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El factor ruso en las elecciones de Italia

Inna Afinogenova en La Base
Inna Afinogenova en La Base. 

Buen momento el de hoy para hablar del factor ruso de las elecciones en Italia. Desde hace meses que me voy topando con artículos en la prensa internacional sobre que Italia se convertirá, palabras más palabras menos, en un caballo de Troya de Putin en Europa, de ganar la ultraderecha. Y que esto será determinante para el curso de la guerra que lleva a cabo Rusia en Ucrania.

Foreign Policy escribe que una victoria de la extrema derecha italiana le dará nuevas oportunidades a Putin. New York Times, El País, National Interest, etc, etc. El canciller italiano, Luigi di Maio afirmó este verano en una entrevista que los enemigos de Draghi "hacen el trabajo de Putin". Cuanto más cerca las elecciones, más avisos sobre que los fascistas italianos son tan amigos de Putin que serán sus aliados en la desestabilización de Europa.

En primer lugar, porque estamos hablando de un eventual regreso al Gobierno de Silvio Berlusconi. Berlusconi tiene una relación personal con Putin, son amigos de hace muchos años. Ha sido muy cauteloso en sus valoraciones tras la invasión rusa a Ucrania: en abril afirmó que se sentía decepcionado con su amigo ruso tras el 24 de febrero, aunque a juzgar por algunos comentarios en la prensa italiana, parece que se trataba más de un acto de cortesía política con Ucrania.

Matteo Salvini también tiene fama de ser simpatizante de Putin: ha dicho abiertamente que la anexión de Crimea en 2014 (o lo que en Rusia denominan como reincorporación de Crimea) era legal, en 2017 firmó un acuerdo entre la Liga y Rusia Unida, el principal partido ruso liderado antes por Putin y ahora por el ex presidente Dmitri Medvédev, en 2019 ha calificado a Putin como uno de los líderes políticos más destacados del planeta.

Tanto Salvini como Berlusconi han criticado públicamente las sanciones impuestas contra Rusia, y hace unos meses Berlusconi ha revelado en un artículo que él personalmente había intentado sumar a Rusia al bloque europeo y algunos líderes occidentales lo han impedido. También a lo largo de estos meses ha afirmado varias veces que Kiev debería aceptar las condiciones de Moscú para parar el conflicto.

En cuanto a Giorgia Meloni, es la única de este trío a la que no le han pillado aún vínculos directos o siquiera simpatías con el Kremlin. Ha sido muy crítica, sin paliativos, con la invasión, ha apoyado el envío de armas a Ucrania y ha dicho que en caso de su victoria el país seguiría haciéndolo. También, aboga por afianzar las relaciones con la UE, la OTAN y con EEUU, aunque desde una posición más ultranacionalista.

En Rusia, a su vez, ni se espera que se vayan a convertir en 'títeres de Putin' desde el día uno, ni que vayan a suponer un cambio sustancial para las actuales relaciones entre Rusia y Europa. Que quede claro: no lo digo yo, es algo que estoy leyendo en medios nacionales.

Más allá del regodeo de los halcones tradicionales, como el ex presidente de Rusia, Dmitri Medvédev que tras la renuncia de Draghi se preguntó, contento, en Twitter que quién sería el siguiente, los análisis en la prensa son bastante cautelosos. Porque una cosa es que te haga feliz que Europa pase por una serie de dificultades y que los políticos que han acordado hundirte renuncien antes de verte completamente hundido, y otra muy distinta es qué beneficio puedes sacar de ello.

Incluso los medios estatales advierten que sería naif esperar un renacimiento en las relaciones entre Rusia e Italia, ya que esas fuerzas siguen formando parte del establishment euroatlántico.

Escribe un columnista de RT en ruso: Lo que sí podemos esperar es que ni la Liga ni Forza Italia van a apoyar a Ucrania con tanta vehemencia con la que lo hacía Mario Draghi. Y lo que es igual de importante, tampoco apoyarán la promoción agresiva de la energía verde y de la agenda LGBT. Todo eso puede debilitar al imperio globalista. Luego llegarán las elecciones en EEUU en las que el principal grupo de globalistas, los demócratas, podrían perder. Y así, llegará una nueva revolución conservadora.

No esperan ningún efecto inmediato, pero lo perciben como una piedrita más en el zapato de la coalición euro-atlantista decidida a seguir sancionando a Rusia hasta que se hunda su economía.

La apuesta, ahora que la guerra se estanca, es el desgaste. A ver quién se desgasta primero: Rusia o Europa. Entonces en este sentido lo que se espera en Moscú es que esa mezcla del cansancio, el malestar social, la crisis energética, el aumento de los precios de los alimentos y un mayor desacuerdo en el seno de la UE sobre cómo afrontar todo esto lleven a una posibilidad de diálogo entre todas las partes que finalmente le favorezca de alguna manera a Rusia. Sin embargo, parecen tener bastante claro que la ultraderecha italiana deberá tener en cuenta la postura oficial de la UE, pese a las declaraciones que pueda llegar a hacer ahora.

Y además, tendrá que tener en cuenta la opinión pública. Porque la guerra en Ucrania influyó mucho en la percepción de Rusia por los italianos de a pie, incluso entre los simpatizantes de la ultraderecha. La condena de la invasión es generalizada. Según una reciente encuesta, un 40% de los italianos consideran que la OTAN le sirvió a Rusia de mera excusa, al contrario de otros 29% que creen que sí ha constituido una amenaza, pero que no justifica la invasión. Y solo un 8% dijo que la invasión estaba justificada. Un 34% considera que hay que seguir apostando por debilitar a Rusia, aunque eso signifique una continuación del conflicto, y otro 35% dice que hay que parar la guerra como sea, aunque eso suponga ceder territorios a Putin.

Estos resultados son llamativos, porque como vemos, pese a que hay dudas sobre cómo actuar frente a la guerra que se está alargando, la condena de Rusia es firme, y esa condena no parece que permita al gobierno, el que sea, cambiar radicalmente sus políticas hacia Moscú. Y eso sin decir que la membresía en la UE le supone muchísimos más ingresos que lo que le suponía su amistad con Rusia en los mejores tiempos anteriores a las sanciones. Más allá de esto, sí que se perciben ciertas simpatías hacia esos políticos en medios rusos, en canales de telegram, etc.

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