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Los mejores libros de 2010

  • El mes más cruel

    Pilar Adón - Impedimenta

    El mes más cruel

    Pilar Adón escribe sobre el reverso oscuro de los afectos: qué se esconde tras el impulso de asistir y proteger, de cuidar al otro y de sentirse amado. Adón da la vuelta a los tópicos sobre las relaciones y sobre el relato como género: sus cuentos acaban con una enseñanza que adopta la forma, poco autoritaria, de un poema. Ése es uno de los hallazgos de este libro desasosegante: conjugar la vocación educativa del cuento desde sus orígenes con la lectura por aproximación, con la labilidad inmanente a la interpretación del lenguaje metafórico.

    Con la prosa enigmática y radical del cuento de hadas, Adón presenta personajes que son, a su vez, lectores, es decir, aspirantes a ver entre las sombras. La moraleja de El mes más cruel provoca escalofríos: leer nos hace débiles porque nos separa de una realidad a la que después volvemos con los ojos más abiertos. Adón, también en Impedimenta, traduce Picnic en Hanging Rock de Joan Lindsay: una novela donde el misterio es misterio, no el desencadenante de iluminaciones ni de explicaciones narrativas. El mal es la consecuencia del malestar que genera la ignorancia. Quizá también su origen.

  • Amor malo y feroz

    Larry Brown - Bartleby

    Amor malo y feroz

    La polla de Leroy es pequeña para la vagina de Mildred o la vagina de Mildred es ancha para la polla de Leroy. Desde este perspectivismo que se ríe del perspectivismo, Brown aborda la dificultad de encontrar media naranja dándole una vuelta de tuerca a ese realismo sucio que tan bien se acomoda a las estanterías de los hogares de clase media con ínfulas intelectuales. Se agradece el naturalismo bizarro, asentado en la compasión, con el que Brown pinta animales moribundos y hombres que, en lugar de rebelarse, se autodestruyen.

    Sus personajes se parecen a los poor white de Faulkner al evidenciar esa infelicidad a la que estamos abocados en sociedades capitalistas y ultracristianas donde el amor malo y feroz es como aquel amor loco del arcipreste de Hita: se traga a Caperucita Roja después de chupetearle las ingles. El estilo salvaje de Brown –como el del arcipreste o el de Bukovski, sacerdote cirrótico- es como el de todos los libros moralistas: su soterrada vocación didáctica le lleva a renovar el lenguaje para potenciar la visibilidad. El libro se convierte en un objeto tan incómodo como necesario.

  • Mansos

    Roberto Enríquez - Caballo de Troya

    Mansos

    Mateo, un homosexual gordito y fashion, pierde en una sauna su bolso de Hermes. Con este arranque y teniendo en cuenta la homofobia-ambiente -encubierta de condescendencia mediática,- al abrir este libro-bolso, yo también preveo frivolidad y viperino sense of humor. Pero encuentro olor a genitales. Mateo repasa una vida de humillaciones: la del propio cuerpo; la del follar pagando; la de la mansedumbre del sexo; la de mezclar dinero y penetración.

    Alguien que no se quiere, porque no le dejan, toma la palabra para contarnos cómo uno se hace manso y cómo la humillación expresa una cualidad, pero también una cantidad: cuánto somos capaces de tragar. La mansedumbre forma parte de una metáfora sexual (“¡Qué mansos os volvéis cuando os follamos!”) que nos obliga a replantearnos lugares comunes sobre el trabajo y la sexualidad: los mansos no son sólo los que cobran por follar o por trabajar; no son sólo los que asumen que alguien manda: mansos son también los que creen que no tienen más remedio que pagar por todo y encierran la necesidad de amor en el cubículo de la mercancía, y compran enculamientos y felaciones, subrayando simultáneamente la sed y la diferencia de clase.

  • Tiempo de vida

    Marcos Giralt Torrente - Anagrama

    Tiempo de vida

    Emprender la escritura de un texto autobiográfico es como deslizarse por un tobogán. El músculo de la memoria se pone en funcionamiento y el escritor es un funámbulo que camina por la cuerda floja para no caer en la tentación de mostrar lo mejor de sí mismo. Marcos Giralt supera esta prueba; es un escritor que sabe que, para provocar un efecto de verdad, para conmover en lo profundo y no en ese nivel epidérmico en el que se escapa la lagrimilla, es necesario un punto de artificio y contención: ése que no se ceba ñoñamente en nuestras partes blandas.

    Para eso ya están algunas películas y esos reality shows que, jugando a la realidad, hacen de la víscera y de los supuestos buenos sentimientos un espectáculo. Giralt, en la línea de Kafka o Giuseppe Berto, reflexiona sobre la enfermedad y la muerte, sobre la muerte del padre, sobre la paternidad y el hecho de tener un hijo, y escribe un cuento de la madrastra donde el dinero es metáfora del amor. Giralt no se salva. Escribe una novela donde el lector ve el hueso desnudo. Sin aspavientos, con sutileza, sin pronunciar nunca una palabra más alta que otra.

  • Inés y la alegría

    Almudena Grandes - Tusquets

    Inés y la alegría

    Todo el mundo sabe que esta novela relata la incursión de un grupo de la Unión Nacional Española en el Valle de Arán con el objetivo de restablecer un gobierno republicano. Lo que no todo el mundo dice es que es una reivindicación del papel de los comunistas españoles en la resistencia antifranquista. Incluso de los comunistas españoles a secas. La autora mira con agradecimiento a esas mujeres y hombres de acción. Ese propósito no es baladí en un campo literario donde, con el pretexto de evitar versiones renovadas del guerracivilismo, la memoria histórica se emborrona distorsionando los límites entre víctimas y verdugos, igualando los dos bandos desde un improbable equilibrio ético.

    Grandes recupera fragmentos de la memoria en una narración ágil que humaniza a las figuras históricas -Ibarruri, Monzón- a la vez que retrata la dificultad de la vida cotidiana de vencidos anónimos que no se resignaron a perder. Novela histórica y sentimental, relato de aventuras. Una imagen resume el miedo de aquella España: cuando los guerrilleros liberan una cuerda de presos políticos con la intención de que se les unan llenos de entusiasmo, los prisioneros corren despavoridos tratando de alcanzar sus casas. No tienen esperanza. No pueden más.

  • El cielo se cae

    Lorenza Mazzetti - Periférica

    El cielo se cae

    Confieso mis prejuicios sobre las novelas y las películas con niños. Los niños sacan lo mejor y lo peor de narradores y cineastas. Los niños suelen gustarme cuando protagonizan historias de terror: Otra vuelta de tuerca, El exorcista, El otro... En la portada de esta novela de Lorenza Mazzetti aparecen dos niñas: una está rígida como una vara, la otra levanta la pierna. Supongo que, jugando, posan. O al revés. Son dos criaturas tan felices como las que se sitúan en el primer plano de esta novela autobiográfica en la que Mazzetti relata la aniquilación de la rama judía de su familia.

    Hasta que el cielo se cae, la felicidad de Penny y Baby se asienta en su capacidad para integrarse en la Italia de Mussolini. Penny tiene sueños blasfemos: la calvicie del Duce se superpone a la cara de la virgen. La niña se obsesiona con la redención de su tío que no cree en Jesús: los juegos se transforman en actos de mortificación. El fascismo pervierte a sus criaturas y esta historia luminosa termina siendo un relato de terror que me lleva a ratificarme en mis prejuicios sobre los niños y las narraciones. Un libro espeluznante y bellísimo.

  • Señor sueño

    Robert Pinget - Machado Libros

    Señor sueño

    Pinget es un artista heterodoxo capaz de combinar el humor de Buster Keaton, el absurdo beckettiano y esas ideas del Nouveau Roman que anulan falsas oposiciones entre esencia y apariencia, objetividad y subjetividad, individuo y mundo. La heterodoxia de Pinget hace imposible la catalogación genérica de un libro como Señor sueño: novela, diario, borrador, reflexiones, apotegmas... El Señor Sueño es un jubilado que escribe cosas que no logra recordar: escritura, olvido, identidad y muerte se hilvanan en unas páginas casi elegíacas que parten de la base de que al escribir uno se convierte en otro sin dejar de ser uno mismo; de esta forma, se atenúa la perpetua sospecha sobre la vanidad y la egolatría de los textos autobiográficos: en la escritura, incluso en la más íntima, siempre hay un ejercicio de distancia, incluso de desapego.

    El texto es inteligente, poético, divertido y encierra una bella metáfora sobre el Alzheimer: repetir mil veces los verbos, los objetos y sus nombres no es una forma de poseerlos, sino de fundarlos y revivirlos. Escribe Pinget: “Repetirlo todo dice el señor Sueño, para renovarlo todo (...) Repetir escabiosa acacia trébol de olor amarillo, y míralo el verano en mi página.”

  • La noche sucks

    Blanca Riestra - Alianza

    La noche sucks

    Su experiencia profesional en Albuquerque imprimió una marca sobre la piel de Blanca Riestra. También su lectura del sempiterno Bolaño y de El bosque de la noche de Djuna Barnes. Y las canciones de los sesenta y los setenta que oía influenciada por sus hermanos mayores, y los chillidos de Britney Spears a través de la rejilla de una radio de esas que ya no existen. Y posiblemente la pintura expresionista. Y el spanglish.

    Con el mestizaje posmoderno entre lo vivido y lo leído, con la convicción respecto a su indisolubilidad, la autora construye una novela-bosque donde destacan el lirismo de sus reflexiones metaliterarias y la cadencia de un lenguaje que funda un mundo extraño y reconocible: el paisaje urbano al borde del desierto, la noche que cae y que sucks, lo que los personajes comen y beben, las trampillas colocadas en el suelo pavimentado de la realidad; por ellas nos deslizamos hasta quién sabe dónde. La noche sucks es un libro hipnótico en el que el adjetivo no es un cliché: los lectores nos metemos de lleno en la imagen dibujada en la baldosa.

  • Venían a buscarlo a él

    Berta Vias Mahou - Acantilado

    Venían a buscarlo a él

    Este libro parte de una pregunta: Camus murió ¿en un accidente o en un atentado? Berta Vias reconstruye la Historia sin acudir a anquilosados modelos retóricos, inventando un género híbrido en el que la escritura biográfica sobre Camus no se desvincula de sus obras, sus personajes ni su tiempo. Tampoco se desvincula de la interpretación de sus lectores: se produce una amalgama entre lo que un autor es, lo que lee, cómo es recibido, sus personajes o el impacto de sus obras en el autor mismo y en unos lectores que quizá también escriben.

    Vias reproduce esta concepción viva y mutante de la literatura, de modo que la hagiografía camusiana –vinculada a su vocación de santo laico- se coloca en las antípodas de la momificación. La autora se mimetiza con el estilo y las claves filosóficas de Camus y, sin embargo, consigue una prosa personal: hay que recorrerla con los dedos para capturar sus relieves con esa sensualidad que, en Camus, hace daño. Si todos leemos desde nuestra ideología y nuestra experiencia, yo, una lectora sartriana, he tenido que esforzarme en no hacer una lectura sectaria de una obra, cuya visión del mundo no comparto, pero que está admirablemente escrita.

  • La casa del mirador ciego

    Herbjorg Wassmo - Nórdica

    La casa del mirador ciego

    Tora es una preadolescente violada por su padrastro tullido. Al observar un cuadro, la muchacha piensa que “aquello sin duda era bello, pero no era verdadero.” A partir de esta máxima, Wassmo hace visibles, en la radiografía de su personaje, máculas de la Historia, cancerígenos lunares de clase y género, la enflaquecida costilla de los perdedores. El lirismo escatológico del lenguaje -olor a claveles y sudor- expresa la dimensión física de la vergüenza, el miedo, la culpa, la ignorancia, la claustrofobia de una isla noruega en los cincuenta.

    La novela se apoya en un discurso feminista, que desconfía del terreno en que se sembraron las perfecciones socialdemócratas y que se vincula con la imagen de aquellas mujeres recolectoras de frutos que perdieron sus privilegios al no tener fuerza para manejar el arado. Tora aprende que las mujeres no cogen el martillo para destruir: obtienen su energía del contacto con la tierra de las flores y la masa del pan. Estas mujeres, abusadas laboral y sexualmente, reaccionan sin la agresividad viril e individualista de ciertas heroínas nórdicas de hoy: practican un feminismo que no pasa por el remedo del modelo patriarcal y que recupera la idea de la ayuda mutua.

  • Mi gran novela sobre la Vaguada

    Fernando San Basilio - Caballo de Troya

    Mi gran novela sobre la Vaguada

    ¿A qué se refería el sesudo Hegel cuando decía que la novela es una corrección de lo fantástico? Leyendo a Fernando San Basilio (1970) se me ocurre quizá que toda la literatura de “formación” (esa que cuenta las aventuras de un personaje en su paso a la madurez) es un aprendizaje de la mediocridad. Con un humor a costa de sí mismo (no sabemos si el narrador, que juega a parecerse al propio San Basilio, es tonto o se lo hace), narra las aventuras de un treintañero que va de un trabajo a otro: desde el hilarante proyecto emprendedor de una empresa fantasma de las Rozas hasta la ferretería de su padre en el mítico centro comercial de La Vaguada, pasando por librerías, redacciones de revistas fashion, el Inem... y unas relaciones personales ridículas y trágicas.

    San Basilio es un maestro de la frase deliberadamente menor, en la que el chiste convive con la amargura, sin hacerla más digestible. Por ora parte, Mi gran novela sobre La Vaguada es la novela que recomendaría a quien quisiera saber, sin localismos, cómo se gana un “postuniversitario” la vida en España.

  • Black, black, black

    Marta Sanz - Anagrama

    Black, black, black

    Después de La lección de anatomía, donde la propia autora era el personaje de una novela-disección como pocas veces se ha visto en la literatura española (y quien esto escribe se hizo entusiasta de ella para siempre), Marta Sanz lo tenía difícil: ¿Seguir con la indagación en las propias miserias metaliterarias? ¿volver a la novela más “tradicional”? Black, black, black es estas dos cosas, además de una obra que juega a despistar. Se lee como una novela negra en la que el detective Arturo Zarco (impecablemente construido con su divertida voz en primera persona y en presente) investiga el asesinato de una geriatra, pero esta trama es deliberadamente postergada por el cambio de punto de vista a mitad de la novela. Ahora la narradora es una vecina de la asesinada (relacionada con la trama de una manera muy original) que cuenta sus visitas al médico...

    Novela con más de un plano, el dominio de Sanz de la trama y ese encanto suyo para dar a cada frase un poso irónico y siempre intenso (en definitiva, para hacer lo que quiere con el lector de principio a fin) apuntan a un blanco más ambicioso que la novela de género: la literatura como ejercicio violento de seducción y de falsificación de la realidad.

  • Las correspondencias

    Pedro G. Romero - Periférica

    Las correspondencias

    Una de las sorpresas del año es esta rara novela epistolar del artista Pedro G. Romero (1964), conocido por algunos proyectos como el Archivo F. X., presentado en la Bienal de Venecia en 2009. Y algo de prurito de “artista conceptual” hay en el punto de partida de Las correspondencias: elegimos unos nombres del listín telefónico de la ciudad de Venecia y creamos un supuesto correo cruzado en el que ninguna carta tiene respuesta, pero que extrañamente, en conjunto, va conformando un sentido, en este caso el mapa de la ciudad símbolo de un capitalismo flotante en perpetuo hundimiento.

    Teorías aparte (aunque es imposible desligarse de la voluntad política de Las correspondencias), Romero ha escrito una excelente novela con la gratuidad (generosidad) de la mejor literatura, donde cada frase da relieve a unas cotidianeidades anónimas y juega con las expectativas del lector. Y zarandea, como sin proponérselo, la posibilidades de la escritura de ficción.

  • Zumbido

    Juan Sebastián Cárdenas - 451

    Zumbido

    Algunas de las mejores novelas latinoamericanas recientes descienden del arte de la fuga (Pitol, Bellatin, Rey Rosa), esto es: comienzan con una frase sencilla, un motivo que va mutando, llevado por la simetría de las réplicas y de los cambos de tono, hasta convertirse en otra cosa imprevisible. Esto, que en música asociamos con Bach, en literatura no es sino una manera metódica de perderse. En esta novela breve, la primera del colombiano Juan Sebastián Cárdenas (1977), también se parte de una situación sencilla, la huida de un hombre y una mujer de un hospital (nada se sabe de su pasado, pero hay un aire de shock post traumático) hacia los arrabales de una ciudad latinoamericana donde se practica el culto de la Santa Panchita (una genial salida de tono: una divinidad reconstruida frankeinstianamente con los miembros humanos que flotan en el río, víctimas de la violencia americana)

    Pero es difícil explicar cómo en tan pocas páginas se puede conseguir un efecto similar de terror, sensualidad y extrañamiento. Como si uno de los paseantes de Robert Walser hubiera ido a parar a un infierno latinoamericano, con Coetzee como guía. Una novela deslumbrante.

  • Mujeres que dicen adiós con la mano

    Diego Doncel - DVD

    Mujeres que dicen adiós con la mano

    Se vive un buen momento para la literatura cuando empezamos a valorar una novela por los riesgos que es capaz de enfrentar. Porque en ciertos momentos un fracaso es mucho más ético que lo “bien hecho” y convencional. Tal es la voluntad de Diego Doncel (1964) en su segunda novela. Y no es que Mujeres que dicen adiós con la mano, que se atreve con el 11-S, el 11-M y las revueltas del extrarradio parisino en el otoño de 2005, esté condenada por su propia ambición al fracaso, sino que Doncel ha decidido voluntariamente dar voz a los perdedores de la sociedad del bienestar: madres que no lo son, supervivientes, terroristas.

    Entre los muchos méritos de Mujeres estás su peculiar metáfora de la maternidad (o en un sentido más amplio, de la protección) cuando el mundo se ha vuelto estéril. Y el haber escrito sobre la complejidad de nuestro tiempo (y no querer hacer literatura a priori).

  • El antólogo

    Nicholson Baker - Duomo

    El antólogo

    En principio esta novela puede despistar. Es la historia de Paul Chowder, un cuarentón que prepara una antología sobre la poesía rimada, a la vez que comienza a aceptar su fracaso como poeta: él mismo no ha sido capaz de rimar un poema en su vida. Pero El antólogo, con un seductor estilo en primera persona que recuerda a las digresiones humorísticas de Saul Bellow y a otra novela del propio Nicholson Baker, la preciosa La entreplanta, trata de otras cosas: a través de los lapsus de este encantador personaje empeñado en negar la importancia del movimiento moderno (y quién narices rima hoy), nos vamos enterando de sus pequeños accidentes domésticos y de sus grandes fracasos de pareja.

    El antólogo no es sólo una novela para los amantes de la poesía (que la disfrutarán, qué duda cabe, con una sonrisa perpetua), sino una de las más divertidas descripciones de la poca utilidad de llevar una biblioteca a cuestas para vivir y, ya de paso, intentar ser feliz. Autoayuda de la buena.

  • Verano

    Coetzee - Mondadori

    Verano

    El novelista John Coetzee ha muerto y un joven biógrafo reúne información sobre sus años de regreso a Sudáfrica, desde comienzos de los setenta hasta su primer reconocimiento con Esperando a los bárbaros, a finales de la década. Con esta falacia argumental, Coetzee continúa su serie autobiográfica “Escenas de una vida de provincias”, aunque Verano no es un libro dedicado al ombligo, si no a un tema constante en su obra: la incapacidad de reconciliar la vida con la literatura.

    El propio autor se convierte en un personaje secundario respecto a las historias de las mujeres que lo conocieron, de sus amigos y de su padre, para quienes el novelista (hay que tener valor para escribir esto de uno mismo) es un acosador, un pelele asexual, medio autista en la cama, políticamente tibio y, en definitiva, un egoísta sin encanto. Verano, que recupera el vigor de las grande autobiografías (Rousseau, Gibbon... porque Coetzee es un puritano con algo del siglo XVIII) es también una carta de perdón a unos destinatarios que lo habrán olvidado. Un libro duro y trágicamente divertido, el punto más extremo al que Coetzee ha llevado su gusto por mezclar verdad y ficción.

  • En mitad de la noche un canto

    Jiri Kratochvil - Impedimenta

    En mitad de la noche un canto

    El protagonista de esta novela es concebido cuando unos soldados violan a su madre durante un bombardeo ruso en la segunda Guerra Mundial. Pero su padre era un checo que consiguió disfrazarse, campeón él, y calcinar con su semen eslavo los pobres efluvios alemanes... Con este principio, de humor grotesco e irreverente, comienzan las aventuras de dos niños en sus años de aprendizaje, que son las dos proyecciones de una incapacidad (la del autor) para tomarse en serio y en un sentido literal la desgraciada historia de la Checoslovaquia de posguerra.

    Esto es: el calamitoso siglo XX. Por ello, Jiri Kratochvil, practica algo como un “realismo mágico bestia” que le permite reinventarse la historia en cada momento apelando al lector con ironía, dar a las pulgas y a las ratas poderes ultrasensoriales (un personaje es el “Señor de los parásitos”), o hacer que los atardeceres se retuerzan “como una lombriz partida por una pala”. Gran parte del atractivo de esta novela tan divertida como brutal (Kundera la considera lo mejor que ha ocurrido en la literatura checa desde 1990) lo apreciamos gracias a la inventiva, inteligente y fiel traducción de Patricia Gonzalo de Jesús.

  • La boca llena de tierra

    Branimir Scepanovic - Sexto Piso

    La boca llena de tierra

    Si el secreto para escribir una obra clásica (pensemos en Electra, pero también en El extranjero o La cabina) está en reducir al máximo los elementos (el espacio, la acción y los personajes) La boca llena de tierra, con apenas setenta páginas, es por derecho propio un clásico. Un hombre que acaba de recibir un diagnóstico médico regresa en tren a su Montenegro natal, pero decide apearse en medio del bosque, quizá para desaparecer más rápido.

    Allí, el encuentro fortuito con dos cazadores y un malentendido banal, desemboca en la persecución de una multitud a un hombre enfermo (la novela está narrada a dos voces, de víctima y verdugo) y en una paradójica celebración de la vida. Como sucede con muchos clásicos, en la fecha de su publicación (la Yugoslavia de 1974) fue saludada como una obra de alto potencial simbólico. Con los años (y una guerra) se convertiría en una obra del más descarnado realismo. Imprescindible.

  • Contraluz

    Pynchon - Tusquets

    Contraluz

    Pynchon pasará a la “historia de la literatura” (aunque no crea en ella) como el máximo exponente de la novela posmoderna. Esto quiere decir: placer por contar, parodiar estilos y dejarse llevar por las digresiones. En Contraluz la red de historias secundarias (ninguna historia es principal) podría confundirse con la realidad, tal es la precisión de los detalles, pero una realidad deformada por el absurdo y el humor.

    A veces parece que leemos una novela política sobre el despertar sindicalista de América durante la Segunda Revolución Industrial (desde la “popularización” de la electricidad gracias a Tesla y su corriente alterna), al rato las aventuras por entregas de un grupo de imberbes (los chicos del azar, que viajan en Globo por las entrañas de la tierra), después una novela de ciencia ficción con físicos alquimistas, y una saga familiar dostoievskiana, y la América de Kafka… El resultado es una apasionante novela, de más de 1000 páginas, con algo de farsa dieciochesca, con Sterne o Swift de fondo, pero extremada con el nihilismo del siglo XXI.

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