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El escolta que prestaba dinero para ropa

La declaración del policía fue incluida in extremis por la defensa para justificar el pago de una americana en el verano de 2008

SERGI TARÍN

Se suele afirmar que las cifras son impersonales, pero tras el 64.890 se escribe una larga historia de lealtades hasta la orilla del banquillo. Es el número del policía nacional que escoltó a Francisco Camps durante sus ocho años como president de la Generalitat. Dos legislaturas de continuos viajes a Madrid y confidencias de coche oficial o sobremesa en restaurantes de carretera. Su declaración fue incluida in extremis por la defensa de Camps para justificar que este pagó una americana en el verano de 2008 con el dinero que le prestó su escolta.

Un testimonio irrelevante desde el punto de vista procesal (la prenda no está incluida en el sumario), pero cuya intención era trazar la silueta de un Camps austero, casi mendicante. Bajo las riendas de la defensa, el escolta recitó de carrerilla la secuencia de aquel 2008 en la que partieron de Valencia después de comer rumbo a la tienda Forever Young. 'Entró y al poco salió y nos preguntó al chófer y a mí si podíamos prestarle dinero', relató el escolta, quien le entregó 'al menos' dos billetes de cien euros. Minutos después Camps, regresó al coche con dos portatrajes.

'¿Era habitual que Camps le pidiera dinero?', preguntó Javier Boix, letrado de Camps. 'A menudo. Para algún detalle a la familia, un libro. Jamás le he visto una tarjeta de crédito. Cuando llegábamos a su domicilio, me bajaba el dinero', describió así el escolta el perfil de un president con los bolsillos vacíos. Una imagen que no quedó tan pulcra tras pasar por las manos de la acusación. '¿Conoce al señor Boix?', le preguntó la fiscal. 'Me reuní con él cuando vine a declarar [mayo de 2009]. Y estas navidades también...', reveló. El rumor de murmullos en la sala le exigieron una apresurada justificación: 'Quería que contara la verdad de los hechos', balbuceó.

Fue la última frase del libreto antes de la amnesia. 'No lo recuerdo', insistió el agente a la preguntas de Virgilio Latorre, abogado de la acusación popular, sobre detalles que jamás pasarían desapercibidos a un vigilante, como por ejemplo qué hacía Camps dentro de la tienda o si salió alguien a la puerta para despedirle. La insistencia de Latorre enfureció a un Camps gesticulante. 'Guarde silencio y no haga indicaciones al testigo', le reprendió el juez Juan Climent. Pero el expresident se encaró al magistrado: 'No hago gestos, ¡ninguno! ¡Joroba!'. 'No me conteste y haga lo que le pido. O necesitaré adoptar otro tipo de medidas', concluyó Climent.

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