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Por primera vez admitirá Israel un estado palestino ante la Liga Arabe

EFE

En la Conferencia de paz de Annapolis que se celebrará el próximo martes, Israel admitirá por primera vez oficialmente delante de los representantes de la Liga Árabe la creación de un estado palestino independiente a su lado.

Lo hará el primer ministro Ehud Olmert, quien lo confirmó a los a periodistas de su comitiva antes de emprender hoy vuelo a Estados Unidos en camino a Annapolis, capital del estado de Maryland.

La frontera occidental del estado palestino en cierne en Cisjordania -si Israel devolviese íntegro ese territorio ocupado desde hace más de cuarenta años- estará a 20 kilómetros de Tel Aviv, y a 7 kilómetros del aeropuerto internacional "Ben Gurión".

El objetivo central de la Conferencia de Annapolis será, de hecho, reanudar el estancado proceso de paz entre israelíes y palestinos para encontrar una solución final a su prolongado y sangriento conflicto de más de un siglo.

Las ciudades de Natania, Hedera, Kfar Saba y Petaj Tikva, situadas en la franja costera sobre el mar Mediterráneo, donde se halla concentrado el grueso de la población israelí, quedarán a distancias de entre 18 y sólo un kilómetro del límite fronterizo.

La determinación de las fronteras del estado palestino, cuya desmilitarización exigirán los israelíes, según fuentes oficiosas, será uno de los asuntos cruciales en las negociaciones de paz.

"Negociaremos con los pies sobre la tierra y con el dedo cerca del gatillo", proclamó esta semana el ministro israelí de Defensa, el general en reserva Ehud Barak, líder del Partido Laborista.

Al sur de Tel Aviv, la ciudad portuaria de Ashdod y la de Ashkelón, antiguos feudos de los fenicios, estarán a 25 y a 10 kilómetros, respectivamente, del norte de la franja de Gaza, actualmente controlada por los islamistas de Hamas.

Los israelíes dirán que esas exiguas distancias serán las mismas para su Ejército si, en caso de conflictos, se viese en el brete de "volver a conquistar" Cisjordania como en la guerra de 1967.

En el caso de Jerusalén, la ciudad con más habitantes del país con unos 750.000 vecinos, de los cuales alrededor de 230.000 son palestinos de las comunidades musulmana y cristiana, las distancias son menores aún, el ancho de sus abigarradas calles.

Olmert, por boca de su íntimo colaborador, Haim Ramón, ya insinuó que aceptará, en las nuevas negociaciones que deben comenzar tras la Conferencia de Annapolis, la instalación de la capital del futuro estado palestino en los barrios árabes de Jerusalén oriental que Israel se anexó tras la "guerra de los seis días" de 1967.

Para quienes la perciben como una posesión exclusiva, Jerusalén es una ciudad "indivisible", y la "capital eterna de Israel y del pueblo judío", que en todas sus sinagogas ora mirando al mítico templo del rey Salomón, arrasado hace unos 2.000 años por Roma.

Esa aparente disposición de Olmert a quebrar de una vez por todas el actual estancamiento del proceso de paz que comenzó con la Conferencia de Madrid, en 1991, y a "separarse de los palestinos" -la doctrina del asesinado primer ministro Isaac Rabin- levanta ampollas aún entre ministros ultranacionalistas en la coalición del gobierno.

Qué decir de los colonos judíos establecidos en Cisjordania, Judea y Samaria bíblicas, la "Tierra Prometida", de la tendrán que marcharse, como lo hicieron en 2005 de sus asentamientos de Gaza por orden del maestro de Olmert, el ex primer ministro Ariel Sharón.

Si la matriz de Annapolis no promete un camino de rosas a Olmert al frente de una frágil coalición de Gobierno, y amenazado por varios juicios bajo sospecha de cohecho, tampoco lo tendrá fácil el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abás.

Es difícil prever cómo influirá sobre los radicales islamistas de Hamas -que repudian la Conferencia de Annapolis y ven en Abás a un "traidor"- el hecho sin precedentes de que Israel, la Liga Árabe y la comunidad internacional lo respalden para concretar un viejo anhelo de su pueblo, un estado palestino independiente que para sobrevivir tendrá que alinearse con Occidente antes que con Hamas.

Los islamistas palestinos, en lucha abierta con los nacionalistas, no reconocen la legitimidad del Estado hebreo establecido en 1948 en "tierras sagradas del Islam".

Abás no podrá obviar a sus adversarios, cuya meta es un estado palestino teocrático y que controlan a más de un tercio de unos 4 millones de palestinos en Gaza, Cisjordania y Jerusalén.

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