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Sinde quiere que Cultura no sea la 'maría' de la UE

La ministra manifiesta en el Consejo de la Unión Europea su deseo de que la cultura forme parte del motor económico de los 27. Pretende agilizar el nuevo Sello de Patrimonio Europeo y el fomentar el turismo cultural

DANIEL BASTEIRO

España tiene seis meses para rentabilizar masivamente una experiencia íntima. Con esa paradoja por misión, la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, presentó ayer en Bruselas la agenda cultural y las prioridades políticas para el recién iniciado semestre de presidencia española de la Unión Europea. Para la ministra, 'basta una sola persona para que cualquier obra tenga público' porque 'el modo en que cada persona se emociona con un relato o se estremece ante la belleza es enteramente único'.

Sin embargo, que una sola persona acuda al teatro, a una sala de exposiciones o de conciertos no garantiza la supervivencia de la industria cultural. Consciente de ello, Sinde enarboló un programa llamado a comercializar mejor la cultura para que deje de ser un segundo plato político por falta de competencias. En su lugar, Sinde reclamó 'tanta atención en Europa como la dedicada a otras áreas que ya han sido más desarrolladas'. El turismo cultural, la digitalización de libros y leyes de copyright que acaben con 'la falta de respeto a los autores' convertirán, según Cultura, a esa experiencia íntima en un negocio global.

España pretende alumbrar el nacimiento de un Sello de Patrimonio Europeo que reconozca los monumentos o espacios culturales más destacados de los países miembros. Con la vocación de alcanzar un prestigio comparable al de la lista de monumentos patrimonio de la Humanidad, elaborada por la UNESCO, González-Sinde pretende dejar la etiqueta como legado 'diseñado para perdurar, sin fecha de caducidad'. De la iniciativa, que partió de los ministros de Cultura de la UE en 2007, se beneficiarán inicialmente 60 espacios o monumentos en toda Europa. Entre ellos, el Cabo Finisterre, la Residencia de Estudiantes de Madrid, el monasterio de San Jerónimo de Yuste y el Archivo de la Corona de Aragón.

El Ministerio de Cultura ha aupado esta marca, de carácter publicitario, a primera prioridad para este semestre, esperando que cuando venza la presidencia española promocione el turismo cultural, un sector que atrae visitantes con más poder adquisitivo y hacia el que España y Europa tienen que 'reorientar' su 'modelo productivo', según González-Sinde.

La digitalización de libros y la convivencia de iniciativas públicas, como el portal Europeana, y privadas, como Googlebooks, centrará buena parte del semestre cultural europeo. El gigante norteamericano, que está a la espera de que un juez ratifique el acuerdo al que llegó con editores y escritores en EEUU, pretende con su iniciativa digitalizar libros a la venta como resucitar libros descatalogados o de autores desconocidos (las llamadas obras huérfanas).

Criticada por la posibilidad de un monopolio y asediada por recursos legales, la empresa ambiciona el libre acceso a las bibliotecas europeas para devolver a la vida a millones de libros y, de paso, obtener beneficios con su explotación. Con más de diez millones de títulos ya digitalizados, Google se topó el mes pasado con la Justicia francesa, que condenó a la empresa por digitalizar sin permiso 3.000 títulos de la editora La Martinière. Los límites del dominio público y la armonización de la legislación europea en materia de copy-right, que se ha ido endureciendo en los últimos años, centrarán las discusiones que moderará González-Sinde, que ayer no tomó partido, aunque, en otras ocasiones, sí se ha mostrado reacia a la monopolización de la digitalización que puede suponer Google.

La ministra se limitó ayer a prometer que impulsará 'la cultura digital promoviendo el mercado legal y la digitalización de contenidos'. Sin embargo, España es reticente a 'que haya un sólo motor de búsqueda o que haya alguien que se vaya apropiando poco a poco de todos los contenidos', según aseguró en noviembre la propia González-Sinde, que se confesó 'preocupada' por el poder creciente de una empresa a la que sus críticos consideran ya como un Gran Hermano cultural.

Hace unos meses, la UE puso en marcha un estudio que analice la mejor manera de digitalizar los fondos culturales europeos. Sin embargo, Europeana, el portal público europeo que, de momento, concentra los esfuerzos de los 27, está lejos de cumplir con el objetivo comunitario de digitalizar diez millones de títulos sin copyright en 2010. De los casi cinco millones de títulos a disposición del público, los que provienen de España no llegan ni al 1% del total.

Fuera del programa cultural de la presidencia española, que engloba conciertos y exposiciones en todo el mundo, el gran evento político tendrá lugar en Barcelona, donde los ministros de los 27 se reunirán en marzo para impulsar una estrategia donde una vez más la palabra cultura se asociará a la economía. Previamente, el Foro sobre la Economía de la Cultura, del que apenas han trascendido detalles, reunirá a los principales actores de la industria cultural con los políticos europeos.

Discusiones a alto nivel sobre la protección del patrimonio cultural, cine digital, movilidad de artistas y archivos europeos completarán el calendario de actividades de la presidencia, 'que no es sólo un listado de reuniones', recalcó la González-Sinde. Junto a sus colegas, deberá impulsar en mayo su estrategia cultural para fomentar 'el desarrollo regional y local' y la cultura 'como motor del cambio del modelo económico', según un comunicado del ministerio de Cultura.

Aunque González-Sinde prometió dejar huella en la política cultural europea, su discurso, pronunciado en perfecto inglés, no levantó entusiasmo entre los funcionarios y periodistas comunitarios, conscientes de que gran parte de las competencias en ese ámbito son propiedad exclusiva de los Estados miembros. Ante la copa de cava con la que el Gobierno obsequió a los asistentes a la puesta de largo del semestre español, pocos diplomáticos recordaban las iniciativas estrellas de los países que en los últimos años presidieron la UE.

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