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La penitencia del fanatismo

El veterano cineasta Andrei Konchalovsky recupera en 'Queridos camaradas' la masacre de Novocherkask, silenciada durante treinta años, y la hace resonar en la actualidad. Denuncia de la interminable historia de represión y violencia estatal, ganó el Premio Especial del Jurado en Venecia.

Los trabajadores de la fábrica, en una escena de la película.
Los trabajadores de la fábrica, en una escena de la película. BTeam

Andrei Konchalovsky es un maestro. El cineasta ruso, ya octogenario, firma con 'Queridos camaradas' una gran, hermosa, impactante e importante película. Desde una imagen que recuerda la estética del cine soviético de los sesenta, en blanco y negro y 4/3, arrastra con vigor hasta el presente una masacre real silenciada durante treinta años y la coloca frente a los ojos de este siglo XXI, que desgraciadamente reconocen con mucha facilidad la represión en una larga historia de violencia estatal.

Es Novocherkask (Rusia), antigua capital de los cosacos del Don, pero podría ser muchos rincones del mundo, también de España. 1, 2 y 3 de junio de 1962. El ejército y funcionarios de la KGB dispararon a los trabajadores de la Fábrica de Construcción de Electromotores (Locomotoras Eléctricas) Novocherkassk (NEBF) que habían organizado una huelga. Fue una masacre. Al menos 26 manifestantes desarmados murieron, aunque en la inmensa obra 'Archipiélago Gulag' de Aleksandr Solzhenitsyn se dice que podrían haber sido ochenta.

Comprender a los fanáticos 

Los hechos se ocultaron, se impuso un obligado silencio que duró treinta años, hasta que en 1992 se inició una investigación oficial. Ahora, Yuri Bagrayev, que fue el fiscal de aquella investigación, ha querido participar como asesor en la película de Konchalovsky. El cineasta ha recibido así información privilegiada y, más importante para él, ha confirmado que los hechos ocurrieron tal y como los narra en la pantalla.

Revelar la verdad sobre la masacre de Novocherkassk es importante, pero la dimensión trágica del episodio no hace sombra a las verdaderas intenciones de Konchalovsky, retratar a la generación que se crio en la URSS y creció en una idea del comunismo, y mostrar su desconcierto en la era de desestalinización que inició Nikita Kruschov. Y, aún más allá, argumentar lo necesario e interesante que es intentar comprender a las personas que viven con creencias opuestas a las nuestras, incluso a los fanáticos con una percepción limitadísima del mundo.

La política de los partidos 

Premio Especial del Jurado en el Festival de Cine de Venecia, lo extraordinario de la película de Andrei Konchalovsky es la víctima que el cineasta elige, Lyudmila, una mujer devota de Stalin, veterana de la II Guerra Mundial, que por primera vez en su vida ve cómo su ideología se tambalea y cómo se desmorona su fe en la política de los partidos.

"Mi objetivo era reproducir escrupulosamente y con gran detalle la época de la URSS de los años 60. Creo que el pueblo soviético de la posguerra, los que lucharon en la Segunda Guerra Mundial hasta la victoria, merecen tener una película que rinda homenaje a su pureza y a la trágica disonancia que siguió a la realización de lo diferentes que eran los ideales comunistas de la realidad que los rodeaba", escribe en las notas de producción el cineasta que, en una entrevista concedida a The Guardian, reconoció que su película iba a ser "provocativa" en Rusia.

Servilismo y terror 

Por 'Queridos camaradas' desfilan el servilismo y el terror de la población, la ridícula obediencia y creencia ciegas en el gobierno, la siniestra nómica de funcionarios del Estado, la dolorosa indecisión de los soldados… pero también están ahí la furia y la dignidad de los trabajadores, la confianza en el futuro del país y la posibilidad siempre de redención.

Con apuntes a la violencia que se vivió en esa misma zona contra las minorías cosacas –un dato más de la violencia de Estado-, la cámara sigue los pasos desesperados de Lyudmila buscando a su hija después de la masacre. La joven, referencia de la siguiente generación de aquella nueva URSS, podría estar muerta. Y la mujer corre por las calles de Novocherkask, donde hay camiones con cadáveres apilados, rastrea por los pasillos del hospital, visita la morgue con los cuerpos sin vida de sus vecinos tirados en el suelo, explora cementerios y fosas sin nombres…

Es el camino de una penitencia que Andrei Konchalovsky dirige con mano firme, consiguiendo el equilibrio perfecto entre la narración meticulosa con la Historia, la tragedia que desató aquel vergonzoso capítulo y una ironía brusca, áspera. Y pese a lo sucio y desagradable de lo que muestra, concede un final para la esperanza. Lyudmila ha perdido muchas cosas, pero su fe en la salvación del país no se ha desvanecido. "Estaremos mejor". Y con su personaje, el cineasta alcanza instantes de imponente belleza cinematográfica. "Como en la vida. La belleza no puede existir sin estupidez o fealdad".

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