Underdog es un término inglés que alude a los subestimados. Christopher Wallace (Nueva York, 1972) era un underdog. Un negro de 136 kilos que vendía crack en la barriada marginal de Bedford Stuysvesant (Brooklyn).

Cuando aún no había cumplido 20 años, una maqueta con sus rimas llegó a manos del empresario de rap Sean Puffy Combs. Su primer disco, Ready to die (Listo para morir), grabado bajo el nombre de guerra de Notorious B.I.G., le convirtió en el líder del hip hop de la Costa Este.

Tres años después, en 1997, con 24 años, moría asesinado en un tiroteo en Los Ángeles. Su álbum Life After Death (Vida después de la muerte) vendió 28 millones de copias (mucho más que el disco icónico de los noventa, el Nevermind de Nirvana).

Mucho se ha especulado con su muerte, ocurrida medio año después del misterioso asesinato del hombre con el que mantenía una feroz rivalidad, Tupac Shakur, líder del hip hop de la Costa Oeste. Que si formó parte de un programa del FBI para neutralizar a intelectuales negros, que si fue una venganza del Suge Knight, jefe del sello de Tupac Shakur, etc, etc.

Ahora se estrena un biopic, Notorious, que evita las teorías de la conspiración y se centra en las luces y sombras del crío que, contra todo pronóstico, se convirtió en leyenda de la música. 'Quise hacer algo diferente a los documentales que barajan posibles culpables. Me inspiré en biopics como Lenny (Bob Fosse, 1974) o The Doors (Oliver Stone, 1991), que reflejan la retroalimentación entre vida y música', explica su director, George Tillman Jr.

Si Notorious y Tupac se erigieron en iconos, no fue sólo por sus trágicas y prematuras muertes: fue por su capacidad para conectar con la audiencia con sus letras sinceras. 'Ambos procedían de familias monoparentales. Estos chicos emplearon el arte y la poesía como medio para expresar sus sentimientos. El hip hop es una de las últimas formas de arte auténticas en EEUU. Como el jazz, puede cambiar las ideas y permite acceder a los dramas urbanos', subraya.

Elegir al actor protagonista resultó complicado. 'Fuimos a Los Ángeles y en los casting siempre fallaba algo: si era un actor grueso no podía rapear, si era un rapero no sabía actuar o imitar el acento de Brooklyn', explica. La balanza se inclinó en Nueva York por el rapero underground Jamal Woolard. 'Tan sólo sonríe en privado, al igual que Biggie, que nunca lo hacía ante los medios por una cuestión de marketing', cuenta.

El empujón final lo dio Voletta Wallace, madre de Notorious y productora del filme, quien creyó ver a su hijo en la figura oronda del actor novato. Además de sus esfuerzos por imitar el bamboleo, la fanfarronería y la entonación de barítono de su voz, Jamal tenía un as guardado en la manga: 'A Miss Wallace le gusta la música country, así que antes del casting, le compré un disco de Willie Nelson', cuenta.

George Tillman tenía ciertos prejuicios con respecto a la escrupulosa supervisión que Voletta podía ejercer. 'Al principio pensé que no tendría mucho margen de maniobra, que Puffy [productor ejecutivo del filme] iba a dictarme cómo dirigir y Miss Wallace estaría preocupada por el retrato de su hijo, pero me pidió que mostrara lo bueno y lo malo. Nunca cuestionó el lado oscuro', cuenta.

El filme celebra las habilidades vocales de Notorious sin escatimar su miseria moral: el rapero era cualquiera cosa menos un santo. 'Esta es la historia de un joven convirtiéndose en un hombre, y, desgraciadamente, muchos chicos de hoy piensan que madurar consiste en faltarle al respeto a las mujeres', censura Tillman, que reconoce que el hip hop ha perdido parte de su función social y está ahora más orientado a la diversión.

'Ya no habla como entonces de asuntos de calado, no hay subtexto', y subraya: 'Fueron héroes para las generaciones posteriores a Malcolm X y Martin Luther King, que sólo contaban con ídolos del deporte. Ahora tenemos a Obama'.