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"Si te fichan a Cristiano Ronaldo, mejor sentarse a disfrutar"

Ray Loriga, escritor. El autor asegura que tiene un entrenador dentro, frecuenta jugueterías y dice sentirse madridista y madrileño

JESÚS MIGUEL MARCOS

A Ray Loriga te lo imaginas apurando un coñac en la barra de un bar que cierra tarde, no en una juguetería comprando semáforos para el scalextric. Sus dos hijos, de 10 y 5 años, le agradecen esta segunda costumbre, tan sorprendente como su pasión por el fútbol. 'Fui socio del Madrid durante años. Luego me mudé a Nueva York y lo dejé. Ahora estoy en la lista para recuperar el carné, pero está difícil', confiesa el escritor. Se supone que fue en aquellas tardes de cerveza y pipas en el Bernabeu cuando Loriga decidió lo que quería ser de mayor: entrenador de fútbol.

'Tengo un entrenador dentro, latente, como todos los que vemos el fútbol', dice. Da credibilidad a su sueño porque no aspira a figurar en las páginas de oro del balompié, sino a la épica de un héroe minúsculo como el serbio Bora Milutinovic, que gana batallas modestas pero igualmente definitivas, quizás más parecidas a las que él afronta cotidianamente como escritor y como padre. 'Me gusta ese tipo de aventuras: irte a entrenar a Irak, a China, a Jamaica... Esos equipos son más de entrenador, porque si te fichan a Cristiano Ronaldo o a Maradona o a Di Stéfano, mejor sentarse a disfrutar'.

«Fui socio del Madrid, pero luego me mudé a Nueva York y lo dejé»

Lo del fútbol fue de siempre. Jorge Loriga Torrenova su primer nombre se tiraba los fines de semana jugando partidos a cara de perro en una plazoleta al lado de su casa de El Plantío, una urbanización de gente acomodada a pocos kilómetros de Madrid. 'Empezábamos el viernes después de clase y terminábamos el domingo cuando ya no se veía. Y era el mismo partido. Acabábamos 70-72 o por ahí', recuerda. Ahora, superados los 40 y con el cigarrillo a cuestas, ha dejado las pachangas, pero no la charleta: cada vez que se junta con amigos letrados como Javier Marías, Luis García Montero o el culé Enrique Vila-Matas, terminan dibujando alineaciones en servilletas de papel.

'Es un desengrasante social', dice del fútbol, esa fuente de pasiones intensas pero efímeras, en el fondo ajenas y por eso indoloras. En realidad, Loriga prefiere otras pasiones, las más peliagudas y decisivas, 'cosas por las que sientes un interés tan grande que no concibes tu vida sin ellas, algo ineludible, que te puede llevar a la tortura si se frustran'. La suya, escribir, prosperó, por eso no quiere hablar mal de ninguno de sus libros, 'porque quiero venderlos todos'. Claro, come de ellos.

«Una pasión es algo que te puede llevar a la tortura si se frustra»

No siempre fue así. En los ochenta, Loriga bajó a la arena de los empleos alimenticios para vender ropa a comisión o maquetar cajas de medicamentos, 'con lupa y espray'. ¿Se puede ser feliz sin ser lo que uno quería ser? 'Supongo que así vive el 90% de la gente, o probablemente más. Si la gente juega a la lotería es porque sueña con cambiar su vida, lo que quiere decir que no vive en la casa que quiere, ni tiene el trabajo que le gusta, muchas veces ni siquiera está con la pareja que desearía Pero hay otras zonas de felicidad: las relaciones, el hacer bien tu trabajo aunque no sea lo que más te guste del mundo, la familia, los amigos'.

Loriga fue un escritor cool que ahora dice cosas tan poco cool como que se siente madrileño. Se codeó con los gurús del underground neoyorquino, recibió elogios de Barry Gifford, ayudó a Almodóvar a escribir Carne Trémula pero ahora se siente madrileño: 'Gato, gato, gato. Cada día más, quizás es por la edad. Y más que madrileño, castellano. Reconozco en mí muchas cosas de mi abuelo, como el sentido del humor seco. Son actitudes que parecen propias y, echando la vista atrás, descubres que pertenecen a una tradición'.

Con su abuelo, que trabajaba en una empresa dedicada a combatir plagas forestales, veía los toros en la tele. Hablaban mucho, pero pocas veces de la guerra. 'Él la vivió desplazado en Valencia. Curiosamente, mi abuela hablaba más de la guerra que él. Tuvo que criar a sus hijos sola, con un marido que no sabías qué cojones iban a hacer con él, si lo iban a encarcelar, o a matar... Y parir durante bombardeos, como parió mi abuela, pues eso te marca'. Lo dice un padre que piensa que ser padre 'es la tarea más difícil que me he encontrado. Con diferencia'.

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