Las narrativas de viajes donde las mujeres somos las protagonistas están al alza, sí, pero todavía queda un largo camino que recorrer en el que las aventuras, los viajes (en solitario especialmente) y los referentes de mujeres viajeras no caigan solo en estereotipos asociados a la vulnerabilidad, al peligro o a la debilidad en el imaginario colectivo.
Por la importancia de visibilizar historias de mujeres cuyos sueños de viajar por el mundo se han hecho realidad pero también de plasmar las desigualdades que seguimos constatando y viviendo a lo largo y ancho de nuestro planeta por el hecho de ser mujeres, les he preguntado a estas 9 viajeras por sus aventuras por el mundo, y por las piedras machistas que se han encontrado en el camino. (todas las frases en negrita han sido destacadas por mí)
Eva Serra y Ana Vega se conocieron en la Universidad, en Barcelona. Un día decidieron hacer realidad unos cuantos de esos «Tengo que…» que surgían en sus conversaciones. En Agosto de 2015 dejaron sus trabajos estables junto con la rutina y las obligaciones y emprendieron la aventura desde Mallorca. Junto con Thunder, su Citroën 2 Cv, estas Thelma (Eva) y Louise (Ana) llevan 28 mil kilómetros y 21 países recorridos, aunque a ellas no les guste hablar de números, más bien de experiencias. Podéis acompañar sus aventuras en el blog 2 Femmes en 2 CV.
«Recorrer el mundo con gafas y botas de mujer es poner una mirada interesante y distinta a la vida. En nuestro caso, el punto de partida del viaje ya estaba teñido de lila desde el inicio: un buen día decidimos dejar todas nuestras pertenencias, abandonar nuestras casas y alejarnos de nuestros seres queridos para poner Nuestra Vida En El Centro.
Se podría decir que el leitmotiv de nuestro viaje es vivir en slow life, así pues, no nos importan en demasía el número de países que hemos visitado o los kilómetros hechos a bordo de nuestro querido Citroën 2CV en un tiempo determinado.
Entramos en los países despacito, sin mucha información de cada sitio, ni mapas, ni listas top 5 de ‘musts’. Recorremos ciudades poniéndonos en la piel de una habitante más, alejándonos de los sitios turísticos, yendo a sitios locales, visitando librerías, cines, exposiciones, haciendo excursiones en parajes naturales como si pasáramos una tarde de sábado en nuestro barrio. »
¿Y esto de viajar siendo mujer? «Obviamente, los machismos se ponen de manifiesto en distintas formas cuando de viajar se trata y más, por según qué países. Recordamos escenas desagradables como taxistas increpándonos en Irán, babosos tocándonos los pechos o muslos en las montañas de Georgia, camioneros llamando nuestra atención en un paso fronterizo en Rusia como si fuéramos caballos, policías riéndose de nosotras en situaciones problemáticas en Bulgaria, acoso en la carretera, comentarios violentos en las redes sociales…
Cuando nos ponemos a pensar sobre ello y recordamos las situaciones más difíciles vividas estando de viaje, nos da mucha pena pensar que la mayoría de ellas han sido protagonizadas por hombres.»
No son experiencias aisladas, son fruto de un sistema que insiste en vernos como más débiles, poco dadas a la aventura, que persiste en sorprenderse con dos mujeres viajando juntas sin la compañía de un hombre y, aún más, conduciendo un coche miles de kilómetros, algo lamentablemente tan asociado única y exclusivamente a la masculinidad.[the_ad id=»5141″]
«También nos damos de bruces con muchos de los tópicos del heteropatriarcado, sobre todo en forma de preguntas, como si tuviéramos que dar algún tipo de explicación a alguien por decidir qué hacemos con nuestra vida. Nos cuestionan por qué viajamos solas (como si la otra no existiera, parece que sólo se puede viajar acompañada si es con un hombre), por qué viajamos a según qué países (como si la inestabilidad no estuviera globalizada), qué tipo de relación tenemos (como si fuera tan extraño que dos amigas decidan compartir la vida), entre muchas otras cuestiones que jamás se le plantearían a un hombre.
En nuestro caso también está el tema del coche, por supuesto. No hay muchas mujeres viajando por el mundo con un vehículo motor, y así algunos hombres nos lo hacen notar, brindándonos su ayuda porque esto de los coches, parece ser, es cosa de machos. Algunos fascinados por la aventura, envidiándola, nos echan una mano desinteresadamente. Otros, buscando algo a cambio.»
Tanto Ana como Eva lo tienen claro: no serán los episodios machistas por el camino los que les quiten las ganas de seguir explorando el mundo. Al final, el mundo es un lugar bello y cambiar la forma de vivir sus vidas desprendidas de rutinas, oficinas y bienes materiales, algo por lo que merece la pena luchar.
«Es difícil tomarse este tipo de situaciones siempre asertivamente, es muy frustrante e indignante que por el hecho de ser mujeres se nos cuestione y se ejerza cualquier tipo de violencia y falta de respeto sobre nosotras. Así que muchas veces nos enfadamos, contestamos, gritamos, o si podemos revertir la situación, explicamos nuestro punto de vista, o le ponemos humor e ironía al asunto.
Lo que tenemos claro es que no permitiremos que nadie nos quite la ilusión o las ganas de seguir con nuestra aventura nómada. Y si algo hemos aprendido en estos casi 18 meses de andadura por el mundo es que el planeta tierra es un lugar precioso, que merece la pena recorrer a nuestro modo, que es necesario contar a través de nuestra mirada, y que nadie puede impedir o cuestionar que así sea.
Vencimos nuestros miedos de dejar una vida cómoda y estable por la carretera y el nomadismo, y pese a todas las experiencias, las buenas y las malas, la balanza sigue inclinándose claramente hacia el lado positivo.»
También Lorena Anchia se queda con lo positivo, siempre. Lo dejó todo el pasado Septiembre, compró un billete de ida a Camboya y empezó su aventura sola por el Sudeste Asiático. No tiene itinerario planificado ni tiempo límite y lo va contando todo en su blog Viaja Sé Tú Misma. El tono de su blog es un reflejo de ella misma: divertido, espontáneo y con el lema subyacente a todas las situaciones » ¿Por qué no?».
Cuando le pregunto por cómo es eso de viajar sola me contesta que «es algo que no todos pueden entender, y os animo a que lo probéis, es libertad en estado puro.»
En Malaca (Malasia), un grupo de señoras se acercaron a mí cuando guardaba la cola para comprar el ticket para un barquito; me preguntaron si viajaba sola, les respondí que sí y seguidamente me preguntaron si estaba casada. Ante mi negativa me preguntaron que por qué no, algo inusual en una cultura en la que se suelen casar a los 25 años, se rieron a carcajadas cuando les respondí que no lo necesitaba.
Después de una agradable charla nos tomamos una foto juntas y me dieron las gracias por visitar su país, un precioso gesto.»
Pero estos son sólo casos aislados, por suerte el mundo está lleno de personas increíbles y de mujeres viajeras que sólo necesitan sus pies para recorrerlo. «
«Muestra nuestra experiencia viajando juntas desde Egipto a Alemania por tierra y mar. La película, que forma parte de mi doctorado, intenta ofrecer una visión diferente sobre la percepción corporal y la experiencia de los que dominan los relatos de viaje, que suelen ser de sexo masculino.»
Empezó también hace poco más de un año el proyecto en Instagram @ellasdeviaje, donde propone visibilizar las distintas formas de viajar como mujer y «generar conciencia sobre la condición de la mujer en viaje. Espero que ambos proyectos puedan contribuir en maneras específicas a expandir la imaginación cultural que dicta nuestra percepción de la mujer en viaje. »
«Durante los últimos 10 años viajé mucho y en mis viajes siempre sentí que mi experiencia como mujer fue muy distinta a la experiencia de otros compañeros viajeros. Al margen de si estaba en una terminal de buses, un cruce fronterizo, o simplemente interactuando con la gente que conocí, sentí que esta diferencia tenia que ver con ser mujer.
Andar por diferentes lugares del mundo dentro de un cuerpo de mujer, me hizo ver que dependiendo del lugar geográfico en el que me encuentre, mis posibilidades y limitaciones son diferentes.
Como mujer sentí, que no debía circular libremente en algunos espacios públicos que son dominados por hombres. Este sentimiento de limitación se materializa en muchas formas, como los ejemplos que narran otras viajeras en este mismo artículo.
Sin embargo, no solamente son esos lugares geográficos, sino también que en mis viajes siento el peso de una imaginación cultural limitada que tiene que ver con la forma en que soy percibida por otros.
En las interacciones que he tenido antes, durante y después de mis viajes casi siempre mis interlocutores me piden que me cuide, muchas veces me caracterizan como descuidada, y en muchos casos mi decisión de viajar sola es francamente cuestionada:
¿Qué me impulsa a viajar? ¿No puedo ir a casa? ¿De qué estoy corriendo? Puede ser que me hacen estas preguntas sin malas intenciones, pero implícitamente indican que las narrativas que expresan curiosidad y aventura casi nunca están asociadas con mujeres.
Esta reacción no es sorprendente si nos fijamos un segundo en la ausencia de historias sobre la mujer que viaja (en comparación, existen una variedad de historias sobre el hombre que viaja, empezando por ejemplo, con La Odisea hasta Diarios de Motocicleta).
El problema con esta ausencia de ejemplos, es que anticipa nuestra relación con la mujer que viaja. La forma de ver a la mujer viajando mantendrá su miopía si es que no hay suficientes ejemplos de narrativas que sirvan a otras mujeres como “modelo a seguir”.
Lo mismo sucede con la falta de narrativas que sirvan a la sociedad en o donde se viaja. Cuentos que dibujen a la mujer viajera como víctima, como extremamente vulnerable al acoso y violencia sexual, como alguien exótico, como alguien que no pertenece en ciertos lugares, etc.
Por eso, pienso que es importante darle de comer a nuestra imaginación cultural en este contexto. Por eso es importante que veamos mujeres viajando en películas, en la televisión, en las redes sociales y en los medios.
Por eso es importante que escuchamos sus historias, en libros, blogs y en la radio. Pero no en meras apariciones esporádicas, ni como víctimas, ni como objetos sexuales, sino como personas con sueños, ideas y curiosidad que eligen desarrollarse viajando. «
Eva Abal de Una idea, Un viaje, lo tiene claro: «Como viajera, por supuesto que he notado las diferencias culturales y educacionales, especialmente en los 7 meses que pasé viajando sola por Asia. En Malasia, por ejemplo, recibí en la misma tarde, 3 solicitudes de número de teléfono y una propuesta de matrimonio.
En India, sentía la constante necesidad de mentir sobre el paradero de un marido inexistente («ahora está en el hotel», «no, es que mi marido viene más tarde») ante el cansancio de dar explicaciones de por qué viajaba sola, por qué no estaba casada, por qué no tenía novio, ni hijos… por qué no quería que me acompañasen, por qué no me apetecía ir a dar un paseo en moto esa noche con el primer desconocido con el que me cruzaba… Un infinito mundo de preguntas que me harté de responder. »
Todas estas situaciones no supusieron una merma en las ganas de viajar de Eva, al contrario, lo entendió «como fruto de una cultura completamente diferente en la que las mujeres no son tratadas en igualdad«.
Recuerda su experiencia en Irán, «donde el primer día me tocaron el culo, me dijeron que vestía como una guarra (yendo con velo, pantalón largo y camiseta de manga larga) simplemente porque la camiseta no cubría mi trasero lo suficiente.
Y sin embargo, volvería a cada uno de estos países, porque son países que merecen muchísimo la pena, donde he aprendido y conocido la situación de las mujeres de primera mano y donde creo que es nuestra labor contarles lo que hay fuera. Aunque no cambiemos nada, porque muchos granitos de arena hacen un gran desierto.«
Inma Gregorio reconoce que todavía nos «queda mucho camino por recorrer en el mundo de los viajes«. Lleva cuatro años escribiendo en su bitácora de viajes: A World to Travel.
«Las mujeres no disfrutamos de las mismas libertades en muchos países en los que la religión juega un papel primordial y estamos siempre a merced de situaciones que nos ponen en peligro por nuestra condición.
Yo misma he tenido que luchar contra miradas inapropiadas en algunos destinos asiáticos, del norte de África y de Oriente Medio y he estado a punto de ser violada en Turquía. Por ello, si eres mujer, te animo a que te informes bien sobre tu próximo destino antes de viajar y pongas en valor tu intuición femenina.»
En el caso de Rocío, el espíritu viajero se lo inculcaron desde casa: «Quizás pueda parecer una rara avis pero yo nunca me he sentido discriminada por ser mujer; quizás en eso haya tenido suerte, sólo tengo hermanas, así que nunca he visto diferencias en casa. He tenido libertad de horarios y de movimiento, he vivido como cualquier chico.
Tampoco me han inculcado el miedo y siempre me han animado a vivir experiencias y a viajar. Alguna vez he tenido que soportar cosas que seguramente hayamos tenido que soportar todas o casi todas, por el mero hecho de ser mujer. Que algún hombre te diga obscenidades, que intenten tocarte el culo al pasar o que sin comerlo ni beberlo te hagan un show de exhibicionismo gratuito… pero digamos que, por triste que suene; aprendes a vivir con ello.»
Respeto a este miedo inculcado desde niñas en muchas de nosotras y la sobre protección que nos rodea que persiste a día de hoy en nuestro imaginario colectivo, Sabela Montero, de Viajando| Imágenes y Sensaciones me cuenta:
«Llevo muchos años viajando sola a diferentes partes del mundo y puedo decir que casi todas los momentos en los que he sentido y vivido discriminación ha sido una discriminación positiva (que no deja de ser discriminación y a veces me exaspera). El ansia de protegerme, tanto hombres como mujeres, se repite en casi todos los países que he visitado.«
Asociada a esta protección viene el hecho de vernos más débiles. Y, con lo cual, nos ven como valientes viajeras que se aventuran por el mundo solas, al contrario de ellos, en los que no supone ninguna hazaña que viajen solos por el mundo en las dinámicas asociadas a la masculinidad, fruto de la sociedad patriarcal.
«Lo que más me preocupa de la discriminación, es en temas más sutiles, como la supuesta debilidad por ser mujer. Mientras todos pensemos que las mujeres somos débiles, seguiremos escuchando cuán valientes somos cuando viajamos solas. Algo que hacen muchos hombres sin ser halagados por tal “hazaña”. Porque no hace falta ser valiente para viajar sola o solo y de serlo, lo seríamos todos, hombres y mujeres. «
Y añade: «Cuando alguien me dice que soy valiente por alquilar un todo terreno y viajar por Uganda sola, le pregunto si me diría lo mismo si yo fuese un hombre. La respuesta es siempre un no, pero que es diferente…
Mientras no dejemos de ver esa falsa diferencia, no avanzaremos. Porque el hecho de ser mujer no me hace más débil ni más vulnerable. Creo que hasta que no rompamos con esa idea no dejaremos de tener límites en nuestras vidas.«
Vanesa Alvarenal lleva también varios años viajando sola o acompañada de su pareja Raúl. Para ella viajar es la mejor experiencia de su vida. Nos lo cuentan todo en su blog Pasaporte para Viajar.
Como mujer viajera, Vanesa siempre se ha sentido muy a gusto y confiesa que todas las anécdotas o experiencias que le dejaron mal sabor de boca, «pronto se vieron disueltas en otras experiencias que el país y su gente me brindaba«.
Comparte, sin embargo, algunos de esos episodios de sabor amargo por la importancia de hacerlos visibles, desde los micromachismos a opresiones más flagrantes que vivió mientras viajaba:
«En ocasiones han sido sólo pequeñas cosas, lo que llamamos micro-machismos, algo que por desgracia vivimos a diario, como al pedir la cuenta en un restaurante u alojamiento y que se lo den al hombre del grupo, que no se dirijan a ti y ni tan siquiera noten tu presencia en un regateo, etc.
Otras veces es algo que no sufres directamente pero ves a tu alrededor como es la vida de las mujeres de esa comunidad; para mí es tan duro sufrir en mis carnes ese machismo como ver la opresión en las mujeres que me rodean. »
Buenas,
Dos mujeres viajando juntas, ¿están solas? yo no estoy de acuerdo.
Hace unos años hice un viaje de un año por Sudamérica, sola, y la mayor parte del tiempo en autostop. Casi todo lo que puedo contar son buenas experiencias, pero los machismos son inevitables, la pregunta «no te da miedo viajar sola?» se repite una y otra vez. Es algo que recomiendo a todas las mujeres pero hay que tener mucho ojo en quien confiamos…
El otro día contaba en el blog de mi compañero una de las situaciones más incómodas que me pasaron viajando sola http://hateradvisor.es/los-riesgos-de-viajar-sola
A veces pasan cosas malas, pero por supuesto, animo a todas las mujeres a que emprendan su viaje y hagan frente a los miedos 😉
Una de las cosas que más me alegran el día es leer historias como éstas, de mujeres que quieren ver mundo y vivir. Yo también lo dejé todo por un tiempo y me fui a viajar 6 meses por Sudamérica el año pasado y solo puedo recomendarle a todo el mundo que se tome un tiempo para hacer algo así. Aquí podéis leer mi primera vez 🙂 https://viajeseideas.com/mi-primera-vez-viajando-sola/.
Viajar (no hacer turismo) por una temporada larga, improvisando, conociendo otras culturas y personas, viviendo con intensidad cada día y descubriendo lugares increíbles te cambia la vida.
Es evidente que queda mucho por hacer, ya que muchas mujeres no se atreven a salir solas de su casa. Muchas dicen que tienen miedo de verse solas, de que se aburrirán viajando, etc., pero yo creo que el miedo es al qué dirán. Vivimos en un mundo de apariencias, y especialmente las mujeres sufrimos las críticas y malas miradas por cada cosa que hacemos. Hay que atreverse, romper tabúes y aprender a decidir qué queremos hacer con nuestra vida. ¡Estamos en el siglo XXI!
Y sí, puede que haya momentos malos, pero de todo se aprende, y además, las buenas experiencias ganan por goleada. ¡Así que todas a viajar! Si descubres que no te sientes cómoda haciéndolo, siempres puedes comprar un billete de vuelta a tu casa.