Este artículo se publicó hace 16 años.
Daniel Hernández: "¿Qué significa ser normal?"
El director de cine ahonda en el entorno de los terroristas del 11-M en Marruecos en ‘Chicos normales'
Parecían chicos normales”. Esta expresión, habitual en las crónicas de sucesos, dio título a una de las experiencias más peculiares del cine español reciente. La película Chicos normales, que compite dentro de la sección Zabaltegi por el Premio Nuevos Directores, cuenta la historia de un grupo de jóvenes de Jamaa Mezwak, barrio de Tetuán del que provenían cinco de los terroristas del 11-M. Su director, Daniel Hernández, cuenta qué hay detrás de su primer largo de ficción.
¿Cómo surgió la idea?
La mayoría de nosotros nos informamos sobre el 11-M a través de medios instantáneos como la televisión; es decir, que nos formamos un juicio (o un prejuicio) sobre el asunto en base a informaciones superficiales. El filme es un intento por profundizar un poco más.
¿Es una película sobre el terrorismo?
No, es una película sobre unos jóvenes normales. “Parecía un chico normal”, suelen decir los vecinos de los implicados en un hecho así. Lo que el filme se pregunta es: ¿Qué significa ser normal? ¿Lo que tú entiendes por normal es diferente a lo que entiendo yo?
¿Cómo fue el primer contacto con el barrio?
Complicado. Antes de que llegáramos, se había rodado ya algún documental sobre el tema, con títulos como El nido de los terroristas, y cosas así. El nivel de desconfianza era fuerte y no permitían rodar más. Estaban cansados de que todas las visiones sobre el barrio se hicieran con filtro occidental. Tardamos un año en ganarnos su confianza. A partir de las historias que contaban (su vida, sus relaciones familiares, etc.), fue surgiendo el guión.
¿Se improvisaron algunas situaciones?
Contábamos con estructuras narrativas abiertas. Por ejemplo, cada dos meses íbamos a Marruecos una semana. Entre parón y parón, a los actores les pasaban cosas en sus vidas que incorporábamos a la historia.
¿El rodaje fue complicado?
Sí, rodar en Marruecos siempre es difícil. Tienes que ponerte de acuerdo con la estructura de poder oficial y con la extraoficial. Además, estuvimos a punto de detener el rodaje cuando la mafia del barrio amenazó a los actores.
¿Por qué hacer una ficción y no un documental?
Así llegaremos a más gente. Se trata de un asunto muy serio que quería tratar de un modo delicado, sin caer en el sensacionalismo. Debajo de su fachada de objetividad, el documental no es ajeno a las preguntas dirigidas o a los posicionamientos. Pensé que a la historia le iría mejor un acercamiento naturalista y transparente. Creí que así sería más fiel a la realidad, heredero del neorrealismo.
¿Por qué no hacer una película sobre los verdaderos terroristas y no sobre su entorno?
Lo descarté porque me parecía una aproximación más coyuntural. Buscaba un enfoque más universal. La película no trata el terrorismo, aunque esté muy presente.
¿Cómo fue acogida el filme en Jamma Mezwak?
Organizamos dos proyecciones. A la primera, vinieron unas 50 personas: los participantes y los portavoces del barrio. Les gustó el enfoque. Al día siguiente, llenamos las 500 localidades del cine. El filme permitió que se abriese una reflexión sobre los problemas del barrio.
¿Qué piensan del 11-M?
Es casi imposible encontrar a alguien que no esté en contra de la violencia. Pero para hablar con alguien a favor, hay que moverse en círculos muy clandestinos.
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