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El ala delta de Alberto Núñez Feijóo

El líder del PP aspira a compensar su falta de propuestas con un talante amable que le permite introducir sin estridencias su programa privatizador.

Ilustración de Alberto Núñez Feijóo.
Ilustración de Alberto Núñez Feijóo. ENEKO

El ala delta es, como sabrán muchos de nuestros lectores, un planeador sin motor cuyo piloto, sirviéndose de las corrientes de aire ascendente, puede llegar a recorrer una distancia de hasta setecientos kilómetros. Cerca de seiscientos separan el Palacio de Raxoi en Santiago de Compostela del de la Moncloa, en la capital del Estado español.

A días de la celebración de elecciones generales, es evidente que Alberto Núñez Feijóo ya ha cubierto la mayor parte de este vuelo. Falta ver cómo hace el tramo final y, lo que es más importante, si logra culminar con éxito el aterrizaje. Todo apunta a que lo ejecutará con viento a favor, por lo que es probable que no se estrelle a pesar del pésimo uso que el expresidente de la Xunta de Galicia (2009-2022) viene haciendo de las térmicas.

En su primer discurso de investidura en su autonomía, allá por el año 2009, Feijóo se comprometió a gobernar sin "apriorismos ideológicos" para superar la etapa de gobierno del bipartito que habían integrado el PSdeG y el BNG. Feijóo se presentaba entonces como un moderado, tratando así de desvincularse de la figura de Manuel Fraga, de apartarse de sus adherencias antidemocráticas.

Feijóo se presentaba al principio como un moderado, tratando así de desvincularse de la figura de Manuel Fraga

Fue Carlos Aymerich, el portavoz del BNG, quien acusó a Feijóo de querer pasar por "candidato inmaculado" cuando, hasta entonces, había seguido las órdenes de Génova. Recordemos que Feijóo había sido el artífice de la privatización de Correos durante uno de los gobiernos de José María Aznar y había retornado a la política gallega para ser designado consejero de Política Territorial, Obras Públicas y Vivienda. Aymerich también le afeó la falta de propuestas políticas concretas al candidato Feijóo en 2009.

Hace catorce años de aquello y, sin embargo, suena actual. Alberto Núñez Feijóo lleva algo más de un año al frente del Partido Popular. Se alzó con la presidencia después de la defenestración de Pablo Casado, quien cayó en desgracia tras atreverse a confrontar con la todopoderosa Isabel Díaz Ayuso. La madrileña ha dictado, en consonancia con el ascenso creciente de la ultraderecha, el contenido de la agenda ideológica de Feijóo.

El candidato se ha visto de esta manera forzado a hacer declaraciones que comprometen su imagen de político ideológicamente moderado. Los pactos con Vox en municipios y autonomías después del 28M —autorizados e instigados por el propio Feijóo— han hecho el resto. Ahora sabemos que, para el gallego, un "divorcio duro" es un eximente para la violencia machista, que la memoria histórica carece de sentido porque "no lo tiene vivir de los réditos (sic) de lo que hicieron nuestros abuelos", o que el cambio climático acepta moratorias como el fracking.

El político gallego acude a disputar la contienda presumiéndose ganador, de otra manera no lo hubiera hecho. Cuando en 2018, tras conocerse la sentencia de la Gürtel, el PSOE planteó en el congreso la moción de censura que desalojó a los populares del gobierno, Feijóo fue señalado por medios y representantes de su partido como posible sucesor de Rajoy por la popularidad de la que gozaba entre las bases.

El gallego decidió posponer su viaje político a Madrid, donde no estaba dispuesto a trasladarse sin contar con todas las garantías de que no encontraría obstáculos externos ni internos para llegar a la presidencia del gobierno. El único peaje que Alberto Núñez Feijóo estaba dispuesto a pagar era el paso por el Senado durante un brevísimo periodo de transición en su apacible vuelo. Recuerden, las térmicas.

Feijóo aspira a compensar su falta de propuestas con un talante amable que le permite introducir sin estridencias el programa privatizador del PP

Y es que el ourensano es un ventajista que espera poner en valor su perfil suave y sus melifluas maneras en un momento como el actual, de confrontación y desconfianza ciudadana hacia la política. Feijóo aspira a compensar su falta de propuestas con un talante amable que le permite introducir sin estridencias el programa privatizador del PP, en el que durante décadas cupo la corrupción y el uso inadecuado de lo público. También en Galicia, donde en las pasadas elecciones volvieron a la palestra los miembros del clan Baltar.

Pokemon, Condor y Gürtel le han pasado cerca sin afectarle. Sobre su relación con el narco Marcial Dorado seguimos sin tener una explicación convincente desde que se hicieran pública hace diez años aquellas fotos de un yate que le perseguirán siempre. Respecto de su sueldo como presidente del PP ha decidido ahogar la información en un artificioso silencio, alegando que no está obligado a darla hasta que no concluya su mandato en el Senado, lo que sucederá, claro está, un mes después del 23 J. Ya saben, las térmicas.

Alberto Núñez Feijóo, como tantos otros barones y baronesas del Partido Popular en las autonomías bajo su gobierno, ha incrementado la deuda pública, triplicándola, a pesar de anunciar en cada nuevo ciclo electoral su reducción. Ahora, precisamente, es una de las críticas que le hace a Sánchez, la de la deuda pública. Durante sus trece años de gobiernos en Galicia ha acometido con dureza y altas dosis de nepotismo recortes importantes en sanidad.

La negativa de Feijóo a debatir a cuatro en campaña es un intento por tener un control absoluto de su imagen

También se ha intensificado y opacado en este periodo el gasto dirigido a propaganda institucional, hasta un total de 45 millones de euros destinados a ayudas y convenios con empresas editoras de medios. Recordemos que, habiendo ya dimitido como presidente de la Xunta, Feijóo allanó su presentación oficial como candidato nacional gastando 1,2 millones de euros del erario público gallego en medios de comunicación madrileños.

Su negativa a debatir a cuatro en campaña parece hacer parte de un vergonzoso intento por tener un control absoluto de su imagen pública y eludir lo que a todas luces el candidato y su equipo consideran que es un riesgo: que debata sobre propuestas políticas, que se mida con otros candidatos, especialmente con su némesis, el actual presidente del gobierno.

En el vuelo con ala delta, cuando se trata de aterrizar, hay que tener pericia para afinar con el ángulo de ataque. Alberto Núñez Feijóo está queriendo forzar su descenso a trompicones, lo que revela falta de estrategia y un cierto desconocimiento del terreno y de la técnica. Si no reacciona adecuadamente puede que el 23J pase y él, sencillamente, quede suspendido en vuelo.

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