Otras miradas

Cultura de la 'censuración': "A mí me convirtió en grillo"

Guillermo Zapata

Guionista y escritor

Imagen que el mundo cultural utiliza en las redes sociales como campaña de protesta.
Imagen que el mundo cultural utiliza en las redes sociales como campaña de protesta.

Uno de los momentos cumbre de Los Caballeros de la Mesa Cuadrada, la película de los Monty Python centrada en las aventuras del Rey Arturo es el juicio a la bruja. La bruja en cuestión es una pobre mujer a la que han puesto una falsa nariz alargada. En un momento del juicio, uno de los "Caballeros de la mesa cuadrada" elabora una teoría para saber si la bruja es realmente una bruja o no, una suerte de arquitectura narrativa científica que carece por completo de sentido y cuya conclusión lógica es "Si pesa lo mismo que un ganso está hecha de madera, luego es una bruja". Un galimatías aparentemente erudito para darle al pueblo lo que quiere: quemar a una mujer. Incluso un hombre en un estado de salud excelente grita "a mí me convirtió en grillo", y cierra al ver la mirada escéptica del resto: "Y mejoré".

La relación entre "censura" y "cultura de la cancelación" es un poco parecida. En realidad, la denominada cultura de la cancelación no estaba defendiendo la libertad, sino diluyendo su sentido y, con ello, abriendo de par en par las puertas de la censura, a la que hubiera oportunidad (poder) para ejercerla.

Así, mientras señalaba que ya no se podía decir nada porque el diálogo social se había abierto y democratizado, porque la noción de canon o de obra esencial se diluía en la "barbarie digital" o porque lo que era bueno antes de ayer había dejado de ser bueno hoy, que no es más que el proceso por el que se fijan y desmontan consensos sociales, se levantaba la idea de un clima irrespirable para la creación.

Esta denuncia de una supuesta hipervigilancia sobre los contenidos venía acompañada -paradojas- por una hipervigilancia sobre los contenidos. Dicha hipervigilancia se basaba en la denuncia de una supuesta "Cultura Woke", una cultura basada en... (mira sus notas) que los productos audiovisuales se parezcan lo más posible a la realidad.


Por ejemplo, que haya más mujeres, varios tipos de mujeres, incluso. Que haya personas de mayor diversidad étnica cumpliendo también papeles que se salgan del estereotipo. Que la representación de las relaciones no sea abrumadoramente heterosexual. En fin, nivelar la balanza un pelín para que la ficción se parezca un poco más al mundo real y un poco menos a una arcadia supremacista.

Y entonces llegó el poder. Y con el poder llegó la censura. Sabemos distinguir la cancelación de la censura porque en la cancelación no te llama el concejal de tu pueblo y te dice que no puedes representar la obra que tenías prevista. La censura requiere siempre de un poder censor y no hay poder censor más claro que el que viene de las instituciones.

Es en el momento en el que empieza la censura en el que todas las denuncias sobre la cancelación encuentran su sentido. No eran la forma en la que defendíamos la palabra ‘libre’, sino la forma en la que igualábamos el debate público y la censura para que cuando empiece la censura podamos decir que no se está haciendo nada distinto al debate público.

Hay que tenerlo muy claro. Es muy  distinto. Es muy distinta la opinión de alguien, e incluso la opinión coordinada de muchas personas (algo perfectamente insertado en la cultura fan, recordamos las campañas para mantener series en antena, cambiar personajes o, las más recientes, para liberar los montajes originales de algunas películas de Superhéroes) que el poder ejercido individual o de forma colegiada por una institución.

La pelea contra la censura nos exige empezar desde aquí, pero nos obligará a hilar más fino. Igual que la ley mordaza (probablemente el mecanismo de censura más importante del aparato político español) establecía modelos de censura "sorda" a través de las multas, las formas de censura de la coalición PP-Vox no se articularán a través de formas tradicionales de censura. Empezaremos a escuchar cambios de criterio, problemas técnicos sin fin y un mar de burocracia.

Por eso, lo más importante para abordar ese problema es recordar que la mejor herramienta contra la censura es la autonomía y la libertad y que esta se conquista cuando se tienen derechos, con buenas condiciones laborales, con sistemas de protección de la cultura separados del criterio partidista. Se trata de defender la cultura como derecho, escapar de la tentación constante, también de la izquierda, de editorializar a través de la agenda cultural.

La lucha contra la censura es una lucha material. De derechos materiales. Mayor poder del tejido productivo y los trabajadores, más capacidad para decir que no. Es tan sencillo y tan importante como eso.

De momento, ya sabemos que los defensores de la libertad se ven violentados por las cosas más idiotas y peregrinas que imaginarse pueda. Si no soportan ver a dos mujeres besarse mientras cierran una puerta no tienen un problema con la ficción, tienen un problema con la realidad.

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