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La doble vida del agente Lars

El policía detenido por el robo de 150 kilos de droga en una comisaría era el principal sospechoso por su tren de vida

R. BOCANEGRA / Ó. LÓPEZ-FONSECA

Nunca fue trigo limpio'. La detención del policía en excedencia Lars Sepúlveda Madsen como presunto autor del robo de más de 150 kilos de cocaína y heroína de la propia Jefatura Superior de Policía de la capital hispalense era para muchos de sus compañeros la crónica de un arresto anunciado. Su elevado tren de vida, con piso de lujo incluido en una de las mejores zonas de Sevilla, no estaba justificado con el sueldo de poco más de 1.600 euros que ganaba. Sus excusas de que su mujer era la parte principal de sus finanzas tampoco convencían a nadie.

Uno de sus compañeros recuerda ahora a Público que cuando en cierta ocasión Lars le mostró la nave industrial donde tenía su empresa de venta de motos, no pudo evitar sorprenderse por la cantidad de vehículos que tenía allí almacenados. 'No me explicaba cómo con nuestro sueldo podía haber comprado todo ello'. ¿La venta de drogas? La Policía cree ahora que sí, que durante meses fue presuntamente sustituyendo poco a poco los alijos que se incautaban sus compañeros por sustancias de similar color y textura, y luego ponía en la calle el estupefaciente valorado en siete millones de euros a través de Lolo, un vendedor ocasional de coches, viejo conocido de la Policía, que fue detenido junto a él.

Algunos se explican ahora su actitud hacia el trabajo, que diera la impresión de que constantemente se preguntara ¿qué hago yo en la Policía? Un incidente en marzo de 2008, cuando supuestamente ya llevaba tiempo dando cambiazos, es revelador de la desconfianza que despertaba entre sus compañeros de la Unidad de Drogas y Crimen Organizado (UDYCO). Eran las elecciones generales y Lars estaba en el equipo que debía controlar los centros de votación cuando hay comicios, la Policía está en alerta y se recurre para el servicio a casi todos los agentes disponibles. Pero no fue y alegó estar indispuesto. Nadie le creyó. Poco después, se destapó el asunto y Lars fue apartado de su destino. Entonces, pidió una excedencia.

'Cuando había que hacer un seguimiento en moto, siempre se ofrecía', dice un agente

Lars, de 36 años, madre danesa, casado y con dos hijas, ingresó en 1993 en la Academia de Policía de Ávila, como integrante de la 9ª promoción. Un camino que seguiría después su hermano menor, hoy inspector en la costa levantina. En 1995 fue destinado a la comisaría madrileña de San Blas. En un primer momento se integró en los Grupos de Prevención de la Delincuencia, un puesto de calle y uniformado, en el que, según compañeros que compartieron entonces destino con él, empezó a dar muestras de que 'no se involucraba'. Por ello, sus superiores le trasladaron a un puesto burocrático, de mesa y papeles: la Oficina de Denuncias.

Por entonces, Lars se compró su primer piso, en la localidad de Alcalá de Henares. Un piso 'modesto', en palabras de uno de sus compañeros de comisaría que acudía en ocasiones a él. En esa misma localidad, supuestamente gestionaba un pub junto a otros familiares. 'Los compañeros íbamos por allí de vez en cuando para que nos invitara a una copa', recuerda un agente que lo conoció en aquella época y que destaca que, ya entonces, su comportamiento provocaba comentarios internos: 'No era normal que recién salido de la Academia de Ávila se arriesgara a una sanción trabajando en un bar, algo que tenemos prohibido'.

A finales de los noventa, el ahora detenido dio un salto profesional. Recaló en la Unidad Central de Estupefacientes, en concreto, en la sección III, la especializada en perseguir el tráfico de heroína. 'Cuando había que hacer un seguimiento en moto a cualquier narco, él siempre se ofrecía', destaca otro agente que coincidió con él en dicha unidad. Ya entonces su nivel de vida llamaba la atención de los compañeros 'cuando los demás comíamos de bocadillo, él iba de gambas a la plancha', pero sobre todo sus frecuentes cambios de moto. Cada vez de más cilindrada, cada vez más caras.

Tras intentar ascender a oficial y ser suspendido, Lars solicitó su traslado a Sevilla. Sus compañeros le preguntaron entonces los motivos de tan sorprendente cambio. Él aseguró que la que luego sería su mujer, Maite Márquez también detenida estudiaba Derecho en aquella ciudad y quería vivir con ella. Poco después, fue destinado a la comisaría de Nervión, aunque allí duró poco. Nada más llegar, movió sus contactos en Madrid para conseguir que su experiencia en la persecución de narcos le permitiera ser destinado a la UDYCO. En pocos meses estaba en la unidad donde finalmente estallaría el escándalo.

Tras salir a la luz el robo, pidió excedencia. Puso como excusa una falsa enfermedad de su mujer

'Aquí nunca encajó', recuerdan ahora compañeros que durante meses se han visto sometidos a investigación y que gracias a la detención de su ex compañero ahora pueden respirar tranquilos. 'Fue de un grupo a otro sin que los jefes supieran nunca qué hacer con él', señala otro agente.

Así, hasta que en junio de 2008 se descubre el robo y Lars se convierte en el principal sospechoso para sus jefes. Así se lo transmiten a los responsables de la Unidad de Asuntos Internos que se hacen cargo de la investigación. Eso sí, deciden alejarle de la unidad y le envían a la Brigada de Seguridad Ciudadana. En concreto, a la Unidad Polivalente, encargada, entre otras funciones, de escoltar a detenidos y reclusos a los hospitales cuando requieren asistencia médica.

Sin embargo, Lars prácticamente ni se incorporó a su nuevo destino. Nada más llegar, solicitó hablar con su responsable y le pidió poder disfrutar todos los días de libranza que tenía pendientes y sus vacaciones. Para convencerlo, esgrimió una excusa que aquel no pudo obviar: supuestamente su mujer estaba gravemente enferma. 'Leucemia', dijo.

No volvió a comisaría hasta la pasada semana. Entonces lo hizo con las esposas puestas. Asuntos Internos tardó 15 meses en encontrar las pruebas para acusarle. El dinero que manejaba fue la principal pista, porque de los más de 150 kilos de droga que supuestamente sustrajo no ha aparecido ni un gramo. 'Ni aparecerá', vaticina con desilusión un responsable de la detención. La vida de Lars, ahora, transcurre entre rejas.

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