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Rajoy, ante el espejo

El candidato del PP vende estabilidad frente al extremismo de Podemos y la inexperiencia de Ciudadanos. Ignora a Rivera para reforzar la idea de que la derecha genuina la encarna él y cede a Cifuentes el látigo: “Votar a C's es iniciar un viaje a lo desconocido”

Cristina Cifuentes, Mariano Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría, durante el acto de inicio de campaña en Madrid. / EFE

MADRID.- Moderación y estabilidad. La oferta no es fresca, pues ya la había voceado durante la precampaña y será la misma que despache hasta el 26-J, pero Mariano Rajoy está convencido de que su género es el que mejor luce en el mercado electoral. El votante tiene otras opciones, aunque él no las recomienda: un tendero que ofrece “un Gobierno a la griega” y otro cuyo producto “nos llevó a la crisis”. O sea, Pablo Iglesias y Pedro Sánchez.

El candidato del Partido Popular no se molestó en citar a Albert Rivera, responsable de la fuga de votos conservadores en las pasadas elecciones. Rajoy puede animarse a dar un bote cuando su clientela se lo pide (lo hizo; sólo uno, ahorrándose los memes), sin embargo no está dispuesto a despeinarse para mentar a la bicha de Ciudadanos. El presidente del Gobierno en funciones camina rápido, no corre. Para eso ya tiene a Cristina Cifuentes, encargada de la presentación del acto de inicio de campaña en la capital.

La presidenta de la Comunidad de Madrid, más aguerrida, arreó a diestra y siniestra. Más allá de “la España del diálogo y del acuerdo” que representa el PP, advirtió de que las alternativas serán “la España del sectarismo” y “la España del retroceso”, encarnadas por Podemos y el PSOE. Hay otras Españas, como la de Rivera, pero están en ésta, que no es otra que la del PP. Porque “votar a Ciudadanos es iniciar un viaje a lo desconocido”. Sin ir más lejos, a un pacto con el PSOE, porque el partido naranja “dice ser de centro aunque se define por su permanente indefinición”.

“Nuestras alianzas son previsibles”, dejó claro Cifuentes. También lo fue el mitin de su amado líder, que tiró de recetario popular: crear dos millones de empleos de aquí a 2020, conservar el estado del bienestar, no tocar las pensiones y defender la educación… concertada. “Eso de la escuela única es un camelo, porque la sociedad es plural”, afirmó Rajoy, que cargó contra “quienes quieren liquidar a los padres para elegir la educación” de sus hijos. Colegios concertados, aclaró, pagados con fondos públicos. “Vamos a defender la igualdad de los españoles hayan nacido donde hayan nacido”.

El escenario y la concurrencia lo pedían. La puesta de largo tuvo lugar en un barrio noble que acoge el prohibitivo paseo del Pintor Rosales y la burguesa calle Ferraz, sede del PSOE. Concretamente, en el Templo de Debod, que embelesa a madrileños y visitantes con sus puestas de sol, tal vez las más bellas de la ciudad. Un escenario simbólico, a tiro de piedra de la Plaza de España, donde antes se había asentado el Cuartel de la Montaña, cuyos militares abrazaron la sublevación del 36. El pueblo de Madrid en armas tomaría con éxito la fortificación rebelde, si bien tres años después pasaría a la historia de los derrotados.

El caso es que cuando el candidato del PP compareció en el atril ya no había sol ni resquicio alguno de aquel sangriento episodio de la Guerra Civil. La única mención al pasado fue para cargar contra quienes se venden como “los más nuevos en política pero defienden ideas trasnochadas”. A esos “partidos sin experiencia de Gobierno” no se les puede “encargar la recuperación”, como tampoco a los que “nos trajeron la crisis”. Rajoy remueve el hielo y vaporiza el agua como los pescaderos que intentan colar el lunes una lubina con cara de poca salud. No suele haber reclamaciones, pues su electorado fiel tiene buen diente.

El mar de banderas azul PP estaba encabritado y, entre ellas, apenas ondeaba alguna rojigualda. Sin rastro de Esperanza Aguirre y respaldado por Pío García Escudero (número uno al Senado por Madrid), Soraya Sáenz de Santamaría, Isabel García Tejerina y Cristóbal Montoro (candidatos al Congreso también por la capital), Rajoy se enfundó el traje de superhéroe para explicar que fue él quien sacó a España del pozo. Pero “lo bueno no es tan sólido como para que nos durmamos en los laureles”, por lo que apeló a prolongar su fórmula económica y a profundizar en las reformas.

“Es preciso mantener firme el timón de las políticas de recuperación y empleo”, insistió el cabeza de lista conservador. Y, para ello, nadie mejor que un candidato con experiencia como él y no “uno al que no querían sus votantes”, en referencia velada a Rivera, a quien achacó no haber gestionado nada. “Para ser presidente del Gobierno conviene, al menos, haber sido concejal”, añadió Rajoy, quien presumió de comenzar a pegar carteles con veintidós años.

Lo tuvo fácil a la hora de mostrar la cara amable del PP (“vamos a protagonizar una campaña electoral constructiva y en positivo”, “apelaremos al sentido común y a la responsabilidad de la gente”, “somos capaces de dejar el partidismo aparte para defender el interés general”, etcétera) porque Cifuentes ya se había encargado de mazar el pulpo. La presidenta madrileña tiró de populismo pepero para combatir el “populismo chavista” que corre por las venas del partido de Iglesias, que según ella se disfraza para ocultar “el comunismo de siempre”.

Si Rajoy fue simpático cuando dijo que antes de medianoche no pediría el voto “por si me denuncian”, su escudera no le fue a la zaga: “Lo único que [Podemos] tiene de socialdemócrata nórdico es el catálogo de Ikea”. Luego, sal gorda, que también ayuda a conservar la mercancía: Manuela Carmena, la alcaldesa de Madrid, “quiere poner a los niños a recoger colillas” después de robarles la ilusión con “una caricatura de la cabalgata de Reyes”. Si no bastase con que el poblachón manchego “está cada día más sucio y contaminado”, la franquicia de Podemos en la capital lo ha puesto todo perdido con la “página negra de los titiriteros”. Todo ello, a modo de tráiler, porque “la película Nosotros y ellos podría ser interminable”.

La cosa no dio para mucho más. El resto de candidatos no articularon palabra y Cifuentes se aplicó en dar lustre a Rajoy, “el mejor presidente, porque ha tenido que gobernar en el momento más difícil y ha sabido sacar a España del agujero de la crisis”. Curioso escenario para tamaño ritual, donde la puesta de sol podría dar paso al ocaso de Rajoy ahora que la encuesta del CIS vaticina un ligero descenso del PP y un ascenso notable, pese al traspiés del PSOE, de la izquierda.

El testigo ha sido un templo milenario desmontado piedra a piedra por los egipcios para su traslado hasta este rincón de Madrid, en el que llegada la medianoche los técnicos hacen lo propio con el estrado, las pantallas de plasma y la carpa que protege a la prensa de un calor inclemente. Sobre la tarima, tal vez víctima de un sofoco, el líder del PP tuvo una revelación que no dudó en transmitir a sus devotos: “Es preciso crear empleo, porque quien paga todo es el que trabaja y el que consume”. Españolitos que venís al mundo os guarde Rajoy.

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