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El metro, el refugio de los artistas que no pueden tocar en las calles de Madrid

Los artistas que trabajan en el metro encarnan la alternativa a los limitados permisos que reparte aleatoriamente el Ayuntamiento. Suelen ser el elemento más romantizador para una ciudad como Madrid. Las expectativas, sin embargo, son bastante menos grandilocuentes.

Fotografía del metro de Madrid, en la estación de Sol.
Fotografía del metro de Madrid, en la estación de Sol. GABRIEL BOUYS / AFP

"Hay días muy buenos, pero también hay días malos".

Quien habla es Alberto (nombre ficticio), un artista que pasa buena parte de sus horas en el metro de Madrid. Lo hace por trabajo, porque no puede tocar en la calle por la normativa del Ayuntamiento. "Yo antes tocaba por la calle; bolos y todo tipo de música, hasta que llegaron los permisos", cuenta a Público. Según la propia web del Ayuntamiento, el permiso para poder actuar en cualquier calle de la ciudad se limita exclusivamente a "la realización de interpretaciones musicales en el espacio público, quedando excluidas cualquier otra forma de expresión artística". Y aclara: "Teatro, danza, performance, poesía, mimo, etc.". Son muchos los que se quedan fuera de la norma para ofrecer espectáculos callejeros.

En detrimento de un mayor flujo de artistas por la ciudad, sólo se permite la concesión de 500 permisos municipales para todo el espacio urbano mediante una autorización semestral, esto es, cada seis meses debe volverse a solicitar para continuar con la actividad. Por eso y más, muchos buscan desarrollar su trabajo artístico en el metro.

La presión constante por la presencia policial en el exterior y la afluencia ininterrumpida de usuarios que están dispuestos a dar algunas monedas a los artistas hace que el suburbano se convierta en un atractivo indiscutible para los músicos callejeros. Las actuaciones están permitidas en andenes y vagones sin necesidad de permisos, siempre y cuando cumplan con el Reglamento de Viajeros del Ferrocarril Metropolitano de Madrid, que en su artículo 4 expone que "tanto los trenes como las instalaciones a las que tenga acceso el público [...] deberán mantenerse en un estado tal que permita su utilización en buenas condiciones de comodidad, iluminación, higiene, orden y seguridad".

Los permisos municipales, freno para el desarrollo artístico

Alberto, canario de origen venezolano, cuenta cómo es cantar y tocar a varios pies bajo tierra. "En la mayoría de las jornadas hay buenos tratos y sonrisas", explica. El metro se compone de 12 líneas convencionales (sin contar con la red de trenes ligeros) y de 294 kilómetros para recorrer, lo que hace que el tiempo que se invierte trabajando en él pueda ser extraordinariamente largo. "Si el día es malo y flojo, hay que moverse muchas horas", señala, aunque recalca: "Depende también de la ambición de cada quién".

El músico relata su experiencia con esos limitados 500 permisos que pusieron en marcha para los artistas de la calle en la ciudad de Madrid, que han resultado ser un impedimento para su desarrollo artístico. Fue en el 2018 cuando el consistorio aprobó la limitación de actuaciones en la calle bajo normativa con el Plan de la Zona de Protección Acústica Especial del Distrito Centro, y así lo explica en su página web: "Toda actuación musical o asimilable, que se pretenda celebrar dentro del ámbito geográfico de la Zona de Protección Acústica Especial, estará sometida a autorización municipal".

Steven también se ocupa de dar vida al metro de Madrid, en su caso con una guitarra eléctrica y un altavoz que resuena en las estaciones más aglomeradas. "Solo estoy tocando; cantar… no canto mucho", cuenta el artista, que explica también su experiencia con los viajeros: "La gente, como en la calle, al menos, se comporta". Sus viajes también son constantes, pues "uno no para, se mueve entre estaciones". Sin embargo, Steven es uno de los 500 artistas de todo Madrid que logró el permiso semestral y que, por ello, puede hacer música en la calle.

"Ahora tengo el permiso, pero tengo que tramitarlo para el próximo semestre, de enero a julio", narra a Público. Explica, además, el freno que supone la temporalidad de estos permisos. "Son para tocar en el centro de la ciudad, no en el metro, lo que pasa es que es semestral, cada seis meses. Se acaba el tiempo y tengo que volver a renovarlo de nuevo, si hay suerte".

La ley que ahuyenta el arte callejero

"Trasladar todo, los equipos de música, la guitarra, porque la policía te echaba de donde estabas, se hacía pesado", cuenta Alberto. "Fui un día al metro, probé y lo siguiente fue quedarme, porque del vagón pocas veces te sacan". De alguna forma, ha resultado ser el refugio de todos esos artistas que fueron expulsados del espacio público y que vieron en riesgo sus ingresos. "Es la seguridad del suburbano la que se encarga de estos asuntos, no la policía", lo que significa que "no hay multa cuando vas en el metro, no suelen decirte nada, pero en la calle sí", señala Alberto.

Steven, además, confirma lo que ya advertía Alberto del suburbano: "Hay lugares donde se puede tocar. Con la policía no hay problema, y si pones un buen volumen tampoco lo tienes con la seguridad del metro", y apunta: "En el metro no necesitas permiso, el que te otorga el Ayuntamiento sólo sirve para la calle". Así lo trasladan a Público desde el propio Metro de Madrid: "Por poder, uno puede tocar, tanto en el vagón como en la estación, siempre y cuando no entorpezca a la gente que está pasando o que la música no esté muy alta. Siempre que se cumplan los límites, no tendría que haber ningún problema".

El dinero fluye mejor bajo tierra

Alberto confiesa que observa grandes diferencias desde que tuvo que trasladar su música al suburbano: "Yo en el metro hago mucho dinero". Y así lo confirma Steven, que ve en estos trenes una forma de explotar todo su tiempo. "La calle, a veces, no da", asegura, y destaca que sus ingresos se mantienen intercalando su actividad con la vía urbana: "Hago la mitad en el metro y la otra mitad fuera".

Empezar a constreñir la actividad de muchos artistas de la calle supuso cambios en las cantidades que percibían. Alberto afirma, además, que, desde que comenzó a apreciarse el declive económico de estos últimos meses, lo que recauda ya no es lo que era. "Yo renuncié a mi anterior trabajo para poder seguir con la música", comenta el artista. "El día que te conocí, estaba comprobando si el metro seguía dando dinero".

Alberto y Steven son ejemplos claros de aquellos que ofrecen al espacio público nuevas formas de comunicación. Los artistas crean, en muchas ocasiones, ambientes agradables y llenos de vida. París, Nueva Orleans, Londres o Nueva York son ciudades que comprendieron que, aun habiendo normas más restrictivas que hace unos años, los artistas callejeros forman parte de la estética y la expresión de la ciudad desde hace décadas.

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