Es un hito del patrimonio industrial europeo y un símbolo de la Euskadi contemporánea que se convirtió en una de las regiones más dinámicas a nivel industrial de todo el continente desde el siglo XIX: es el Puente de Bizkaia que une desde 1893 las localidades de Portugalete y Getxo, a través de su barrio Las Arenas.
Y es que se trata del primer puente transbordador de estructura metálica en el mundo, siendo actualmente uno de los pocos que se mantiene en pie y ofreciendo servicio: razón suficiente para declararlo Patrimonio de la Humanidad en 2006. Nos vamos a la ría de Bilbao para conocer más de cerca el puente más original de España.
Puente de Bizkaia, icono de la ingeniería vasca
Ya es la quinta barquilla que cruza la desembocadura del Nervión y el Ibaizábal desde que el puente fuera inaugurado hace 130 años, el elemento más llamativo de esta estructura y que justifica su nombre, “puente transbordador” porque transborda pasajeros y vehículos de un lado a otro de la ría. Y ese fue el objetivo que se marcaron los promotores del proyecto a finales del siglo XIX: unir los dos márgenes de la ría de Bilbao sin entorpecer la navegación.
Tres son los nombres que debemos anotar como responsables iniciales de esta aventura de la ingeniería vasca: el arquitecto e ingeniero vasco de origen francés Alberto Palacio Elissague, que diseñó el puente, el ingeniero francés Ferdinand Arnodin que lo construyó (y explotó su patente) y el empresario bilbaíno Santos López de Letona que lo promocionó y financió.
El proyecto del Puente de Bizkaia
Hasta tres proyectos diferentes se valoraron antes del definitivo. Y es que la empresa no era sencilla: se trataba de unir dos orillas de naturaleza muy diferente: la escarpada y rocosa de Portugalete y la baja y arenosa del barrio getxotarra de Las Arenas, facilitando la comunicación entre las, por entonces, pequeñas localidades balnearias de la costa vasca.
Y todo ello sin obstaculizar la navegación en el eje de comunicación industrial de la región, tan importante para el conjunto de España, gracias al inicio de la explotación de su filón de hierro de 25 kilómetros.
Por eso Palacio y Elissague analizó con detalle todas las opciones disponibles en una época de revolución ingenieril a nivel mundial gracias a la incorporación del hierro a la arquitectura tanto como elemento práctico como representativo de la época. Con hitos como la Torre Eiffel —que había sido terminada meses antes— se ponía fin a la estética neoclasicista y a sus materiales “nobles”, como el mármol, para abrazar el hierro como símbolo de modernidad.
Tras descartar otras opciones del impresionante manual de ingeniería que se estaba escribiendo a finales del XIX en buena parte del mundo, Palacio y Elissague optó por un puente transbordador con una estructura basada en dos vigas horizontales que soportarían los carriles, apoyadas sobre cuatro pilares asentados en los muelles de ambos márgenes de la ría.
Las innovaciones del Puente de Bizkaia
Palacio y Elissague combinó la ingeniería de puentes colgados de cables que se había desarrollado desde mediados de siglo con la tecnología de las máquinas de vapor que accionaban vehículos mecánicos, uno de los fundamentos de la Revolución Industrial.
La estructura básica del puente lo forman cuatro torres de hierro de 61 metros de altura, que son sus pilares, unidas entre sí por un travesaño de 160 metros ubicado a 45 metros de altura sobre el nivel de pleamar. Se cumplía así el objetivo principal: no obstaculizar la navegación de las embarcaciones por la ría.
Las piezas de hierro laminadas en taller y unidas entre sí con remaches al rojo vivo, además de los ocho cables de sustentación de acero anclados en bloque de cimentación a los extremos del puente (a unos 110 metros de distancia de las torres) son el armazón de la estructura metálica.
Pero el elemento más icónico del conjunto es la barquilla que gravita entre las dos torres pendiendo del travesaño horizontal superior que, a su vez, está sujetado a la estructura por las péndolas: son los 70 cables de acero que justifican el sobrenombre de “puente colgante”, ya que el travesaño cuelga sobre las torres, no estando soldado ni remachado a las mismas.
El Puente de Bizkaia en la actualidad
En origen, la barquilla usó un sistema de tracción por cables y poleas accionado gracias a una caldera de vapor ubicada en una de las dos torres. Pero la actual barquilla, colocada en 1999, que es la quinta en la historia del puente, cuenta con doce motores eléctricos.
Solo la Guerra Civil fue capaz de hacer temblar este puente hasta su destrucción en 1937 por el Batallón de Ingenieros del Ejército del Norte ante la llegada inminente de las tropas nacionales. El ingeniero Juan José Aracil inició su reconstrucción desde 1939.
Siete décadas más tarde, el Puente de Bizkaia logró la distinción como Patrimonio Mundial de la Unesco por ser “una de las más destacadas obras de arquitectura del hierro de la Revolución Industrial destacando su uso innovador de los cables de acero ligero trenzado”.
Y es que, como primer puente colgante con vehículo transbordador del mundo, fue la referencia de un total de veinte puentes similares que se edificaron en el último tercio del XIX. Actualmente, solo nueve siguen en pie y solo cuatro más prestan servicio, destacando el de La Boca en Buenos Aires.
En la actualidad, el puente dispone de una barquilla con capacidad para seis vehículos y 200 pasajeros, 100 en cada sala. Así mismo, se han habilitado dos ascensores panorámicos para subir a las pasarelas, con el fin de realizar visitas turísticas, uno en cada lado del puente, y a los que se accede a través de las terrazas.
