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Julià Guillamon: "Vivimos de espaldas al mundo natural"

Julià Guillamon, davant la Llibreria Calders, en una imatge d'arxiu.
Julià Guillamon, delante de la Librería Calders, en una imagen de archivo. Pere Francesch / ACN

Si la palabra "rasta flauta" está aceptada normativamente es gracias a Julià Guillamon (Barcelona, 1962). La reivindicación de la figura de Rosa Maria Arquimbau, también es cosa suya, como también lo es que los locos y bobos de pueblos y ciudades protagonicen una exposición en Girona. Estos tres ejemplos sirven para entender por qué a Julià Guillamon no le hace el peso que le encasillan como crítico literario, aunque conoce muy bien la narrativa catalana de los últimos treinta años.

La calificación de crítico se queda corta porque él, aparte de escribir unos artículos de opinión que son unos oasis de evasión de las trifulcas políticas, escribe libros, monta exposiciones, crea discos, cartas de restaurantes y muchas cosas más. Otro ejemplo de lo que hace: el último libro que ha publicado es un cuento infantil dedicado a Twingo. Dice que "quería contar que era un coche simpatiquísimo, pero que ahora ya no es viable porque con el capitalismo actual los coches son horrendos y agresivos, y tienen cara de malas bestias".

La naturaleza y el paso del tiempo lo tienen atrapado. Quizá por eso la lectura de Les hores noves (Anagrama) contagia ganas de alejarse del asfalto, detenerse, mirar y hacerse preguntas para entender cómo funciona lo que nos rodea.

Ensanchar géneros le gusta, y en 'Les Hores noves' no ha hecho ni un dietario, ni un ensayo… ¿Qué es 'Les hores noves'?

"Mis libros nunca son agua clara, siempre mezclada"

Si tú quieres, es la nueva versión de libro de Pla, pero también son nuestro momento de ahora, en el que estamos enfrentados a una especie de cambio cultural y ambiental que no sabemos qué efectos tendrá. Pero el libro son también mis horas particulares, de reencuentro con el tiempo. Voy siguiendo lo que ocurre a lo largo del año con lo que me pasa a mí. Me gusta hacer esto, no me siento cómodo haciendo una sola cosa, supongo que es por influencia del periodismo. En los artículos literarios que hago, una de las exigencias para mí es que sean variados, y mis libros también lo son. Si hago un libro sobre el exilio, también es de entrevistas, pero también de viajes porque voy a los sitios. Mis libros nunca son agua clara, siempre mezclada. Y en este caso, hay cosas que son de dietario, notas tomadas a pie de campo, tiene una parte de artículo literario… Para tomar notas al principio llevaba libretas y siempre apuntaba y todo el mundo me regalaba libretas. Después con las cámaras digitales hice el cambio, porque sacaba una foto, pero el problema es que después te da pereza mirarlas… y ahora uso el teléfono y me grabo notas de voz.

En un momento del libro habla de su hijo y dice: "Tan pequeño, veía que se hacía mayor y que se le escapaban las posibilidades de la vida". ¿A usted también le ha pasado esto?

Siempre he tenido esa sensación, será de temperamento. Cuando era muy joven me parecía que todo se acababa y, en cambio, ahora que soy mayor no soy nada así. Era un sentimiento que tenía cuando era más jovencito, en uno de los primeros libros que hice había una descripción de la casa de mis abuelos y recuerdo la sensación de decir: "Ostia esto ha terminado". Los abuelos ya estaban muertos, y era la nostalgia de un mundo que había terminado. Pero ahora vivo al día. Cuando vives una situación de salud grave no puedes realizar muchos planes. A veces sí que pienso cuántos años me quedan de subir a la montaña a realizar excursiones largas. Veo amigos míos, gente de esta de montaña de toda la vida que ya no va porque se ha hecho mayor. Yo salgo muchos días a dar la vuelta por la montaña y veo a Cinteta que es una mujer que había trabajado en el hostal de casa y que después hemos sido amigos toda la vida. Ella tiene 84 años, y me pregunta adónde voy, y yo le digo "a buscar setas". Y ves que a ella le gustaría venir, y es cuando digo, ¿cuántos años podré hacer esto? Y no sé, pero no me genera angustia, estoy en paz.

En 'Les hores noves' hay muchas salpicaduras de cosas que están cambiando y las comenta con tono jodido. Por ejemplo, cuando describe las terrazas de los vecinos con los toldos bajados y luces leds. Lo llama cenas de autista.

Porque nos hemos chiflado todos, estamos que no nos decimos nada. Yo hablo con todos los vecinos mayores que yo, y con los más jóvenes no hablo con ninguno. No tienes relación, la gente ha cambiado el talante, si dices cosas a gente que no conoces te miran raro. No sé… antes había más vida social cotidiana, intento no ser nostálgico, intento no ser un cascarrabias, pero eso no quita que de vez en cuando no piense que antes esto iba mejor.

Y estirando este hilo, ¿Barcelona antes también iba mejor?

"En Barcelona había una vida de barrio, que en el fondo creo que era de pueblo"

Veo que en Barcelona había una vida de barrio, que en el fondo creo que era de pueblo, que hacía que tú cuando ibas al restaurante Bilbao, Juanito te decía cosas y te picaba, y después salías y ibas al Roure, y cómo éramos amigos, hacías la copa mientras ellos recogían. Y esto era un mecanismo de casino de pueblo, y era muy agradable. Y a nosotros, aunque éramos unos modernos, eso nos gustaba y buscábamos estos sitios. Mis sitios ya no existen. Esto no quiere decir que no haya. Pero ha habido una pérdida de esa forma de vida. Dicho esto, yo soy una persona mayor y tengo la obligación de verlo así, pero si tuviera 25 seguramente lo vería de otra forma. La gente joven debe tener sus sitios y otras maneras de relacionarse. Pero tengo la sospecha de que ha habido una cierta merma de un tipo de forma de relación en la ciudad. Por ejemplo, cuando voy a Poblenou que es mi barrio, me meten la cabeza como un bombo. Yo lo veo igual, lo respeto porque la realidad es muy compleja y no puedes hacer surfing.

Dice que para escribir 'Les hores noves' se ha leído a Josep Pla como quien entrena para ir al gimnasio.

El punto de partida no es Pla. La idea no era coger el libro de Pla y hacerlo nuevo. No. La idea es: yo llevo muchos años por la montaña y me fascina la continua transformación que hace todo. Me interesa cómo todo va cambiando de un año para otro, y que hay un tiempo circular, sí, pero no es igual, porque este año con la sequía que hay, no hubiera podido escribir Les hores noves igual. No habría habido manzanas, no hubiera habido el libro. Y la idea era captar esta transformación constante, y como Pla lo había hecho, pensé mira.

Hablando de manzanas me viene a la cabeza cuando dice que la sangre de liebre es la manzana perfecta de los envenenadores.

La cosa es que si dices la manzana sangre de liebre, la gente no sabe que es. Y debes hacer descripciones que sean evocativas, pero que no excluyan al lector. Con las descripciones debe vigilarse. Me gustan las descripciones en dos líneas. Afinadas y cortantes. Sugerentes. Pla hace descripciones muy largas, yo soy más sintético.

Algo para agradecerle es que conoce el nombre de todo.

Sabes lo que pasa, vivimos de espaldas al mundo natural, y los mismos pueblos también, desde hace muchos años. Y tenemos unas percepciones muy deficientes de las cosas, sabes cosas por azar. Por ejemplo, si en tu casa tenían un huerto y tomaban tomates, te sabes los nombres de los tomates, pero, en cambio, no sabes nada de los robles, y eso nos pasa a todos. Entonces aquí hay una parte de conocimiento, de ir y ver, y también una parte de construcción, de preocuparte de saber cómo se llama esa serpiente.

En el libro aparecen campesinos y gente de Arbúcies (Girona). Deben estar contentos de que se aborde el tema rural sin crímenes ni cosas oscuras…

"Alguna gente me ha dicho, me ha gustado tu libro porque no hay campesinos asesinos y violadores"

Es lo que más me divierte. Alguna gente me ha dicho, "me ha gustado tu libro porque no hay campesinos asesinos y violadores". A mí me divierte porque me ayudó mucho cuando Cris tuvo el derrame cerebral. Entonces tenía un libro de artículos, donde empecé a hablar de Arbúcies y de gente de Arbúcies concreta. Y fue cuando hice el libro El sifón de Can Sitra, que Can Sitra es el bar de los campesinos en Arbúcies, y entonces lo presenté allí. Y fue muy reconfortante presentar el libro ante gente que salía en él y que estaba contenta de salir, ¡fue algo muy especial! Y a partir de ahí se creó ese tipo de sintonía que yo no había tenido.

¿Pero usted ha ido a Arbúcies toda su vida?

Sí, pero nosotros no éramos del pueblo. Ahora ha cambiado mucho porque en los pueblos hay mucha gente recién llegada, pero antes te hacían ver mucho que eras forastero. Nosotros además éramos de Barcelona, de un barrio industrial, teníamos una fonda, que para la gente de pueblo una fonda era algo importante. Nuestros clientes eran del Eixample de Barcelona. Eras de fuera. Y cuando te vas haciendo mayor, te sientes más de fuera. Empecé a trabajar con 13 años en el hostal. Cuando yo tenía más de 17 años, mis amigos de pueblo eran la bomba, y hubo un momento en que desconecté. Y ahora todo el mundo te dice cosas y es muy agradable. Todos somos muy repipís, porque en el fondo el hecho de escribir, de hacer de periodista, te sitúa en un plano diferente, pero tienes que relacionarte con la gente, no puedes estar todo el día con tu rollo. Y cuando empecé a hablar de campesinos vi que es un temazo, sobre todo los mayores, saben una cantidad de cosas, y ya no es sólo una cuestión antropológica. ¡Es un tema fascinante y me hace contento!

En 'Les cuques' [libro anterior del autor] ya hablaba del pueblo y decía que se identificaba con un escarabajo rinoceronte.

Es un escarabajo que sale en julio y es nocturno, pero siempre le falta una pata, se lo comen los gatos, siempre está ahí en la acera. Y yo decía que soy como un escarabajo rinoceronte porque la vida me ha pegado una ostia tal, que también me faltan patas, ¿sabes? Yo en ese momento me sentía como una luciérnaga dañada. En cambio, aquí quería dar la idea de la edad de oro.

No sé si duerme poco o mucho, pero trabajar, trabaja mucho, porque cuando no inaugura una exposición presenta un libro.

Me gusta trabajar. Me gusta mucho el trabajo que hago y no puedo estar quieto. Mi jefe no para. Siempre intento implicar a gente, Albert el diseñador que me ayuda, y como hago vida de cuidador estoy muchas horas en casa y si no te dedicas a hacer algo que te guste se hace eterno. Martí de Riquer hacía muchas cosas, y Perucho le preguntaba cómo lo haces, y Riquer le decía, es muy fácil primero vas trabajando en una cosa, y después mientras trabajas aquella cosa salen otras cosas, vas abriendo carpetas.

Ha desarrollado toda su trayectoria en catalán, ha investigado a personajes muy diversos, desde el exilio, Perucho, Espriu, Pomés, Arquimbau. ¿Qué piensa de la situación del catalán y del conocimiento de la cultura catalana?

Empecé a hacer crítica literaria y me he convertido en el crítico, pero hay gente que lo hace mucho mejor que yo y además hago muchas más cosas. Yo estudié filología, pero el aprendizaje del oficio fue autodidacta y enseguida tuve claro que debía hacerme mi mundo, tanto desde el punto de vista lingüístico como de los referentes. Empecé a leer a los clásicos, que en la facultad no te los enseñaban mucho, y empecé a leer cosas que ahora vuelven a salir, Carme Monturiol, tanto libros como periodismo. Leí mucho periodismo de los años treinta.

"Leí mucha prensa de los años 30 y miré cómo escribía Sagarra, cómo escribía Pla, me hacía unos diccionarios de expresiones..."

Yo intentaba escribir en catalán, pero era un desastre. Había aprendido catalán en Poblenou en 1968, tenía 6 años, todo era muy justito, y cuando llegabas a la facultad si tenías un catalán pasable, te robabas un idiolecto horripilante, rígido y mezclado con el estructuralismo francés. Y mi tesina estaba muy mal escrita, y a la hora de reeditarla la escribí nueva, y el primer libro de ficción también lo he vuelto a escribir entero. Así que desmonté lo que sabía y empecé de cero. Leí mucha prensa de los años 30 y miré cómo escribía Sagarra, cómo escribía Pla, me hacía unos diccionarios de expresiones... y con todo esto empecé. Porque cuando escribía en castellano tenía que hacerlo. El castellano que hacíamos era muy rígido como en broma. El castellano de Barcelona se caracterizaba por ser falsete, la máxima expresión es Eduardo Mendoza, que tiene un castellano en broma. Y todos escribíamos así.

Entendidos, pero ¿cómo ve la lengua catalana actual?

Yo veo que hay mucho campo para correr. Puede hacerse un catalán genuino y que sea natural. En un momento determinado parecía que solo había dos líneas, el catalán heavy que era un catalán rarísimo o el catalán light. Había esa cosa de Tutain y Pericay, yo creo, totalmente desenfocado, ellos estaban a favor del catalán desvirtuado. En cambio, si lees prensa de los años treinta, te das cuenta de que este tema ya lo habían solucionado. Ellos hacían un catalán muy asequible, muy natural y periodístico. Y con lo que yo hago intento que sea ese tipo de registro. Ahora, gente dispuesta a hacer esto, no sé... Veo que la tendencia va hacia "todo el mundo es bueno". En casa nos ponemos negros, mi hijo ha terminado como yo y nos ponemos histéricos. A veces estamos mirando al Barça y cambiamos ocho veces de canal porque no sabemos en cuál lo hacen peor. Cuesta mucho creerlo, y creo que habría que hacer un esfuerzo sobre todo en los medios porque son lo que dan la pauta. A veces escuchas cosas en Catalunya Ràdio, en el programa de Laura Rosel hay colaboradores que hablan como si fueran Folch y Torres y tampoco hace falta, ¿no? Hablemos normal y ya está.

¿Y del escenario político qué piensa?

"Vengo de un mundo muy desengañado de la política"

Estoy en fase de desengaño como la mayoría de la población. Soy de una generación que somos de los posmodernos, y habíamos empezado con un mundo muy politizado, y después hubo un gran bajonazo y mi juventud coincide con el bajonazo. Vengo de un mundo muy desengañado de la política. Después he vuelto a involucrarme, pero la base era de gran desconfianza. Cuando mi hijo empezó a estudiar políticas, y en las mesas de casa aparecían libros de Marx no me podía creer que me pasara a mí esto (ríe). Es como que eres ateo y la hija te sale monja. Nosotros veníamos de una desafección política total. Y sí que ha habido una reimplicación en los últimos años, y ahora lo veo con una distante expectativa.

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