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Ahmad Joudeh, de las ruinas de Palmira a los teatros de Europa

El vídeo de Ahmad Joudeh bailando en las ruinas de Palmira se hizo viral y casi le cuesta la vida, pero una compañía holandesa se fijó en él y ahora el jóven palestino recorre danzando los teatros de Europa. 'Público' le ha entrevistado.

Ahmad Joudeh, el último bailarín en Palmira.

BEATRIZ RÍOS

Ahmad Joudeh nació en el campo de refugiados palestinos de Yarmouk, en Siria. Tenía apenas 8 años cuando empezó a bailar y ya no quiso hacer otra cosa. Tuvo que enfrentarse a la oposición de su padre primero y a la amenaza terrorista después por hacerlo, pero se aferró a la danza como único modo de supervivencia. Ahora participa en espectáculos por toda Europa.

Lleva tatuado en la nunca “baila o muere”. No es una forma de hablar. La imagen de Ahmad bailando en las ruinas de la ciudad de Palmira, en Siria dieron la vuelta al mundo. Aquella actuación le valió una beca para estudiar en Países Bajos, pero también el odio y las amenazas del Estado Islámico, que todavía hoy le persiguen. No le importa. “Bailar nunca fue algo que me hiciera sentir miedo, sentir mal. Eso es lo que ellos querían, empezando por mi padre,” lamenta. Al contrario, Ahmad jamás ha dejado que nadie minara sus sueños. La danza ha sido su bote salvavidas, su clavo ardiendo.

“Cuando bailo, no veo nada a mí alrededor, no siento nada. Estoy conectado con mi espíritu, con el universo. Estoy en otra dimensión. No tengo miedo de nada, me siento tan libre… tan fuerte, tan potente, que no me importa en absoluto lo que quiera que pase a mi alrededor,” asegura con una templanza y una convicción contagiosas.

“Perdí a cinco miembros de mi familia, perdí mi casa y viví en una tienda de campaña”

Ahmad no baila para combatir el miedo sino por encima de él, con la seguridad de quién no tiene pasaporte pero siempre supo quién era; con la fuerza de quien no tiene nada que perder porque ya se lo robó la guerra; con la esperanza de quien ha visto hacerse realidad sueños que ni siquiera sabía que tenía.

“Con la vida tan complicada que he tenido, si no hubiera tenido esta conexión que alcanzo cuando bailo, no habría sobrevivido”, asegura. Y para Ahmad, la danza es una forma de cura espiritual, una terapia. “Ese sentimiento me sana, sana mi corazón. Soy un ser humano, puedo estar triste o feliz, pero para mí bailar es una forma de conectarme con el universo”, insiste. Y en su universo solo existe la paz. “Perdí a cinco miembros de mi familia, perdí mi casa y viví en una tienda de campaña, fui perseguido y amenazado por el Estado Islámico, sobreviví varias veces porque solo podía ver mis sueños”, relata.

El último bailarín en Palmira

Ahmad Jaudeh fue el último artista en llevar su espectáculo al teatro de la antigua ciudad de Palmira. La madre de Ahmad nació en Palmira, por eso aquel lugar era, y es, tan importante para él. “Cuando te sientas pedido en tu vida, vuelve a tus raíces,” asegura.

Pocos meses después de que el bailarín se deslizara sobre las ruinas de la ciudad, aquel lugar se convirtió en escenario de las crueles matanzas del grupo terrorista Estado Islámico, que destrozaron además uno de los más impresionantes restos históricos del mundo. “Reconstruiremos el teatro y volveremos a actuar allí,” afirma Ahmad con convicción.

El documental del periodista holandés Roozbeh Kaboky dio la vuelta al mundo y cambió la vida de Ahmad. Una beca del Fondo Dance for Peace le permitió viajar a Ámsterdam donde siguió con sus estudios de danza, al tiempo que formaba parte del Ballet Internacional de Países Bajos. Y desde entonces no ha parado.

Ahmad Joudeh, el último bailarín en Palmira.

Ahmad Joudeh.

Francia, Suiza, Noruega, España, Italia, Dinamarca, Bélgica… Ahmad se ha convertido en un reconocido bailarín y lleva su espectáculos por toda Europa. El último, Diversity Makes Music impulsado por la Fundación Internacional Yehudi Menuhin con el que ha pasado por Bruselas, lustra el ‘viaje artístico’ de Ahmad desde Siria hasta Europa, a través de fusión la música clásica y sonidos del mundo.

A Ahmad se le acumulan además los proyectos de futuro. En unos meses se mudará a Noruega para ser bailarín y coreógrafo en una compañía y acaba de publicar su libro Dance or Die en italiano en el que cuenta su historia en primera persona. Y aunque las amenazas no cesan, él responde bailando. “¿Qué quieren? Que deje de ser artista porque el arte es libertad y no quieren que sea libre, o cualquier otro artista en mi país. Eso es lo que nunca conseguirán”, sentencia.

“Mi vida es más de lo que soñé que sería, así que he aprendido a soñar a lo grande,” asegura Ahmad, cuyo deseo es regresar a una Siria en paz y fundar un ballet nacional. “Tengo visiones en las que me veo a mí mismo, sentado en el teatro, viendo a la compañía, el ballet nacional de Siria, y soy un hombre anciano que observa feliz,” relata. “Espero poder hacerlo… vivo por eso,” asevera con la sonrisa de quien ha visto lo imposible hacerse realidad.

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