En cartelera'Blue Sun Palace', una película contra el odio racista
La directora y guionista Constance Tsang revela el aislamiento de la comunidad china en EEUU, muestra la cosificación de las mujeres asiáticas en Occidente y reconecta personalmente con sus raíces en esta película, estrenada en Cannes, en la Semana de la Crítica.

Madrid--Actualizado a
La covid-19 sirvió de miserable excusa para que se destapase una tendencia racista contra los asiáticos que viven en EEUU, una corriente de odio que ha resultado en agresiones sobre todo hacia las mujeres. En 2021, el 16 de marzo se produjeron tiroteos en tres salones de masajes de Atlanta. Mataron a seis trabajadoras de ascendencia asiática. El diciembre anterior, en otro salón de masajes en Flushing, (Queens), un tipo intentó forzar a una mujer a un acto sexual y cuando ésta se negó, la destrozó el rostro a golpes.
Ambos sucesos calaron entonces en la directora y guionista Constance Tsang, estadounidense, hija de migrantes chinos, que había empezado a trabajar en una historia que la reconectara con su pasado, con su comunidad de la que sé había alejado y, especialmente, con su padre, que murió cuando ella tenía 16 años. Blue Sun Palace es el resultado de ese examen interior y de su reacción ante el racismo desatado.

Ópera prima que se estrenó en el Festival de Cannes, en la Semana de la Crítica, la película es una historia sobre el duelo, pero también sobre el amor, la amistad y la comunidad… y que revela cómo la sociedad occidental cosifica a las mujeres chinas. Ambientada en un salón de masajes en Flushing, Queens, muestra a dos jóvenes que se ayudan y se apoyan en su trabajo y en su vida lejos de casa hasta que una trágica agresión en el Año Lunar Nuevo remueve todo su mundo.
La película sirve de retrato de la forma de vida de la comunidad china en Estados Unidos y se centra en la situación de las mujeres que trabajan en los salones de masajes, ¿por qué eligió ese entorno?
Lo del salón de masajes no era el tema principal, pero sí un tema subyacente muy importante, porque en 2020 empezó a haber una ola de odio antiasiático, anti oriental, en Estados Unidos y hubo un tipo que entró en tres salones de masajes en Atlanta y mató a varias personas, también hubo un ataque en otro salón en el barrio de Queens, donde transcurre la película. Quería mostrar cómo la sociedad occidental ve a estas mujeres, cómo las cosifica.
¿Hasta dónde es importante denunciar desde el cine el trato que reciben las mujeres?
Mucho, esto es muy importante. Es una herramienta contra el odio. Hay que mostrar lo que sucede. Cuando me documenté para la película, y me documenté mucho, trabajé con dos personas que ayudan a estas mujeres, les aconsejan para conseguir visados, para encontrar otro tipo de profesión… y conocí a muchas mujeres. Así que hay mucho de lo que yo vi y mucho de las historias que me contaron, algunas sobre las agresiones que sufren. También hay muchas cosas que no están reflejadas en la película, pero que quizás sí me ayudaron a entender y a reflejar la forma en que estas mujeres cuidan de sus clientes. A ellas les importa la gente que va a hacerse un masaje, quieren que se sientan mejor.
El germen de toda la historia es el duelo por la muerte de su padre. ¿Hacer la película le ha servido a usted para reconectar con la familia, con las raíces, con todo lo que echan de menos sus personajes?
Desde luego, yo creo que sí. Un guion lleva mucho tiempo, así que la historia tiene que ser casi una obsesión. Yo creo que hablar del dolor y de las raíces realmente me ha servido para regresar al pasado y reconectar, para volver al punto donde nació el dolor. Esta película ha sido un viaje que me ha permitido vencer el recuerdo de lo que había pasado. Si no hubiese creído en este proyecto, si no hubiera sentido algo, no lo podría haber hecho. No pensé demasiado cuando escribí el guion, nació de un estado más emocional que intelectual y las escenas surgieron de emociones. Una escena lleva a otra y a otra, pero sin una guía racional.
En la película hay tomas largas, algunas de hasta seis minutos, que permiten ver el trabajo que hacen los personajes, y, dependiendo del momento emocional, cambian incluso los colores. ¿Cómo planificó la forma de narrar la historia visualmente?
Las decisiones de cámara y también de diseño de producción, de decoración, están basadas en la subjetividad de los personajes, eso es muy importante. Yo trabajo para apoyar lo que está ocurriendo, lo que sienten los personajes. Hay tres partes en la película y cada una tiene colores diferentes, sí. La primera, por ejemplo, es mucho más luminosa, con colores pastel, para evocar una sensación… es la que presenta a los personajes, mujeres que son alegres a pesar de estar lejos de casa, de sus familias… son amigas, se quieren y se ayudan.
La acción sucede en Nueva York, pero la ciudad apenas se ve, ¿por qué?
Eso ayuda a transmitir la sensación de claustrofobia, que es como yo entendí la vida de mis padres y la de la comunidad china en la ciudad, tienen su propia burbuja. Por otro lado, es una forma de hablar sobre límites y umbrales, y sobre si un personaje puede cruzarlos alguna vez. Era una forma de hablar de la libertad y de una especie de frontera invisible que siento que existe entre estas personas y el mundo exterior.
Hay varias escenas de comidas que describen muy bien los sentimientos de los personajes…
La comida, en mi opinión, es una forma de amor familiar, por lo menos en mi familia. En la película, la comida se usa también como muestra de cariño entre estas mujeres.
Las tradiciones, como la comida y los olores, evocan recuerdos y provocan una nostalgia casi inmediata. Para la comunidad china en EEUU ¿cuál es la importancia de las tradiciones?
Creo que las tradiciones, como por ejemplo el rito funerario cuando las jóvenes se despiden de la amiga, son parte de su cultura, no es algo a lo que se pueda decir adiós sin más. No se puede decir "se acabó, porque yo no vivo allí". Las tradiciones son algo muy fuerte y en la película no es algo que se fuerce, ni siquiera es consciente, simplemente es.


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