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El espejismo de la libertad en las redes: una historia de cómo los imperios de odio de Twitter y Facebook se desmoronan

Las dos plataformas han construido su fortuna mediante algoritmos que han priorizado los mensajes de odio y la polarización. Ahora, ambas compañías afrontan problemas económicos, agitados por la aparición de nuevos competidores.

Ilustración de Mark Zuckerberg y Elon Musk.
Ilustración de Mark Zuckerberg y Elon Musk. Chema Molina

Redes sociales, polarización y democracia son las piezas de un puzle que encajan atendiendo a un elemento clave: la voluntad de los actores que las mueven. Pero, cuando alguien dice que las redes "polarizan", ¿a qué se está refiriendo? El sociólogo Damon Centola, profesor de la Universidad de Pensilvania, elaboró junto a un equipo de investigadores un experimento social donde dividió en dos grupos a demócratas y republicanos. La intención era descubrir si agrupar a estas personas en cámaras de eco –espacios donde solo se comparten opiniones para reafirmar el sesgo del grupo– provocaría que estos individuos aumentaran su animadversión hacia el grupo contrario. Es decir, aumentara la polarización. Sin embargo, y para sorpresa de los investigadores, el resultado fue el opuesto. Los internautas adquirieron posiciones más moderadas y recíprocas con el otro grupo.

El trabajo parecía haber dado un golpe al tradicional prejuicio de que las redes sociales son nocivas y fomentan el odio hasta que Centola se percató de que el experimento no era acorde a la realidad. Las cámaras de eco que ellos crearon eran "igualitarias", pues los individuos intercambiaban sus opiniones entre sí sin ninguna figura de influencia que estuviera por encima de ellos. Pero las redes en realidad no son igualitarias, sino centralizadas, ya que una minoría artificial, a la que siguen miles o millones de usuarios, puede ejercer una influencia "desproporcionada" sobre el grupo. En conclusión, las redes por sí solas no polarizan ni suponen un riesgo para la democracia. Pero sí polarizan los líderes que se benefician del algoritmo centralizador de las plataformas que priorizan, como se analiza más adelante, contenido basado en la polémica y el odio.

Twitter y Facebook son las grandes compañías por excelencia a las que les rodean escándalos relacionados con la falta de control de campañas de odio y de publicaciones masivas acompañadas de noticias falsas. La extrema derecha internacional ha podido encontrar en estas plataformas un altavoz directo para promover bulos y propiciar ataques coordinados contra las democracias. El caso más ejemplificador fue cuando Donald Trump no reconoció los resultados electorales de noviembre de 2020 e insinuó que se había producido un "fraude" en los comicios. Apenas dos meses después, seguidores del expresidente irrumpieron en el Capitolio de forma violenta. 

La polarización de las redes es "una polarización de élites", explica la investigadora Sandra González-Bailón

Por tanto, cuando uno se pregunta si las redes sociales son herramientas democratizadoras, quizá esté frente a un espejismo. "Me asombra que alguien piense que internet es una democracia; internet nunca ha sido una democracia, y ahora menos. Es una dictadura muy clara, empezando por la puerta de acceso, como son los buscadores (Google, Yahoo, Bing...), porque no ofrecen ni los mejores resultados ni los más veraces, simplemente los que nos agradan", señala a Público el tecnólogo Marcelino Madrigal. Las redes sociales están lejos de ser "la plaza del pueblo" –recuerda Pablo Moral, investigador predoctoral en la UNED–, sino que son un negocio, cuyo modelo económico es la venta de datos personales gracias a que los usuarios "entregan su privacidad", y a la "economía de la atención: a mayor participación en la red, mayor rentabilidad para la empresa". 

Las redes son un negocio, pero ¿por qué polarizan? ¿Es algo natural? ¿O realmente hay un modelo basado en conformar animadversión entre unos grupos y otros? Como Centola demostró, los usuarios por sí solos no se polarizan por interactuar en una red aunque lo haga con individuos con opiniones similares. La polarización que realmente se percibe en las redes sociales es una "polarización de élites". Así lo explica Sandra González-Bailón, profesora asociada de la Escuela de Comunicación Annenberg de la Universidad de Pensilvania. "Las redes sociales han facilitado la polarización de élites y han dado mucha voz a una minoría que está muy involucrada políticamente", explica la investigadora. La razón que se esconde tras esta polarización no es inocente. González-Bailón habla de dos fenómenos: "El primero es lo que conocemos como ignorancia pluralista, donde considerar que lo que dice una minoría es representativo de la opinión pública y esto no es cierto, es un espejismo. El segundo fenómeno está relacionado con el proceso de amplificación​ algorítmica. Twitter y Facebook emplean algoritmos de curación de información, que son los que determinan qué mensajes vas a encontrar de mayor interés". 

El algoritmo y el negocio

Con todo, ¿por qué el algoritmo es capaz de priorizar el contenido que puede publicar, por ejemplo, la ultraderecha? Los tres expertos lo tienen claro. Los algoritmos tienen debilidad por el contenido controvertido, porque genera retención; esto es, que el usuario pase tiempo consumiendo la red social. Y también generan "movimiento": likes, retuits, comentarios... Madrigal es contundente en este aspecto: "A estas empresas les interesa que pasemos tiempo para colocarnos publicidad. Bien, de pronto, estos señores se dieron cuenta de que el sentimiento de odio provoca que los usuarios se mantengan pegados a la pantalla". A esto hay que añadir un nuevo elemento: el anonimato. "La posibilidad de tener cuentas anónimas y el hecho de poder sumergirse en cámaras de eco conforman una experiencia al usuario que fomenta la polarización", agrega Moral.

En este clima, los imperios de Facebook y Twitter no pasan por su mejor momento. El magnate Elon Musk ha reconocido que la plataforma sufre complicaciones económicas con pérdidas millonariasMark Zuckerberg, por su parte, tuvo que acometer un cambio de imagen por la mala reputación de la compañía y su papel en el escándalo de Cambridge Analytica. Además, la empresa despedirá al 13% de su plantilla. En un comunicado, el director ejecutivo señaló que la firma no puede mantener los resultados financieros que generó durante la pandemia. Las dos están realizando movimientos para mantener a los usuarios, que, sin embargo, cada vez más apuestan por otras plataformas. La más clara: TikTok.

TikTok crece, pero no se libra de generar riesgos

La red social china ha sido la marca que ha experimentado "el incremento más rápido del mundo", según la consultora británica Brand Finance, que señala que el aumento ha sido de un 215% en 2022 y pasa de tener un valor de 8.700 millones a 59.000 millones de dólares. Una cifra que se puede comparar respecto a otras firmas en el siguiente gráfico. 

A simple vista, TikTok es una red social destinada sobre todo al entretenimiento. Pero tanto González-Bailón como Madrigal remarcan que esta red no es ajena a los mismos riesgos que generan tanto Twitter como Facebook. El tecnólogo apunta que en esta red también hay un "fuerte contenido ideológico", que puede ser más peligroso porque se vende de manera más sutil. Y afirma que "no hay que olvidar que su crecimiento no es espontáneo, que detrás está el Gobierno chino y hay una inversión ingente en publicidad en esta aplicación". La profesora del Annenberg School for Communication indica que en este caso también predomina el contenido centralizado, pues sigue siendo una minoría la que genera las publicaciones con más repercusión, más allá de que el algoritmo permita a usuarios con pocos seguidores viralizar una publicación concreta. Moral añade que esta aplicación atrae a un sector de la población que se está incorporando a la edad de voto, por lo que políticos y empresas están introduciéndose ahí para "colar contenido de una manera mucho más fina e indirecta". 

Miles de usuarios migran de Twitter a Mastodon, la nueva red que le hace la competencia a Musk

Entretanto, a Twitter le ha surgido un posible competidor tras la compra de Musk: Mastodon. Miles de usuarios han migrado de la aplicación del pájaro azul a esta nueva red que busca evitar el ambiente de toxicidad propio de Twitter. Mastodon no es una red centralizada, sino que es una federación de servidores que están interconectados y operan de manera independiente. ¿Esto que quiere decir? Los internautas pueden formar parte de comunidades concretas y limitadas en las que pueden interactuar. La gran diferencia es que las reglas de esos espacios las deciden los propios usuarios. 

Soluciones a la incertidumbre y una propuesta "utópica"

No obstante, el ecosistema de las redes sigue dominado por algoritmos que son poco democráticos, como explica Madrigal. Los tres investigadores proponen ideas diferentes y concluyen que no hay soluciones mágicas. Madrigal defiende la autorregulación, eso sí, en un entorno donde "las normas estén claras y haya mayor transparencia". En este punto sostiene que las grandes compañías dueñas de las redes sociales configuran el espacio acorde a la concepción de libertad de expresión de Estados Unidos, consagrada en la Primera Enmienda de la Constitución. "Aquí el único límite es la violencia física, pero hay libertad para todo lo demás", argumenta. Pero no se adaptan a la concepción de libertad europea, donde "hay determinados mensajes que fomentan el odio que no se pueden divulgar", y las empresas "deben establecer normas internas para evitarlo".

"No me fío de nuestra habilidad para autorregularnos", dice González-Bailón

Por su parte, González-Bailón confía menos en la autorregulación. "No me fío de nuestra habilidad para autorregularnos", bromea. Y pone sobre la mesa dos planteamientos. El primero es atajar estos riesgos mediante "evidencia empírica" para contribuir a diseñar "intervenciones que sean efectivas". "Las plataformas deben proporcionar datos a los investigadores para que saquen conclusiones independientes", propone. El segundo punto es repensar cómo los diseños de estas plataformas afectan al comportamiento humano. La investigadora señala cómo los avisos que hacen que los usuarios se lo piensen dos veces antes de compartir un contenido de manera "visceral" pueden ser eficaces para que estos actúen de forma más "deliberada". Aun así, reconoce que la tensión está "entre lo que es bueno para la sociedad y lo que es bueno para el negocio".

La propuesta, según Moral, "más utópica" pero por la que apuesta constantemente es "la alfabetización digital y crear conciencia con el uso de las redes". El investigador defiende que educar en el uso de las redes sociales y en cómo manejarse en internet es el paso fundamental que deben tener en cuenta las autoridades públicas para que los ciudadanos tengan las herramientas necesarias para evitar los riesgos que, a día de hoy, aún suponen estas plataformas.

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