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Richard Hawley: El último romántico

El ‘crooner’ inglés actúa en el festival Territorios Sevilla junto a artistas como Gilberto Gil, Yo La Tengo y Sr. Chinarro.

LOURDES GÓMEZ

Como una montaña rusa transcurre la carrera de Richard Hawley, el más romántico de los rockabilly ingleses. El primer pico lo escaló con 14 años, uniéndose a los bolos de la banda de su padre por los pubs de Sheffield, la ciudad donde nació en 1967 y donde todavía reside con su mujer y tres hijos. Pronto formó sus propios grupos hasta que una gira demasiado larga por EEUU con The Longpigs le hundió en una nube de alcohol y drogas.

Jarvis Cocker le ayudó a salir del agujero asegurándole la posición de guitarrista de Pulp. Fue el empujón que Hawley necesitaba para desvelar su gran secreto: una habilidad natural para componer y cantar delicadas baladas de letras tenebrosas y jugosa sonoridad. Desde su estreno en solitario con Late Night Final en 2002, no hay quién le frene. Esta semana, con su cuarta entrega, Lady's Bridge, aún caliente, Hawley pisó otra cumbre, el Royal Albert Hall, donde han actuado los pesos pesados del rock and roll. 'Pensé que a nadie le gustaría mi música. Al parecer, estaba equivocado', dice en un camerino del mítico local londinense. El próximo viernes 30 de mayo, se presenta en Sevilla como uno de los platos fuertes del festival Territorios Sevilla.

¿Actuar en el Albert Hall, con un aforo de 5.000 asientos, simboliza el reconocimiento de su carrera en solitario?
Supongo que sí. La cosa es que nunca creí que alguien entendería lo que hago, y menos miles de personas. Mi música es de otra era y pensé que nadie comprendería mi perspectiva. Huyo de las modas y la temporalidad. Pero en las listas de éxitos sólo hay basura. Si imaginaras que la radio es un cómic, verías símbolos del euro, el dólar, la libra. Puedo escuchar a la gente construyendo canciones mecánicamente para hacer dinero. Le falta corazón a esa música. Me da asco escucharla. Apago corriendo la radio y pongo un disco de Hank Williams para purificarme.

¿Le sigue sorprendiendo el éxito?
El proceso ha sido lento, sin el empuje de la maquinaria musical. De haber forzado los discos a la gente, me sentiría menos satisfecho. Han saltado de boca en boca, de amigo a amigo. Ha sido todo como un avión despegando lentísimamente, pero estoy contento de que así haya sucedido. Significa
mucho más.

¿Cómo fue gestando su proyecto en solitario?
Siempre he compuesto canciones, pero en secreto. Era bastante tímido y las cantaba cuando nadie escuchaba. Lo consideraba un hobby complementario a mi oficio de guitarrista. No daba importancia a mis canciones. Simplemente, escribía lo que oía en mi cabeza. Tengo miles de maquetas que he grabado desde los 14 años. Nunca he parado de componer, de oír música en mi cabeza. A veces pienso que es una enfermedad mental. Pura locura.

Dicen que Jarvis Cocker le perduadió para tomar el micrófono.
Jarvis, mi padre... mucha gente me empujó al estudio. Busqué un vocalista, pero no encontré a nadie con la voz grave que requieren mis canciones. Terminé cantando por omisión y accidente. Era el momento adecuado, con 31 años, y con suficiente experiencia para lidiar con la industria y para entrar en los temas que canto. No lo podía haber hecho antes. Un adolescente no debería tener semejantes sentimientos; ha de ser abierto y optimista.

¿Puede concretar la temática de sus letras?
Mis canciones son historias pequeñitas. Me fijo en las cosas pequeñas de la vida que, sin embargo, son muy importantes para mí. The Ocean, por ejemplo, sólo habla de un paseo hacia el mar cogido de la mano de mi mujer y con nuestro bebé en los brazos. Es una acción diminuta de vital importancia en ese momento: las primeras vacaciones con mi familia después de dos años de gira. El mundo marcharía mejor si pensáramos más en los pequeños gestos amables
entre unos y otros.

También evoca un romanticismo fatalista.
En mis canciones, el fatalismo está empapado de humor. Me lanzó advertencias sobre el peligro de recaer en los excesos. He descontrolado mucho a lo largo de mi vida. El alcohol y las drogas me han acarreado graves problemas. Soy consciente de que he desperdiciado mucho tiempo en el bar. Pero, bueno, todavía me divierten las farras. No me meto drogas; no lo hecho desde hace diez años. Pero sigo bebiendo y las resacas se llevan peor cuanto más viejo eres.

¿Sigue obsesionado con las guitarras?
Hoy he comprado dos. Tengo 70 guitarras. Son instrumentos preciosos y puedo imaginar las manos que las han tocado antes. En realidad, sólo soy el guardián de mis guitarras hasta que se las pase a otra persona.

¿A sus hijos?
¡Mi hija me las roba! No puedo impedirlo. Ha formado un grupo en el colegio y toca bastante bien. Tiene 14 años pero mostró interés desde niña.

¿Qué podemos esperar en su próximo disco?
Tengo muchísimas canciones nuevas, pero tiendo a tirarlas a la basura cuando entro en el estudio. Prefiero grabar temas frescos para preservar la energía y el sentimiento del momento. No me gusta planificar ni alargar el proceso de grabación. De la inspiración al disco compacto, el intervalo de tiempo ha de ser muy corto.

TERRITORIOS SEVILLA, ADIÓS AL FOLCLORE
Por Ángel Munárriz

Desde su primera edición en 1998, con un enfoque centrado casi exclusivamente en sonidos encuadrables bajo el epígrafe de la música celta, el festival Territorios Sevilla ha ido ganando en versatilidad hasta consolidarse como el principal programa de World Music de una ciudad donde el folclorismo de postal ha cedido definitivamente el monopolio cultural. Territorios comenzó ayer con un concierto del músico bahiano Gilberto Gil, ministro de Cultura brasileño de escaso apego por el coche oficial, que da paso a 18 días de festival.

'Sevilla no es una ciudad que tenga grandes salas de conciertos. Así que la gente demandaba oportunidades de escuchar otros estilos', explica David Pareja, director de programación. Sobre ese convencimiento se fue ampliando año a año el abanico de estilos hasta llegar al variopinto cartel de ahora, donde cabe desde el punk travestido de New York Dolls, hasta la melancolía crooner de Richard Hawley, pasando por el penúltimo retruécano de Nacho Vegas, Lucas 15, donde juega a reinterpretar el cancionero folk
asturiano en clave de rock.

Del rap de Guru Keith Elam al electro de Miss Kittin, de la fusión rock de Tabletom a clásicos contemporáneos como Yo la tengo, Territorios presume de haber roto sus moldes. ¿Exclusivamente juvenil? 'No lo creo. Hay para todos', explica David Parejo, citando el ejemplo del cantautor neoyorquino Rufus Wainwright. A la vocación de riesgo se han sumado apuestas seguras como Sr. Chinarro, Violadores del verso y Orishas. Las ambiciones están calculadas. 'Contamos con unas 5.000 personas al día, no más. No queremos un macrofestival. Ésa no es la idea', explica Parejo, convencido de que Territorios ya se ha consolidado.

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