocer todos y cada uno de sus rincones históricos, pero con tan solo poner un pie en los barrios de Plaka, Anafiótika o Psiri percibirás esa sustanciosa fusión de Oriente y Occidente que se da en la capital griega.
Belgrado (Serbia)
Ahora que los cañones y las balas silban otra vez a las puertas de Europa, tal vez sea un buen momento para recordar la otra historia de nuestro continente, la de los conflictos, las invasiones, el imperialismo y las guerras, que nos enorgullecen mucho menos que su legado cultural.
Belgrado es una de esas capitales europeas en las que aún palpita con fuerza el recuerdo bélico en lugares como el espectacular Monumento al Héroe Desconocido o los edificios en ruinas mantenidos para recordar los bombardeos de la OTAN en la guerra de los Balcanes. Pero Belgrado también mira hacia delante en barrios como Skadarlija o Savamala, donde la cultura alternativa se abre paso con su rabioso ímpetu juvenil.
La Valeta (Malta)
Si buscas un destino un poco más romántico para tu escapada de fin de semana, pero París lo tienes ya muy visto (y muy pagado) te recomendamos que busques un poco más al sur, en un pequeño archipiélago bañado de candor mediterráneo de nombre dulce como la miel: Malta.
Allí se encuentra La Valeta, una adorable ciudad azul y dorada erigida sobre los cimientos de un asombroso legado cultural. Porque en La Valeta podrás sentir la influencia griega, italiana, norteafricana y británica. Todo en una ciudad imponente que se asoma al siempre romántico Mediterráneo.
Dublín (Irlanda)
La capital irlandesa es un acierto seguro si buscas un destino europeo de fin de semana, pero no te apetece complicarte demasiado la vida… ni tampoco repetir en alguna de esas capitales plagadas de escapados. Porque Dublín tiene esa aura de placidez y desparpajo que no percibiremos en otras ciudades de la Europa Occidental.
Del Trinity College a Grafton Street, pasando por el mítico Temple Bar, Dublín es una ciudad que combina la tradición más solemne con la algarabía juvenil más entrañable, una ciudad joven y dinámica bañada en las aguas negras del río Liffey… y en la cerveza negra más famosa del mundo.
Helsinki (Finlandia)
Si para hacer bien el amor hay que venir al sur, para ser muy feliz, según las recetas de los felizólogos, hay que irse al norte. Así que allí que nos vamos, que estos dos años de quiero y no puedo no han sido para tirar cohetes, precisamente. Y en nuestro camino hacia arriba del mapa dejamos atrás Copenhague y Estocolmo para visitar Helsinki. Y olvidaos de que hace frontera con Rusia que a este paso no salimos de casa nunca más.
Además de hacer una ruta por la mejor arquitectura nórdica y palpar en el ambiente el humor cáustico que nos enseñó Aki Kaurismäki en sus películas, Helsinki es una ciudad amable que derrite el hielo con la mejor de sus sonrisas… y con mucha sauna, claro. De hecho, solo por haber inventado la sauna, la capital finesa ya merece una oportunidad. Y luego de cabeza al mar… ya verás qué felicidad.
Tirana (Albania)
Pero si lo que buscas es un destino europeo realmente original, escápate a Tirana. De la capital albanesa dicen muchas cosas, algunas irreproducibles por su lenguaje poco elegante, pero nosotros somos de la opinión de que en la ciudad menos refinada también es posible vivir experiencias inolvidables, sobre todo para aquel viajero que busca lugares aún no tematizados y cubiertos de reclamos turísticos más o menos imperdibles.
Porque en Tirana todavía se puede percibir ese acerado aire postcomunista en permanente conflicto con los aromas más occidentales. En suma, una de esas ciudades europeas que todavía hacen contener el aliento en un país al borde de convertirse en el último lugar secreto de Europa.
Lisboa (Portugal)
¿Lo de Tirana y el rollo postcomunista ni fu ni fa? ¿En Helsinki habrá muchas saunas, pero necesitas cuatro capas para salir a la calle hasta en junio? Pues volvamos a casa entonces… o casi. Ciudad de moda donde las haya, no se nos ocurre un plan más sencillo de fin de semana que Lisboa.
Tan cerca y tan lejos, la capital portuguesa es luz atlántica y aroma marinero, una ciudad volcada hacia poniente que es sinónimo de noche sureña de calles abarrotadas y sonrisas de madrugada. Pues eso, que también nos hace falta, pero mucha, mucha falta, un poco de fiesta como las de antes. Y en eso, a Portugal (y a España), no les gana nadie.
