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Los vetos de Orbán a los pactos sobre migraciones, Ucrania o clima amenazan con deslucir la Presidencia española

La estrategia de Pedro Sánchez pasa por construir consensos y forjar compromisos entre los Veintisiete con acuerdos equilibrados. Pero la incógnita no es el qué, sino el cómo.

Pedro Sánchez y Viktor Orbán
Pedro Sánchez y Víktor Orbán se reúnen el pasado 30 de junio en Bruselas, durante la reciente cumbre de la Unión Europea. Olivier Hoslet / EFE

El Pacto migratorio. El presupuesto europeo. La guerra en Ucrania o la lucha contra la crisis climática son algunas de las prioridades de la Presidencia española de la UE, que acaba de arrancar su andadura para pilotar la UE durante los próximos seis meses. Muchos son los retos, desafíos y obstáculos. Y uno de ellos tiene nombre propio. La Hungría de Víktor Orbán amenaza con oponerse a todos estos asuntos. Un escenario que, de materializarse, eclipsaría la labor de Madrid y aguaría el legado de la quinta Presidencia española del Consejo.

Una Presidencia europea tiene la misión de guiar, mediar, negociar y fijar prioridades. El cargo no blinda al país que la ostenta con súper poderes. Pero lo cierto es que, al final del semestre, lo que queda grabado son los avances de las negociaciones y, sobre todo, el cierre de legislaciones. Muchos se han referido a la recién concluida residencia sueca, que ha sido alabada en Bruselas, como la Presidencia invisible. Ahora Estocolmo cede el testigo a Madrid. Y lo hace en un momento crucial que es a su vez un caramelo envenenado. La española es la última Presidencia completa de la actual legislatura. Es mucha la presión, la urgencia y las expectativas que existen para que avance y cierre un alto número de expedientes que o bien habían caído en el rincón del olvido, eclipsados por la pandemia y la guerra en Ucrania, o bien eran demasiado divisivos como para aunar el consenso de los Veintisiete.

A ello se suma el hecho de que en España arranca en tres días la campaña electoral. Celebra elecciones en dos semanas y después puede quedar distraído en la formación de un nuevo Gobierno. En La Moncloa, la palabra que más repiten es la de normalidad. Pero en Bruselas empiezan a inquietarse por el inevitable impacto del terremoto electoral en la marcha de la Presidencia.

Hay además alguien que puede complicar mucho la vida de los españoles. Orbán, el mandatario europeo más cercano a Trump, Erdogan o Putin, ha redoblado recientemente su política del veto. La pandemia y la guerra en Ucrania tuvieron el efecto paradójico de reforzar el papel del proyecto europeo, de romper hitos, de aumentar el poder de la Comisión Europea, y sobre todo de unir a los 27 Estados miembros como en pocas crisis previas.

Seducir a Hungría

Con este escenario de fondo, la estrategia del equipo de Sánchez pasa por construir consensos y forjar compromisos con acuerdos equilibrados. La obsesión es evitar que la unidad se resquebraje regresando a la época en la que las divisiones, los vetos y los bloqueos eran el denominador común. Pero la incógnita no es el qué sino el cómo. Por lo pronto, España está evitando el enfrentamiento con Hungría. El programa de Presidencia no hace referencia explícita al Estado de Derecho, una de las mayores amenazas internas para el proyecto europeo que comenzó con la deriva autoritaria polaco-húngara. Además, España es parte del tripartito de Presidencias de la mano de Bélgica y de Hungría, en el que los derechos fundamentales han pasado a un segundo plano. Fuentes diplomáticas defienden que no está mencionado de forma explícita porque el Estado de Derecho "es mucho más que una prioridad" y "es el corazón y base de la construcción europea".

España inauguró su Presidencia en Kiev. Un hecho simbólico y sin precedentes. El respaldo a Ucrania está en lo alto de su agenda para los próximos meses. Pero Orbán continúa bloqueando el último tramo del Fondo Europeo para la Paz, el instrumento que canaliza y financia el envío de armas a la guerra. El fundador de la democracia iliberal también se ha mostrado opuesto al paquete de 50.000 millones de euros que la Comisión Europea prepara para apoyar a Kiev en los próximos seis años. "No es aceptable que Bruselas quiera dar este dinero a Ucrania mientras que no sabemos nada sobre el uso de los fondos europeos que hemos enviado desde el inicio de la guerra", aseguró recientemente. Es cierto que el líder del Fidesz lleva meses amagando con vetar muchas de las medidas de apoyo a Ucrania y de las sanciones contra Rusia, pero al final siempre ha terminado cediendo. Aunque nunca sin obtener algo a cambio.

Por ello, la estrategia que cocinan los fogones de La Moncloa pasa por plantear incentivos económicos o acomodos y guiños para seducir a Budapest. Otra de las medidas de peso para estos meses será, precisamente, la ampliación del presupuesto comunitario. Con el lanzallamas de la guerra y la pandemia, el presupuesto comunitario para el marco 2021-2027 se está secando. Bruselas calcula que se necesita una contribución adicional de unos 100.000 millones de euros. Y Orbán, por lo pronto, tampoco está dispuesto a dar su luz verde. "En solo dos años, Bruselas se está quedando sin dinero. ¿Cómo es posible? ¿Dónde está el dinero?", afirmó recientemente a través de Twitter.

Contra la migración y el clima, la nueva bandera populista

El arte de Orbán es que en Bruselas utiliza unos debates como moneda de cambio en otros que nada tienen que ver. De hecho, en la OTAN existe la sensación de que todavía no ha aprobado en la adhesión sueca a la Alianza Atlántica como pataleta por el bloqueo de la UE a sus fondos. Mientras España es el país más avanzado, Polonia y Hungría no han recibido ni un céntimo del fondo de recuperación nacional Next Generation EU.

El último golpe en la mesa del húngaro se produjo en la cumbre europea de la semana pasada. Con el apoyo de su fiel escudero polaco, el tándem iliberal bloqueó las conclusiones en materia migratoria. Se trataba simplemente de dos párrafos asépticos y que hacían alusión al control fronterizo. Aparentemente no tenían ninguna razón para el veto. Pero el fondo era otro.

Hace un mes, los 27 ministros de Interior alcanzaron un acuerdo migratorio que obliga a los Estados miembros a elegir entre reubicar a refugiados o pagar una compensación económica de 20.000 euros por cada rechazo. Lo hicieron a través de mayoría cualificada. Y esa es la reivindicación detrás del bloqueo. Sendos países argumentan que decisiones tan trascendentales deben tomarse por unanimidad. Y ya advierten de que, al igual que hicieron con las cuotas obligatorias de 2016, no van a acatar y cumplir la normativa. 

España, por su parte, defiende una visión radicalmente opuesta. Sánchez quiere impulsar una UE más federalista. Y sabe que para avanzar y hacerlo de forma contundente en un mundo cada vez más volátil la clave pasa por poder adoptar las decisiones de política exterior por mayoría cualificada y no a través de unanimidad, como los tratados exigen actualmente.

Durante los últimos años, Orbán ha cargado contra el cambio climático. En 2020 presentó su propio plan "cristiano" para salvar el medio ambiente. Y a menudo tacha a Bruselas de fanática por sus leyes climáticas. Una visión que la mete dentro de lo que considera un saco liberal y progresista patrocinado por George Soros en el que también están las mujeres, la igualdad LGTBI+ o los migrantes. Fuentes diplomáticas reconocen que cerrar el paquete climático del Fit For 55 será uno de los asuntos y retos más espinosos de este semestre. De momento toda la expectación se centra sobre la votación de la próxima semana en el Parlamento Europeo sobre la Ley de Restauración de la Naturaleza que la derecha y la extrema derecha quieren tumbar.

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