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Pollack soñó y cumplió

Fallece un actor, director y productor de altura, que contó las vergüenzas del sistema y la vulnerabilidad del ser humano con toda la intensidad dramática 

ISABEL PIQUER

Allí estaba, entre los periodistas. Enfocando con una cámara digital a su amigo Frank Gehry. Alto, discreto, inconfundible. Nadie le hacía caso. Todas las miradas estaban puestas en el arquitecto californiano mientras presentaba a la prensa su retrospectiva en el Guggenheim de Nueva York.

Era mayo de 2001 y Sydney Pollack empezaba su primer y único documental, una aventura casera en la que invirtió muchos fines de semana de los cinco años siguientes y acabó en una reflexión sobre el proceso creativo, el arquitectónico, pero también, entre líneas, el cinematográfico.

El director de las estrellas y de los grandes presupuestos, no había querido en esta ocasión más miradas que la suya y la de su productor, Ultan Guilfoyle. Aquella mañana, los dos se escabulleron de entre la muchedumbre, casi desapercibidos, y empezaron a subir la rampa del museo, buscando nuevos ángulos. El rodaje seguiría, a trozos, por otras ciudades de Estados Unidos y de Europa. Sketches of Frank Gehry resultó ser, poco después de El Intérprete, la última película que Pollack dirigió.

En una de las entrevistas que concedió a raíz de su estreno en el canal PBS, Pollack, que amaba hablar de su trabajo, comparaba sus obras con las de su amigo. 'Las dos son mosaicos porque se componen de muchas partes, de muchas otras formas artísticas que se juntan en un gigantesco puzzle. Cuando salen bien se parecen a un sueño, como la forma de una escultura o la de un edificio, cuando la luz los ilumina, el sueño de una película, la idea de una película'.

Sydney Pollack dejó de soñar el pasado lunes. Tenía 73 años y murió de un cáncer fulgurante, rodeado de su familia, en su residencia de Pacific Palisades, en Los Ángeles.

En los últimos años, tras una serie de largometrajes de muchas expectativas y escasa taquilla (Havana, Sabrina), Pollack prefirió dedicarse a producir obras ajenas: Michael Clayton, por destacar la más reciente, pero también The Reader, de Stephen Daldry, y Margareth de Kenneth Lonergan, todavía por estrenar.

El intérprete
Pollack, que empezó como actor, y como actor conoció a Robert Redford, al que dirigiría en siete películas, y con el que mejor supo captar un cierto espíritu de los setenta, aparecía regularmente ante las cámaras en papeles secundarios.

Dustin Hoffman, con quien tuvo diferencias al dirigir Tootsie, le convenció para que interpretara a su representante. Sustituyó a Harvey Keitel en Eyes Wide Shut, de Kubrick; hizo de marido de Judy Davis en Maridos y mujeres, de Woody Allen y en Michael Clayton era el jefe de George Clooney. Pollack confesaba que esa faceta de actor sólo le interesaba como mirón, para ver cómo trabajaban sus colegas.

En 1961, tras varios años en Nueva York, donde había llegado con diecisiete primaveras desde su Indiana natal, Pollack, siguiendo los consejos de Burt Lancaster y John Frankenheimer, con los que trabajó en Los jóvenes salvajes, empezó a dirigir, primero en televisión, el medio donde más había trabajado hasta entonces, y luego en cine.

En 1965, estrenaba su primer largo, La vida vale más, con Sidney Poiter. Y desde entonces, no dejó de dirigir a los grandes nombres. Redford el que más, aunque nunca le consiguió una de las doce nominaciones a los Oscar con las que adornó las carreras de Jane Fonda, Dustin Hoffman o Paul Newman..

'Las estrellas son como pura sangres', explicaba el director, 'son más peligrosos, más temperamentales. Hay que tener un poco más de cuidado. Pero cuando trabajan bien, es realmente fantástico'.
A Pollack le gustaban las películas 'redondas', las que acababan donde habían empezado. Así que volvemos a la entrevista de Sketches, donde el director confesaba su frustración: 'Todo el mundo quiere hacer una película que considere perfecta. No creo que haya conseguido ni remotamente lo que me planteé conseguir. Pero tengo muchas ganas de seguir intentándolo'.

 

El renovador 

Cine político 

‘Danzad, malditos danzad’
De 1969, es el preludio del cine comprometido que hará Pollack a lo largo de su carrera. Critica lo despiadado del capitalismo , a través de una serie de maratones de baile y unos personajes hirientes. Directo, pero no falto de sutileza, luego vendrá ‘Los tres días del Condor’ y mucho más.

El western 

‘Jeremiah Johnson’
Aunque no tan pródigo con el western como lo fue su coetáneo, Sam Peckimpah, Pollack dio un giro al género al filmar en 1972 esta cinta interpretada por Robert Redford . Un western posmoderno, desde la introspección.  ‘El asesinato de Jesse James’ es deudora.

El romance

‘Tootsie’ (1982)
El hombre travestido que se enamora de su compañera de reparto es la veta subversiva que nunca faltó en Pollack.  Siempre tuvo un gusto por la ‘love story’ –como demostró en ‘Tal como éramos’–pero reiventándola. Tampoco nunca  perdió de vista la crítica (‘Memorias de África’).

 

 

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